Ceder no es perder

María Jesús Álava
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Hacer concesiones, sí, pero no en lo fundamental, suele ser la clave para 'negociar', más de cara a las muchas reuniones que se avecinan con las fiestas navideñas a la vuelta de la esquina

Ceder no es perder - Foto: Image by freepik

Diciembre es un mes lleno de reuniones sociales y compromisos familiares. Y, por eso mismo, puede ser una etapa temida para algunas personas, que asocian estas fechas con tensiones y discusiones que les amargan las relaciones y convivencias.

¿Cuándo hay que ceder?

Cuando no abdiquemos de nuestros valores fundamentales y nuestro bienestar y nuestra convivencia estén en peligro. Por ejemplo, aunque no nos gusten las comidas familiares, no podemos obligar a que el resto se prive de ellas, por lo que, de vez en cuando, acudiremos, para que la dinámica familiar no se deteriore. 

No conviene centrarse en quién cede más, pues no es algo tan matemático. Lo importante es que seamos flexibles y cedamos, a veces nos tocará hacerlo con nuestra pareja, con los hijos, con los compañeros… pero siempre lo haremos a través de la negociación. Intentaremos alcanzar acuerdos en los que todos ganemos. No obstante, con los niños hay que dejar las cosas muy claras, los límites tienen que estar siempre presentes, y los límites los pondremos los adultos.  

¿En qué momentos debemos conservar nuestra resistencia y cuándo es mejor abandonarla?

Si tenemos claro que las opciones que acabamos de escuchar o analizar son más razonables que las nuestras, ahí debemos ceder, y mostraremos con ello nuestra inteligencia emocional al hacerlo; pero si estamos racionalmente convencidos de que nuestro planteamiento es el más adecuado y el más objetivo, en ese caso lo mantendremos, aunque nunca nos mostraremos inflexibles.

Tampoco debemos ceder cuando no se nos respeta y nos tratan de condicionar presionándonos al máximo. 

Cuando alguien emplea la agresividad impide que personas razonables puedan llegar a acuerdos. La presión es la antítesis de la argumentación.

¿Qué postura es entonces la más adecuada? 

Ceder de forma permanente suele implicar inseguridad. La persona que siempre abandona sus propios criterios o intereses no lo hace tanto por ser flexible, sino porque depende mucho de la valoración de las personas que la rodean. Este hábito, cuando lo llevamos al extremo, es perjudicial para nuestra autoestima, ya que implica que no nos valoramos y nos comportamos de forma insegura ante los demás, por lo que difícilmente alcanzaremos nuestras propias metas. 

En general, pasar por alto nuestros derechos no debería ser la regla, sino la excepción. 

¿Qué hacemos cuando nos intentan manipular?

Cuando sentimos que se nos presiona, que hay un chantaje emocional subyacente, no debemos ceder. Es conveniente que veamos que nuestros derechos, nuestras necesidades y nuestros deseos son tan importantes como los de los demás. La manipulación es una forma de no comprender ni respetar la postura del otro, de actuar sin pensar en él y forzarle a que reaccione en función de nuestros propios intereses.

Si observamos que nos intentan manipular, será el momento de actuar con asertividad; es decir, de afrontar la situación con toda la calma y decisión que seamos capaces de mantener. Aquí nuestro tono de voz será firme, pero sereno, mostraremos una sonrisa y una postura relajada, y no caeremos en el juego o en la provocación que nos estén proponiendo. Recordemos que ante estas actitudes conviene evitar las discusiones, ya que solo nos llevan a aumentar nuestro malestar y, además, no son el mejor camino para defender nuestros derechos. 

Conclusión

Algunas personas buscan siempre el conflicto y la pelea. Están cómodas provocando tensiones y generando confrontación. Son incapaces de razonar, su foco es la agresión y la imposición. No cedas en lo fundamental, no caigas en su provocación y no dejes que aplasten tu libertad.

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