En la página 13 de un libro titulado Joselito en Lima, escrito hacia 1920, y que en unos pocos días verá la luz en una reedición de la Unión de Bibliófilos Taurinos, puede leerse: «Y para finalizar esta serie de apuntes, anotaremos un dato que echa por tierra la famosa leyenda inventada por ‘algunos cariñosos amigos que quieren bien a José Gómez Gallito’, de que no se las entiende con reses de la tristemente conocida vacada de Miura... ¡A muy cerca de un centenar suman las corridas que de la citada ganadería andaluza ha matado José Gómez Gallito!». No hagan caso, es una información no documentada. Pero tampoco crean lo que se dio a entender en alguna revista española acusando a Joselito de «hacer ascos a los miuras». Y tampoco es exacta la cifra que se puede extraer del conteo de algunas estadísticas documentadas. Pero esto último es más por error tipográfico en el nombre de una ganadería que por olvido de los autores. En realidad , Joselito, ya matador de toros, hizo 44 paseíllos para matar 90 toros de este hierro.
Uno de estos paseíllos fue en la Feria de San Miguel del año 1915 en Sevilla. Había comenzado ésta con una corrida de Murube que estoquearon los dos hermanos Gallito y Juan Belmonte y que no había deparado el triunfo a ninguno, pero la feria sí tendría un final histórico. En la segunda, la celebrada el 29 de septiembre, se repitió el cartel de toreros pero los toros fueron del hierro de la ‘A con asas’. La corrida que, como era costumbre, se expuso en la Venta Vieja, despertó la expectación entre los aficionados que, sin embargo, no esperaban demasiado después de la actuación tan apática que habían tenido los tres diestros el día anterior. A pesar de ello la plaza se llenó para ver a sus ídolos. El primer toro de Joselito, Capachito de nombre, un buen mozo, bien puesto de cuerna, hizo una soberbia pelea en varas. Fue un toro típico del hierro ‘miureño’ y demostró tanto poder que en un trastazo rompió la puerta del patio de arrastre y a punto estuvo de meterse en él. Recibió cinco varas, por dos caídas y un caballo muerto. El diestro de Gelves se encontró con un toro bronco y avisado cuando llegó a su jurisdicción en el último tercio.
Así vio la faena el cronista de Sol y Sombra: «...empieza con un gran pase de rodillas y sigue metido entre los pitones, aguantando bárbaramente, hasta poner al bicho más suave que la seda. Al final de cada pase da un puñetazo al bicho en los hocicos, le toca una y mil veces los cuernos y el derroche de temeridad entusiasma al público, que no cesa de ovacionarle. Con la espalda pegada a los tableros, muy desde cerca y recto, entra a matar y cobra media estocada asombrosa, que tira sin puntilla al toro. (Gran ovación, vuelta y petición de oreja)». Petición que fue presagio de lo que iba a acontecer un día después.
José María Sotomayor. - Foto: La TribunaContinuaba el revistero: «Salió en quinto lugar, Galleguito, un ‘miureño’ con barba, cornalón, castaño, ojo de perdiz, con más de cinco años y según algunos testigos, un verdadero marrajo. Uno de esos ‘coloraos’ que en la casa Miura se hacen notar. Largo como un tren, dio a la canal un peso de 390 kilos. Joselito lo recibe de hinojos, pero como el toro desvía el viaje de la rectitud se tiene que levantar. Le da varias verónicas, dos de ellas colosales y dos recortes ‘inmensos’. Se le ovaciona con calor. El de las barbas toma cuatro varas, tumba dos caballos y mata otros dos. En quites Rafael no alterna, ha sido abroncado en sus dos toros, pero se queda en su sitio. Juan y José rivalizan en ellos y están ‘superiores’. La plaza empieza a hervir y Joselito, a petición del público, debe coger las banderillas. Cuando sale a los medios la ovación es estruendosa.
Al cuarteo deja medio par terminando el tercio Chiquilín y Cantimplas. ¡Con ese no vas a poder...! le había espetado a Joselito un impaciente ganadero, seguramente profeta venido a menos, bien aposentado en la primera fila de la barrera maestrante de Sevilla. ¡Con ese no vas a poder...! le repitió. El torero, el menor de los Gallos, el más preclaro torero que ha dado la historia de la tauromaquia, replicó sentencioso:
-A ver si se deja picar ... y entonces ya veremos-».
Joselito realizó una faena brillante, como preconizara, que se ovacionó con entusiasmo.
Y remataba el crítico de Sol y Sombra: «Hay unos pases por alto de pitón a rabo, dos de rodillas y otros por bajo y de molinete, inmensos de toda inmensidad. El diestro que estaba ‘rabiosísimo’ de valiente se crece cada vez más haciendo delirante la ovación. Entra con rectitud y cobra una corta desprendida. El espada se dirige al toro, y al hincarse de rodillas, aquél dobla delante de él. La ovación es entusiasta, da la vuelta devolviendo sombreros, y sale después a los medios.
Joselito sale de la plaza en hombros. El triunfo obtenido con los ‘miureños’ es de los que hacen época».
Se dio la combinación perfecta. Un toro con emoción y un torero que no duda en su faena. El resultado, efectivamente, un triunfo de época.
Y tanto, como que al día siguiente, el recuerdo de esta faena a Galleguito de Miura, llevaría al público a pedir y al presidente a otorgar la primera oreja, ¡oh ‘sacrilegio’!, que se concedió en Sevilla. Fue en el toro Cantinero de Santa Coloma, en corrida que mató el de Gelves en solitario. Pero José ya la había cortado el día anterior. De eso no duda nadie. La cabeza disecada de este toro, sin una oreja, estaba colgada de una pared del despacho de Joselito, flanqueada por las de los dos ‘miuras’ del día anterior. En una entrevista que Gregorio Corrochano le hizo algunos años después, el torero confesó: «Esos son los dos toros que he matado más a mi gusto. Fueron los que me prepararon el triunfo de la oreja; por eso tienen esa colocación».
José María Sotomayor es estadista taurino