Más aún que borrarnos una memoria reciente y, en ocasiones, hasta vivida, que también, pareciera que nos pretenden querer implantar otra, insertándonos un chip en el cerebro que a cada instante nos reproduce su doctrina, su consigna, su spot. Una memoria que no lo es, hecha a medida, retrotraída solo, a conveniencia y bisoñez, a un período tras haber mandado antes desde su comienzo toda la historia de nuestra nación al rincón más oscuro y abandonado del desván.
A lo que parece y sufrimos, ahora lo que está prohibido recordar es el pasado más reciente. Curiosamente uno de los más libres, prósperos, pacíficos, fraternales y, me atrevo a decir, alegres que hemos disfrutado durante siglos en nuestro tránsito como pueblo y sociedad. Hoy recordar y valorar positivamente la Transición, la llegada de la democracia y el acuerdo constitucional te convierte en reo de oscuros pecados y a nada te puede caer el estigma de defender peligrosas y execrables tendencias. De ahí a ser tachado de fascista no hay ni un paso: ya te han colocado al otro lado de la línea divisoria y has sido condenado a las tinieblas.
Pero en estos tiempos tan turbios por los que estamos atravesando es perentorio, imprescindible y necesario el no consentirlo. Negarnos a callar. Restablecer la verdad. No tolerar la imposición del olvido y la desmemoria. Recordar el por qué y por quiénes logramos nuestra gran remontada como nación y a aquellos personajes que, ellos sí, han entrado a formar parte de nuestra historia, la de las últimas generaciones y de la que entrara en letras mayúsculas en los anales. Algunos ya lo son. Un pasado que es preciso que no nos borren porque con ello puede que nos estén queriendo borrar a todos.
Ese es el espíritu que subyace en el origen y en la selección de los protagonistas que van a aparecer en esta serie de perfiles que comienzo aquí para el grupo Promecal. Ellos son los rostros, las voces, los hechos de nuestro más reciente pasado y casi de nuestro presente. Quienes han marcado el devenir de España, su política, su economía, su cultura y su imagen en el mundo, pero también de nuestras vidas y nuestros afectos, nuestras canciones, nuestras lecturas, nuestras alegrías y tristezas y nuestras glorias y exaltaciones colectivas y deportivas.
Personajes a los que en más de medio siglo de actividad periodística he conocido, tratado y contemplado en los momentos más importantes y trascendentales que hemos vivido. Y es por ello, también, una visión personal que no puede sustraerse a la subjetividad, al momento, la circunstancia y el contexto en que se vivió. Por su parte y por la mía.