"El retrato de los adolescentes en el cine está estigmatizado"

Juana Samanes
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Preocupado por transmitir en este drama familiar urbano las repercusiones que sufren a menudo los vástagos tras un matrimonio o una pareja fracasada

"El retrato de los adolescentes en el cine está estigmatizado"

El director Manuel Martín Cuenca dirige con sensibilidad su película más hermosa, El amor de Andrea, y el listón lo tenía alto porque posee una filmografía con títulos potentes como La flaqueza del bolchevique, Caníbal, El autor o La hija

Con Andrea, la protagonista adolescente, ha construido una heroína valiente, que enternece. ¿Cómo surge la idea de este personaje?

Por un lado sería la hija que no he tenido y me gustaría tener. Pero también, tanto para la coguionista Lola Mayo y para mí, es la adolescente que ambos fuimos, en cierto sentido. Me identifico mucho con Andrea. Es una persona muy preocupada por los afectos, que lee, que pasea, que tiene apego por sus amigos y su familia y se hace preguntas. Yo creo que, en general, la mayoría de los adolescentes son así; porque muchas veces el retrato de ellos en las películas y las series televisivas es de una juventud algo estigmatizada y marcada por la violencia o la droga. Se hace de una parte el todo. 

La película va un poco a contracorriente desde el momento que habla del vacío que siente una hija ante la ausencia de su padre y que plantea una petición de visitas…

Es una película a contracorriente por muchas cosas, no solo por eso, sino debido a la forma en que está rodada, porque no tiene juegos de artificio, porque no tiene enganche de un casting conocido. Lo que hemos pretendido es hacer una película sencilla, directa, que pueda entender cualquier persona. Porque trata de lo que es realmente la vida: la construcción de los afectos y el amor. 

Narrada con mucha sensibilidad, también aborda el derecho de los hijos de familias rotas…

No está de moda de hablar de clases sociales, retrata una familia trabajadora, en una situación precaria, situada en una ciudad como Cádiz, con una separación traumática y mal hecha; y donde el padre no pasa la manutención, no por desidia sino quizás porque no le llega. Y la madre ha tenido que dejar el cuidado de los hijos menores a la hija adolescente porque tiene que trabajar mañana y tarde. Y esa niña tiene que cargar con una responsabilidad que no le corresponde, y cubre el hueco de sus padres. 

Y usted también aborda de forma realista el tema de las separaciones de la pareja y las consecuencias que tiene en los hijos ese desamor…

Mi experiencia vital es que en las separaciones muchas veces se construyen las batallas de amor y odio de las parejas en el territorio de los hijos. Y a partir de muy temprana edad, esos vástagos son conscientes de todo y, encima, a veces se sienten culpables, cosa que no es real. Es una pena, pero conozco muy pocas parejas con hijos que han conseguido separarse bien. En el trabajo de investigación, me agradó lo que me dijo una jueza, que me comentó que en todas las sentencias pone este párrafo: «Les conmino a ambos dos a que en ningún momento hablen mal del otro progenitor delante de sus hijos». 

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