El 26 de julio de 2006, hace exactamente seis años, el Gobierno de Castilla-La Mancha, entonces presidido por José María Barreda, tomó la decisión de paralizar el proyecto urbanístico de la Vega Baja de Toledo, 1.300 viviendas planificadas sobre el mismo corazón del Reino visigodo, una de las etapas más desconocidas de la historia de España y una ocasión de oro para implicar a la ciudadanía en el conocimiento de su identidad. La pregunta, seis años después de este momento, es la siguiente: ¿Se dieron los pasos en la dirección correcta? ¿Obligaron a vivir a la Vega Baja por encima de sus posibilidades? ¿Qué ha sido en la actualidad de este extenso yacimiento que en cuestión de meses pasó de albergar ‘cuatro cabañas de pastores’ a convertirse en un enclave capaz de rivalizar con la mismísima Pompeya?
Hoy la Vega Baja, constituida en parte por ese «simple descansadero de ganado al pie del cordel del Guadarrama» del que hablaba el historiador toledano Julio Porres -suma de identidades BIC cuyos antecedentes históricos han merecido ríos de tinta en los libros de historia de España-, es un paraje dominado por la vegetación y las malas hierbas. Aquí y allá conviven los restos con las casetas de obra que albergaron los trabajos de excavación arqueológica y los tímidos intentos de divulgar unas tareas cuya información era suministrada con cuentagotas a la opinión pública. En uno de sus extremos, en dirección a la Carretera de Ávila, aún subsiste parte de un colector subterráneo que nunca debió ser excavado y que causa tanto sonrojo como sensación de abandono, como si un fantasma anterior a la crisis fuese a regresar para continuar con el proyecto original al margen del sentido común que obliga, o debería obligar, a una ciudad Patrimonio de la Humanidad.
Ha transcurrido un mes desde la extinción de la empresa pública Toletum Visigodo, responsable de la gestión del yacimiento desde su creación en el año 2007. Los trabajos arqueológicos, realizados a lo largo de varias campañas por equipos de profesionales cuya coordinación no ha dado por el momento sus frutos ante los ciudadanos, han dado como resultado abundante material e informes dispersos que es necesario poner en común por encima de intereses económicos, políticos y urbanísticos. Una mínima parte de toda esa información, suministrada a los medios de comunicación con permanente resquemor (salvo cuando se trataba de oficializar los esfuerzos hechos por parte de la empresa pública y de la Administración regional), es lo que ha llegado al ciudadano poco a poco, a cuentagotas, amplificado en momentos puntuales por exposiciones en el Museo de Santa Cruz y jornadas de puertas abiertas. Llegado el momento, hasta se habló de construir un museo -cuyo proyecto, no lo olvidemos, fue ganado por un espléndido estudio y merece un digno lugar en el limbo que ocupan este tipo de ideas-, un centro sin la debida planificación que contribuyó todavía más a enrarecer el proyecto general. Al principio hablábamos de la posibilidad de implicar a la ciudadanía en el conocimiento y vinculación con sus orígenes visigodos. Nos preguntamos muy seriamente si en realidad no se habrá conseguido lo contrario.
Seis años después de la paralización del proyecto urbanístico, la Vega Baja continúa siendo un ilustre yacimiento, pero más enfermo. La crisis ha contribuido a rematar este tipo de asuntos, aquejados siempre de arteriosclerosis, cuando no de una paulatina parálisis que muchos factores de riesgo han contribuido a provocar. San Julián de Toledo recogió en su crónica sobre el rey Wamba la victoria del monarca visigodo sobre un duque rebelde a quien venció y trajo a esta ciudad para someterlo a un proceso de pública humillación, a lomos de un camello, cubierto de harapos, rapadas la cabeza y la barba, con una raspa de pescado a modo de parodia de corona. Quizá los que hayan participado en la arterosclerosis de la Vega Baja se merezcan algo parecido.
1.- Paralización urbanística. El 26 de julio de 2006, el Gobierno de Castilla-La Mancha presidido por José María Barreda tomó la decisión de paralizar el proyecto urbanístico de la Vega Baja, poniendo fin a varios años de especulaciones sobre si era necesario o no conservar los restos prospectados desde comienzos de la década en una de las zonas de mayor potencialidad arqueológica de la ciudad. La medida detuvo el PAU de 1.300 viviendas promovido por el Ayuntamiento, entonces regido por el alcalde José Manuel Molina, y dio paso a un nuevo proyecto, en forma de yacimiento. Los arqueólogos Lauro Olmo y Ángel Fuentes fueron designados directores científicos para determinar las directrices de las tareas. Comenzaba el trabajo de decenas de arqueólogos y técnicos cuyos esfuerzos y conclusiones, por la complejidad y extensión del yacimiento, falta aún poner en común.
2.- El BIC y su ampliación. El yacimiento de la Vega Baja estaba declarado Bien de Interés Cultural con categoría de zona arqueológica desde el año 1992. En octubre de 2006, poco después de la paralización del proyecto urbanístico, comenzó la incoación del expediente de ampliación del BIC, que finalizó a mediados de 2008 abarcando lo que entonces era conocido como ‘Vega Baja I’. Ya entonces surgieron voces a favor de que el expediente de protección se extendiese a la totalidad del conjunto por razones paisajísticas, pero lo cierto es que se inició una coexistencia de cuatro zonas declaradas BIC -el Circo Romano, el Cristo de la Vega, la Fábrica de Armas y la propia Vega Baja- que comparten unos mismos antecedentes históricos. En su convivencia, fundamental para entender unitariamente la historia, radica asimismo una gran complejidad de actuación.
3.- Toletum Visigodo. En el año 2007 fue creada la empresa pública Toletum Visigodo con el fin de vertebrar el trabajo de los arqueólogos y difundir sus resultados. Su gerente fue el arquitecto Diego Peris. Este proyecto «con componentes arqueológicos, urbanísticos, paisajísticos y de equipamiento cultural» fue criticado, sobre todo durante su última etapa, antes de la extinción hace poco más de un mes, de centrarse más en aspectos como el arreglo de viales que en trabajos de investigación.
4.- Hallazgos. Miles. Los suficientes como para profundizar sensiblemente en el conocimiento de Toledo durante la Antigüedad Tardía, aunque probablemente no tan vistosos como muchos vecinos esperaban. Desde estructuras urbanas sobre las cuales todavía debaten los arqueólogos hasta vestigios tan simbólicos como la cruz dorada que se convirtió en emblema de Toletum Visigodo, objetos de la vida cotidiana, monedas, restos de cerámica y piezas tan interesantes como el marfil de la fotografía.
5.- Exposiciones y jornadas. Dos exposiciones principales, ambas celebradas en el Museo de Santa Cruz, han contribuido a poner el acento en las excavaciones de la Vega Baja durante estos seis últimos años. La primera, organizada con los medios anteriores a la crisis, fue ‘Hispania Gothorum’. La segunda, bastante más reciente, ‘El legado visigodo de la Vega Baja’. A ambas sería posible sumar, por su interés divulgativo, hasta tres jornadas de puertas abiertas con explicaciones guiadas en puntos específicos del yacimiento, la última celebrada durante la primavera de 2011.
6.- El proyecto de museo. En el año 2009 se convocó un concurso internacional de ideas para construir el futuro Museo de la Vega Baja, que albergaría el patrimonio romano, visigodo y califal del yacimiento, desde los primeros siglos de nuestra Era hasta el siglo IX. Prestigiosos estudios de arquitectura internacionales -Dominique Perrault, Richard Rogers, Toyo Ito y Zaha Hadid, entre otros- participaron en el proyecto, que ganaron finalmente los españoles Emilio Tuñón y Luis Moreno Mansilla (fallecido a comienzos de este año) con ‘El Cuadrado y la Cruz’.
7.- Expertos y peones. Los profesionales de la arqueología fueron apreciando paulatinamente que el interés científico inicial por el yacimiento, materializado en las sucesivas campañas de excavación, acabó por diluirse, a través del antiguo Servicio Público de Empleo de Castilla-La Mancha (Sepecam), en campo de inserción laboral para peones de albañilería. La imagen de decenas de personas prospectando la excavación al mismo tiempo pronto fue sustituida por cuadrillas cada vez más reducidas.
8.- Fin de Toletum. El pasado 22 de junio el Consejo de Administración de Toletum Visigodo aprobó la extinción de la empresa pública. Meses atrás, el 20 de septiembre de 2011, había presentado su dimisión quien era su gerente desde noviembre del año 2007, Diego Peris, quien tiempo atrás había renunciado a la dotación económica del cargo. La disolución definitiva todavía no se ha producido, pero llegará cuando se confirme la permuta de la parcela en donde está previsto se construya el Corte Inglés. Durante estos cinco años, son muchos los toledanos que han tenido a esta empresa pública como sinónimo de los tiempos anteriores a la crisis económica. Esos mismos ciudadanos se preguntan si su gestión podría haber resultado más sostenible.