5 días en negro

SPC
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Este mes se cumple un año desde que un Pedro Sánchez asediado judicialmente decidiese poner al PSOE y al país en estado de 'shock' al anunciar un tiempo de reflexión para estudiar si seguía al frente del Gobierno

5 días en negro - Foto: SERGIO PEREZ

Hace un año, un Pedro Sánchez al que el cerco judicial comenzaba a acorralarlo, decidió poner en jaque al país y a su propio partido. La sorpresa fue mayúscula porque nadie se esperaba un movimiento de este calado.

Aquel 24 de abril, el socialista se reunió consigo mismo. Según su testimonio, estaba solo cuando comenzó a escribir su carta a la ciudadanía, en la que expresaba su necesidad de parar para reflexionar sobre qué camino debía elegir. Continuar o marcharse, como si fuese un nuevo drama shakespeariano. Ni siquiera su mujer, Begoña Gómez, tenía conocimiento de esa misiva que acabaría publicando en las redes sociales. 

Comunicó que se tomaría cinco días de reflexión alejado de los focos y de la vida pública, para decidir si «merecía la pena» seguir siendo presidente del Gobierno. La puerta a la renuncia del cargo quedaba abierta.

El anuncio Sánchez de cancelar su agenda para abrir un período de meditación sobre su continuidad en la Moncloa generó una gran incertidumbre a todo el país, en medio de apoyos y feroces críticas por parte de partidarios y detractores. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, reaccionó de inmediato con ironía: «No existe en ningún lugar del mundo la figura de presidente fijo discontinuo», le afeó.

¿Qué va a pasar? Esa fue la pregunta del millón porque no fueron muchos los que se atrevieron a apostar hacia qué lado se inclinaría la balanza debido al hermetismo que mantuvo en todo momento el líder socialista, encerrado este tiempo en la Moncloa. La zozobra en la familia socialista fue grande. Incluso hubo una manifestación de líderes del PSOE y simpatizantes en la calle Ferraz para apoyarle, aunque fue mucho menos masiva de lo que él hubiese deseado. 

A nadie se le escapó que cuando el jefe del Ejecutivo hizo pública su carta a los españoles al mismo tiempo que un juez decidía abrir una investigación a su esposa por presunta corrupción y tráfico de influencias. En la misiva que dirigió a la ciudadanía habló de «fango», un mantra que luego él y sus ministros repitieron a coro, y también de un «ataque que no tiene precedentes» así como de una «estrategia de acoso y derribo» contra él y su esposa por parte de «una coalición de intereses derechistas y ultraderechistas», en los que incluyó a las direcciones de PP y Vox y algunos medios de comunicación afines.

«No me causa rubor decirlo, soy un hombre profundamente enamorado de mi mujer que vive con impotencia el fango que sobre ella esparcen día sí y día también», señaló Sánchez en la carta, en la que mostró su contrariedad por cómo están afectando esas informaciones a su entorno familiar.

Un año después, sin embargo, la investigación sigue abierta y el juez que instruye el caso contra su esposa ha añadido dos presuntos delitos más: apropiación indebida e intrusismo profesional en la cátedra que codirigía en la Universidad Complutense.

Cinco días después de aquel famoso fundido a negro que protagonizó, Sánchez compareció para hacer un escueto anuncio: «He decidido seguir con más fuerza, si cabe, al frente de la presidencia de la Gobierno. No es un punto y seguido, es un punto y aparte», afirmó.

Apeló a la sociedad para que hiciera con él un ejercicio de reflexión colectiva y se comprometió a impulsar lo que bautizó como plan de regeneración democrática. Sin embargo, muchos vieron en aquel parón un ejercicio de cálculo político y una estrategia partidista.

«Paripé», «farsa» y «engaño» fueron otros epítetos con que se tildó aquel viaje a ninguna parte. Se tomó cinco días para pensar en sí mismo... pero no fueron pocos los que le echaron en cara que ya llevaba cinco años haciendo eso.