El primer domingo de mayo se anunció en el calendario como uno más, como otro Día de la Madre que es tradición celebrar todos los años con un regalo. Beatriz y Luna se estrenaban como madres y se regalaron un tatuaje con el nombre de Berta cada una, pero la fecha se les clavó muy dentro y se pasaron todo el día llorando. Estas madres no pudieron festejarlo como merecía el 5 de mayo porque no tenían a su bebé en brazos y se encontraban en pleno duelo perinatal.
Bea llevaba veinte semanas de gestación cuando los ginecólogos detectaron un problema médico grave que requería más pruebas. «Nos dijeron que a Berta le faltaba el ductus, un vaso que comunica la aorta con la arteria pulmonar, y el protocolo médico aconsejaba realizar la amniocentesis para completar el estudio y determinar posibles enfermedades». Las horas posteriores se convirtieron en un calvario para una pareja que tuvo que salir corriendo de casa de camino al hospital porque Bea perdía líquido amniótico. Los siguientes doce días de ingreso en el Hospital Universitario de Toledo los salpicó la tensión, el miedo, la desesperación y la esperanza de que esa rotura de bolsa no fuera a más y el embarazo siguiera adelante.
El caso de Bea y de Luna se desvió del buen pronóstico: «La bolsa se infectó y nuestro bebé se quedó sin latido». Un diagnóstico que obligó al personal sanitario a provocar el parto de inmediato. Por Berta no se pudo hacer nada y la pareja salió del hospital, una vez que se recuperó Bea, sin carrito y sin bebé en brazos.
«Está siendo muy duro. Llegar a la aceptación es muy difícil. Un día lo aceptas y a los diez minutos vuelves a echarte a llorar», explica Luna Revenga, siete meses y medio después. Lo habla con serenidad, pero la garganta todavía se le anuda en algunos momentos.
No es fácil contarlo públicamente, pero lo ve necesario para visibilizar el duelo perinatal, que ocurre en uno de cada cuatro embarazos, reivindicar mejoras en los hospitales y avances a nivel administrativo.
«Estamos intentando llevar el duelo con naturalidad. Si estamos tristes, lo expresamos. Es el entorno el que no quiere hablar de ello y lo evita por miedo al dolor y a que llores», asegura Luna, convencida de que la sociedad mira para otro lado cuando se abordan episodios dramáticos y la muerte.
«El duelo fluctúa», comenta Luna. «Pasas por muchas fases, incluso tengo lagunas. Y Bea no recuerda prácticamente nada de sus doce días de ingreso en el hospital». Una reacción habitual «cuando el cerebro no soporta tanto dolor y termina disociando», explica María Pérez Moreno, psicóloga e integrante del equipo psicosocial de la Unidad de Cuidados Paliativos de la Fundación 'La Caixa', un servicio que funciona desde 2008 y atiende a los pacientes, a las familias y al personal sanitario en relación al duelo.
Todavía se visibiliza poco la pérdida de bebés durante el embarazo. Si bien, en España se producen más de 2.000 fallecimientos al año entre la semana 13 y la 22 de gestación por muerte espontánea y más de 5.000 interrupciones del embarazo por motivos médicos.
«Cada duelo es personal y cada uno lleva el duelo como puede», señala María, que también asegura que «el 80% de los padres acude a este servicio de intervención, integrado por cinco profesionales, que realiza terapia de acompañamiento indefinido y seguimiento en futuros embarazos.
«Siempre les digo a los padres que han perdido un bebé en periodo gestacional, perinatal o neonatal que en esos momentos son como niños perdidos con el dolor», señala María. Ella conoció a la pareja una vez que había nacido Berta y le ofreció terapia de acompañamiento. La idea es escuchar, apoyar y estar ahí el tiempo que necesitaran.
Luna y Bea se dejaron guiar para intentar mitigar algo el dolor. «Normalmente, recomendamos que transmitan lo que ha pasado a las personas más cercanas, pero tampoco a todo el contexto social. Pueden delegar en alguien que sea el que comunique lo que ha pasado», explica María, que a su vez también les aconsejó «que se rodeasen de gente que las respetase en estos momentos y les permitiera estar así».
No obstante, la psicóloga insiste en que cuando los padres tienen más hijos, hay que añadir la tarea de comunicárselo a cada uno de ellos y explicárselo de la mejor manera posible en relación a la edad de cada uno.
el duelo. Los primeros días tras el parto, Luna y Bea se quedaron en casa, intentando hacerse con un dolor frenético que mudaba en desconsuelo y rabia al mismo tiempo. Ninguna tuvo derecho a la baja por maternidad porque su bebé no tenía seis meses de gestación.
«Cuesta mucho estar bien y no sentirte culpable», recalca Luna a continuación. Otro sentimiento que aflora cuando se pierde un hijo. «Todos piensan que han hecho algo mal y repiten que si hubieran ido al médico antes, quizá no habría ocurrido. Es una culpa asociada a la condición de padres, que son sinónimo de protección», añade la psicóloga.
Otra de las reacciones habituales de los padres suele ser preguntar, pasado un tiempo, «qué ha ocurrido con sus hijos» una vez que sus restos mortales se quedaron en el hospital. En el caso de Luna y Bea,ellas sí pudieron hacerse cargo del cuerpo y lo incineraron, una decisión que contribuyó «a cerrar esa etapa del duelo» y a tenerla presente en su casa.
La legislación ha avanzado en los dos últimos años y el hospital ya se presta a que los progenitores puedan enterrar o incinerar a sus bebés. Aun así, todavía falta dar algunos pasos y muchas familias demandan que en los centros sanitarios se posibilite preservar a los bebés fallecidos para que los suyos puedan despedirse. La psicóloga añade que en el de Toledo están esperando la llegada de una 'cuna de los abrazos' para garantizar la preservación de los bebés fallecidos el tiempo necesario para la despedida.
Además, la psicóloga resalta la buena iniciativa del hospital en Toledo de entregar una cajita de recuerdos -con un gorrito, arcilla para estampar huellas, una carta de papás ofreciendo testimonio e información sobre el duelo- tras el alta hospitalaria. Quizá otra manera de ayudar en un duelo tan cruel para superar que no hay una cuna en casa.
María también recomienda poner nombre al bebé, se suma a las demandas de que puedan ser inscritos legalmente cuando aún no llegan a los seis meses y cree necesario que en los cementerios se habiliten lugares para el recuerdo. Sin ir más lejos, en el de Toledo hay un pozo para depositar las cenizas de bebés y las que proceden de entierros de beneficencia.
Luna y Bea siguen de duelo, en una etapa de mayor aceptación después de casi ocho meses. La pareja continúa desahogando su pérdida y hablando de Berta, su bebén. Una hija que llevan grabada en la piel.