La expansión que está experimentando el cultivo del pistacho en la región, a golpe de 8.000 hectáreas más cada año desde 2015 para acá, hacen pensar al sector que todavía está a tiempo de organizarse para liderar una comercialización que solo, en el próximo lustro, podrá gestionar unas 18.000 toneladas, y superar por ejemplo a países como Siria.
Aparentemente todavía son volúmenes discretos y manejables para un consumo mundial tan alto dominado por otras potencias, pero pensemos que China ha aumentado su demanda en el último año un 175%.
Estamos hablando en todo caso de un fruto seco que, a diferencia de la almendra por ejemplo, presenta una mayor complejidad en el manejo y sobre todo en la cadena de procesado, una vez recolectado, para que no se pierda ni se estropee.
Después de treinta años de investigación en El Chaparrillo, hoy sabemos casi todo del pistacho. Al menos el agricultor tiene el conocimiento de la delicadeza de este fruto seco tan preciado, lo que obliga a medir con cálculo cualquier inversión, desde el recomendado estudio de suelo, la variedad a elegir, si secano o regadío, cómo afrontar las podas o los propios injertos.
Y aunque en el ámbito cooperativo están explorando las mejores opciones de diversificación desde la posición preferente que le confiere el agrupamiento de su masa social, ya trabajan en un plan estratégico para dirigir el rumbo agronómico y comercial.
A medio plazo sin embargo, será necesario una hoja de ruta de país que podría liderar Castilla-La Mancha como principal región productora. No en vano, capitaliza el 90% de las 66.400 hectáreas plantadas en España; todavía muy pocas en producción (12%). Pero ya somos el cuarto país en superficie.
Las cooperativas tienen de nuevo mucho que decir en este escenario. Primero, porque representan la red empresarial más capilar que pueda haber en el territorio para valorizar cada kilo de cosecha, allí donde se produzca. Sus instalaciones ya existen, solo hay que dotarlas de tecnología y de buscar sinergias con otras plantas que surjan alrededor.
Pero, analistas como Juan Vilar, consultor experto en grandes inversiones agrícolas, mira más allá, y sugiere crear una plataforma comercial que logre concentrar la cosecha nacional, pero que controle también la importación de los que lideran el sector del pistacho como Estados Unidos, Irán o Turquía. El objetivo es dominar el mercado más próximo, el de Europa, sabiendo que la demanda y los consumos son crecientes.
La jugada -dice Vilar- pasa por convertirnos en importadores netos para garantizar volúmenes suficientes y así ir incorporando poco a poco el pistacho ibérico en esa estrategia comercial, casi como un caballo de Troya. En definitiva, liderar la distribución desde la posición geográfica preferente que tiene Castilla-La Mancha, y desde luego España.
Pero esta idea necesita de mucha pedagogía para optimizar las inversiones que se vayan a hacer en los próximos años porque la tecnología, desde la maquinaria de recolección, de limpieza, o las líneas de secado, es costosa, y aunque la Consejería de Agricultura haya mostrado ya su disposición a financiar prioritariamente los proyectos por el valor añadido que aportarán a la comunidad, quizás sería un error poner plantas de procesado sin control, cuando conviene pensar en cómo agrupar la oferta para dominar el mercado.
De momento, los grandes fondos de inversión no están parasitando el sector como sí lo hacen en el olivar. Al parecer, buscan rentabilidades en leñosos menos sofisticados que aporten una alta rentabilidad sin tener tanta exposición al riesgo. En los viveros no hay planta, lo que no ocurre ahora mismo ni con el pistacho ni con el almendro.
Con todo, hay tiempo para pensar. En el Congreso "Pistadica" celebrado el jueves en Toledo y organizado por Solagro, pudimos ver todas las ventajas, pero también las debilidades.