Victoriano Collado Arribas murió con sólo 21 años. Corría el 28 de septiembre de 1984. Entonces, la Policía Municipal de Vitoria atendía una llamada sobre la colocación de un artefacto explosivo en la vía férrea entre los municipios alaveses de Elburgo y Alegría. Era una trampa. Un grupo de guardias civiles se apresuró hacia el lugar, pero la bomba verdadera se hallaba en el camino. Uno de los agentes activó involuntariamente a su paso una explosión que mató a tres de ellos y dejó heridos a otros cinco.
Victoriano, ese guardia civil de sólo 21 años, figura desde entonces en la inolvidable lista de 855 asesinatos de ETA. Formaba parte de la Guardia Civil desde los 19 años, como núcleo de ese reguero paternofilial frecuente entre la Benemérita. Precisamente, el progenitor acabó destinado en Alcaudete de la Jara, por cuyas calles se crio Victoriano hasta ese fatídico 28 de septiembre de 1984.
Ahora, casi 40 años después, el Puesto de la Guardia Civil ha inaugurado una placa durante la celebración de su patrona, la Virgen del Pilar. 'El pueblo de Alcaudete, a su vecino Victoriano Collado Arribas. Fallecido en atentado terrorista', reza la lámina, que incorpora el escudo municipal.
Junto con Collado, murieron aquella noche el sargento José Luis Veiga y el agente Agustín Pascual. Nacido en Arroyomolinos de la Vera (Cáceres), el féretro del joven de 21 años fue enterrado allí en un funeral acompañado por 4.000 vecinos. Según detalla Radio Televisión Española en su recuerdo a las víctimas mortales de ETA, la Benemérita había trasladado al agente al País Vasco durante unos meses.
Los padres y la hermana de Victoriano residen aún en Alcaudete de la Jara. El Ayuntamiento abrirá en enero la Escuela Infantil y mantendrá el nombre de esta víctima de ETA en un edificio utilizado hasta ahora como ludoteca. Este mismo año, Arroyomolinos de la Vera inauguró un pabellón municipal bautizado también con el nombre del agente de la Guardia Civil.
«Servirá para recordar la verdadera historia de lo ocurrido en este país. Para no olvidarlo y evitar que vuelva a ocurrir. Para no blanquear. Para tener presente que en España nunca hubo un conflicto, sino terroristas que pusieron las pistolas y víctimas que sufrieron su intolerancia», expresó entonces en el acto la delegada en Extremadura de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, María José Ruiz. Y apostilló: «Para recordar a tantos y tantos que, como la familia de Victoriano, sufrieron en absoluta soledad el zarpazo del terrorismo cuando las víctimas no éramos más que números que casi nos merecíamos lo sufrido. Algo habrán hecho, decían».
Sólo en aquel año 1984, ETA asesinó a 33 personas. Una cadena de crímenes que seguía incesante tras los tres años más sangrientos de la banda terrorista, entre 1978 y 1980. Cuatro años antes de la muerte de Victoriano, en 1980, los etarras habían matado a 96 personas. Por entonces, Victoriano asumió incorporarse a la Guardia Civil, cuyos agentes figuraban entre los objetivos recurrentes de los atentados.
Una semana antes de la muerte de Victoriano, el 21 de septiembre de 1984, el comerciante José María Martínez, de 41 años y natural de León, moría de un tiro en la nuca. Se dedicaba a la compraventa de oro y de aparatos electrónicos. Fue secuestrado por los etarras y conducido hasta las cercanías de una mina abandonada en su propio coche.
Menos de un mes después del 21 de septiembre de 1984, el 17 de octubre de ese año, los etarras tiroteaban al policía municipal de Rentería (Guipúzcoa) Vicente Gajate, de 33 años y natural de Salamanca. Estaba casado y tenía dos hijos. Pertenecía al Partido Socialista y a la UGT. Siete años antes, había ejercido como concejal socialista en la gestora que asumió el Ayuntamiento de Rentería.