En España es preferible entrar clandestinamente que pedir permiso para que te dejen entrar desde el país de origen. La culpa la tiene la marea burocrática que nos persigue como en casi todo. Si un inmigrante entra clandestinamente y se queda y se da de alta en algún pueblo o ciudad en el padrón y pide que le atiendan en la seguridad social, tiene más posibilidades de quedarse y de ganarse la residencia por temporalidad que una persona que esté en Colombia, Venezuela o Argentina y desde allí pida entrar en España como migrante legal. Cuanto más cerca estés de España más facilidad tienes para entrar como inmigrante ilegal, porque en una patera se puede venir desde África y no se puede venir desde América. Conclusión: tenemos a los inmigrantes que no queremos y no tenemos a los inmigrantes que deberíamos querer. América es la bolsa más importante de posibles inmigrantes para España, porque nada más entrar hablan español, o castellano como decimos algunos, tienen una educación parecida y nos han acogido en las grandes mareas de los emigrantes españoles a los que en general llamaban gallegos o vascos y que han hecho fortuna muchos en Hispanoamérica.
Pero las leyes las ponemos nosotros contra nosotros mismos. La tardanza en resolver las peticiones genera más posibilidades a los ilegales que a los legales.
Sin embargo necesitamos urgentemente mano de obra de fuera para hacer los trabajos que nosotros ya no queremos hacer. El campo y la construcción necesitan mano de obra. De entre los españoles nadie quiere recoger tomates, varear aceituna, subir ladrillos o picar paredes. Siempre ha ocurrido así, cuando España era pobre huíamos de la pobreza y nos íbamos a Alemania o a Francia que nos acogía sobre la marcha. Nosotros acogemos a la fuerza, pero la tardanza en dar "los papeles" los hace viejos esperando en el país de origen. Al final acogemos a la fuerza, como digo, porque el sistema beneficia al tramposo que viene de turista o en patera y se queda, que al legal.
A los inmigrantes legales les pedimos los antecedentes penales, y una oferta de trabajo, y a los ilegales no les pedimos nada, al contrario, cuando están aquí les protegemos más que a quienes quieren cumplir lo la ley e integrarse en nuestra sociedad. Luego vendrán los llantos, los guetos, y los problemas de identificación en la comisión de cualquier acto de delincuencia. Muchas veces después de cometer un delito los sueltan y se cambian el nombre, ininteligible para nuestro idioma en muchas ocasiones y aquí no ha pasado nada.
Como país que ha recurrido a la emigración cuando éramos pobres como los que vienen aquí refugiados de la violencia y de la pobreza que se vive en sus países debemos concienciarnos y agilizar las posibilidades de venir en condiciones legales, sin paripés políticos. Un trámite rápido a la petición y con un silencio administrativo positivo para el caso de que no se responda en un plazo razonable, 2 o 3 meses, y no más, es necesario, porque el que lo pide y presenta los papeles merece que se lo demos y a los que vienen clandestinamente no pueden tener mejor condición que éstos.