Es la procesión más institucional de la Semana Santa toledana. El día oficial, el que reúne varias cofradías y todas ellas conforman una sola, el Santo Entierro. La lluvia amenazó con afectar a las salidas de las más primerizas en cuanto a horario, la de la Misericordia y la Caridad y a los Mozárabes. Sin embargo, esa amenaza quedó en un susto y todas pudieron culminar su recorrido con normalidad. Quizás, con mayor velocidad por el temor de que volvieran a aparecer las precipitaciones. 
 

Tras la salida de cada una de las ubicaciones, todas ellas se encontraron en la calle Hombre de Palo. Las primeras en encabezar la comitiva eran el Cristo del Calvario y la Virgen del Rosario desde la Iglesia de San Salvador. Tras esta hermandad le siguieron los hermanos de Santa Leocadia, con el Cristo de la Misericordia y la Virgen de la Caridad, que volvía a salir -esta última- tras un año de ausencia por falta de cargadores.

Después seguían la fila procesional los pasos que partieron de las Santas Justas y Rufina. El Descendimiento con sus hermanos de túnica blanca y negra por delante continuaron el paso seguidos de la talla de la Virgen de las Angustias, el Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad, rodeada de los romanos armados.

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Procedente de Santa Eulalia, los Mozárabes procesionaron con su joya particular, el Lignum Crucis. Una cita que tenía riqueza se mire por donde se mire, pero que pese a acumuló gran afluencia de público en diversos puntos del barrio histórico, el frío redujo considerablemente la misma en la comparativa con años anteriores. Los pasos llegaron a sus respectivos templos pasada la medianoche.