Fortaleza acuática y un uso agropecuario

GUILLERMO GÜEMES
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Las cinco presas del antiguo monasterio de Santa María de Melque, datadas entre finales de siglo VII y principios del VII, perimetraban la zona contra posibles atacantes

Fortaleza acuática y un uso agropecuario - Foto: Javier Pozo

Cinco presas para unir el conjunto y un monasterio para controlarlos a todos. Como una de las frases más míticas de la literatura fantástica, el yacimiento de Santa María de Melque ha pasado a la historia como un refugio litúrgico y defensivo. La estructura de presas del conjunto monasterial, datadas entre el siglo VII y el VIII, hacía las veces de muralla y de uso agropecuario para los habitantes de la zona.

Al visitar el yacimiento se aprecia con claridad la delimitación de las presas y la columna natural que tenía que salvar el agua del arroyo de Ripas y el río Torcón. También servía como embalse, rodeando el monasterio, del agua de lluvia.

Varias rutas trashumantes tenían parada obligatoria en las inmediaciones del conjunto de Santa María de Melque, precisamente gracias a su ubicación en el centro de la Península y los recursos naturales que albergaba. Un gran perímetro de 29 hectáreas, cercado con muros de mampostería alrededor de dos grandes balsas de agua, recubría la zona que contaba con espacios dedicados a la agricultura extensiva y la ganadería.

«El lugar tiene importancia por la explotación de los recursos naturales, ya que construyen unas grandes presas en los cauces del río para retener grandes balsas de agua», recuerda el técnico de Urbe por Orbe, José Ignacio Murillo. Así, los monjes podían dedicar su tiempo a labores agrícolas y ganaderas, dotando de servicio al conjunto monástico.

Otra de las funciones del Conjunto de Melque y, en especial, de la iglesia era la de hacer de torre de control. Se entiende que la atalaya, construida posteriormente en el centro de la planta, servía para divisar al enemigo a través de las laderas y controlar toda la extensión del territorio frente a posibles peligros.

A su vez, la fortaleza acuática servía para la subsistencia del conjunto monástico, más allá de las balsas de agua que recogía. El paso de los carros y remolques de animales era constante para traer los víveres del exterior del yacimiento, gracias a las grandes dimensiones de las presas.