Javier del Castillo

Javier del Castillo


El resbalón más inoportuno

18/03/2025

La toca, no la toca, si la toca… Pero, lo cierto es que el maldito resbalón de Julián Álvarez – otro más en las cinco eliminatorias de la Champions disputadas contra su eterno rival – dejó en la cuneta al Atlético de Madrid y generó la inevitable polémica arbitral. Esta vez ha sido en competición europea, pero ocurre cada fin de semana en el torneo de la regularidad. Al final – como decía el siempre recordado Vujadin Boskov –, fútbol es fútbol. La prueba es que se puede marcar un gol a los 20 segundos de partido y ninguno en los otros 120 restantes. 
Pues bien, situaciones parecidas ocurren cada día en la política española, sin que nadie se rasgue las vestiduras por cada resbalón del Gobierno o los frecuentes fueras de juego de la oposición. Existen, como en el 'deporte rey', unas normas y un reglamento, pero se incumplen con absoluta impunidad. Es más, pueden cambiarse esas reglas de juego durante el partido, pero no pasa nada. Ningún árbitro se atreverá a suspender el encuentro.
Me explico. En un sistema democrático las decisiones las toma las mayorías y no siete diputados que acosan al árbitro y obligan al adversario a meterse goles en su propia portería. Y se acepta, o no hay partido. Para competición adulterada, la que estamos viviendo en estos momentos en la política española, con un Gobierno dispuesto a comprar a los árbitros: Puigdemont y su tropa.  Evitando comparecer en el campo de juego – Congreso de los Diputados –, si considera que tiene muchas papeletas para salir humillado en la contienda.
Sin presupuestos, sin mayoría para sacar adelante el incremento en gastos de Defensa, Sánchez insiste en embarrar el campo, llegar a la prórroga y tirar los penaltis a puerta vacía o con las manos del portero atadas. El Congreso se ha convertido en un terreno de juego esquivo y antipático para Pedro Sánchez. Lo rehúye porque tiene más que perder que ganar a estas alturas del partido. Por mucho que se empeñe el presidente, hace tiempo que la competición en minoría debería haber concluido.
En lugar de tomar nota de lo ocurrido en Alemania o de lo que está a punto de ocurrir en Portugal, Sánchez sigue empeñado en plantar batalla y alargar esta agonía. Como si fuera el jefe de pista de un circo, donde se busca la emoción y el más difícil todavía. De no ser por la gravedad del momento, pensaríamos que es una broma que el presidente hable de un gran compromiso de España con la seguridad europea, a la vez que sus propios socios de gobierno demandan menos cañones y más mantequilla. 
En estos momentos, cuando la Unión Europa apremia y pide una mayor implicación de España en la seguridad y defensa de sus fronteras por la amenaza de Putin, a Sánchez comienzan a temblarle las piernas. Pide ayuda a la oposición, mientras acusa a Núñez Feijóo de deslealtad. De no estar a la altura de las circunstancias por pedir que la propuesta de aumento del gasto en Defensa se presente y debata en el Congreso de los Diputados, cosa que no se hizo con el cambio de política respecto al Sahara y Marruecos. 
Los resbalones, tanto en política como en fútbol, tienen sus consecuencias. Con una diferencia: los debates bajan en intensidad cuando hay reiteración en los mismos. Además, el castigo nunca es inmediato. De ahí que Sánchez prefiera tragar con carros y carretas, aplazando lo que cada día se me antoja más inevitable: convocar elecciones y confiar en una nueva mayoría, más estable, que termine con la incertidumbre y ponga sensatez en donde ahora sólo hay improvisación y enjuagues.
En la política española faltan lanzadores de penaltis que no resbalen.