Cuatro estancias. Nikos Kazantzakis visitó Toledo en cuatro ocasiones. La primera fue a finales del verano de 1926, cuando se produjo su conocido encuentro con una anciana en los jardines de la Casa del Greco. Al preguntarle si llegó a conocer al pintor, la vieja le contestó, no sin cierta ironía: «Desde luego, pero yo era muy joven y ya no me acuerdo...». No se conformó Kazantzakis con su respuesta al preguntarle quién era el Greco («Un hombre que pintaba a Cristo y a sus apóstoles»); al insistirle de nuevo, la anciana reconoció que el Greco era «un tipo que nos trae a los americanos», respuesta sobre la que el escritor reflexionó con humor y sorpresa: «El gran hombre es aquel que trae a los americanos, es decir, la propina y el bienestar. Sencillo, aprovechador y con los dos pies en el suelo, el campesino lo juzga todo con su vientre». La visita de 1926 fue especialmente emotiva. Kazantzakis transmitió a través de cartas a su compañera cómo su corazón «palpitaba fuertemente» al hacer en tren el trayecto entre Madrid y Toledo para conocer al Greco. «Realizar a la edad madura lo que se deseó de niño, he ahí el destino de un hombre verdadero». El viaje de 1932-1933 fue intelectualmente provechoso. Kazantzakis conoció personalmente a Benavente, Juan Ramón Jiménez y Unamuno, entre otros. Desarrolló una intensa actividad intelectual y recogió vivas impresiones del Madrid de la época, entre ellas alusiones a su «magnífica» ciudad universitaria que, escasos años después, sería destruida durante la Guerra Civil. En octubre de 1936, poco después de que comenzase en Grecia la dictadura fascista de Metaxás, se inició su tercer viaje a España. El país ya había comenzado a desangrarse como consecuencia de la contienda, hechos que el escritor relató en su libro España y Viva la muerte. Kazantzakis dio testimonio del estado en el que quedó Toledo tras el episodio del Alcázar: «(...) se asemejaba tanto a las visiones del Greco que al vagar bajo sus orgullosas y porfiadas murallas, cubiertas de cicatrices de guerra, me pareció estar flotando dentro de un cuadro suyo». Habría que esperar casi quince años hasta que se produjera su último regreso. Fue en 1950 y quedó recogido en la fotografía superior, en donde se le aprecia en la Casa del Greco en compañía de Lenotschka y de sus amigos Yvonne y Pierre Métral.