Era necesario visualizar el éxito con el abrazo a cada uno de sus diputados, los aplausos intensos y las sonrisas de satisfacción por superar la investidura. Era necesario para tratar de ocultar lo inocultable: Pedro Sánchez ha conseguido ser reelegido presidente, es un presidente legítimo sin sombra de duda en ese aspecto … pero es un presidente sin honor.
Ha comprado el cargo, y para conseguir los votos de personajes de dudoso talante e ideología, sencillamente se ha sometido a sus exigencias, al margen de la ley y la Constitución. Gracias a sus maniobras previas diseñadas para lograr esta reelección, consistentes en colocar peones al frente de las instituciones cuyo apoyo necesitaba.
Conde Pumpido no ha dicho la última palabra, y entre sus defensores aún hay quienes aseguran que antepondrá su categoría de jurista antes que someterse a las presiones de Sánchez y del PSOE. Pero habrá que verlo. De momento, solo queda un reducto al que no llega la larga mano de Sánchez, el Consejo General del Poder Judicial, cuya mayoría se resiste como la aldea gala de Asterix a perder su independencia y ponerse a las órdenes del Ejecutivo.
Pedro Sánchez ya es presidente y llega a hora de la verdad, de su verdad. De demostrar que son ciertas las promesas que ha hecho, que inundará de millones de los más desfavorecidos y que dará prioridad a las cuestiones sociales. Será difícil, porque lo prioritario para él es cumplir con la agenda que le han marcado sus socios, que no son precisamente partidos que piensen en los ciudadanos, sino en sus propios intereses políticos e incluso personales. Y que han arrancado a Sánchez una promesa que es lo que permite llamarle, sin complejo, un presidente sin honor: ha aceptado, a cambio del voto en la investidura, que una vez al mes cuatro extranjeros se reúnan en Ginebra para comprobar que se cumplen los acuerdos a los que ha llegado con los independentistas. Es decir, que desde este 16 de noviembre de 2023, los españoles tenemos un jefe de gobierno sometido al control de cuatro personajes no españoles, elegidos por sus socios independentistas, y que pondrán firme al Señor Sánchez, presidente Sánchez, si se aparta un milímetro de la línea marcada por Puigdemont y por otros personajes del independentismo. Que además se llevan a matar.
Los españoles estamos obligados a aceptar el resultado de las urnas y que gobierne quien ha logrado la mayoría suficiente para superar la sesión de investidura. Pero duele que ocupe el cargo quien va a entregar España a quienes no quieren a España y que hará lo que aseguró que nunca haría.
Mientras millones de españoles aceptan resignados las reglas a las que obliga la democracia, Pedro Sánchez en cambio se las toma a título de inventario. Y encima lanza acusaciones intolerables a quienes, al contrario que él, cumplen escrupulosamente las leyes y respetan el texto constitucional.