La inauguración de Aurea Toledo, un nuevo hotel ubicado en la histórica Bajada del Pozo Amargo, culmina el largo proyecto de restauración de una finca sobre la que se levantaron siete viviendas cuyo origen se remonta al siglo XI. La apertura del establecimiento refuerza la oferta turística de la capital regional y apunta al viajero atraído por el patrimonio cultural de la ciudad. El hospedaje recién abierto desempolva restos romanos, árabes y cristianos, retazos intrincados de la extensa historia de Toledo.
El estreno del alojamiento, con 66 habitaciones, reunió al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, la consejera de Economía, Empresas y Empleo, Patricio Franco, el alcalde de Toledo, Carlos Velázquez, la presidente de la Diputación de Toledo, Conchi Cedillo, el delegado provincial de la Junta, Álvaro Gutiérrez, y el concejal de Planeamiento Urbanístico, Florentino Delgado.
El hotel pertenece al Grupo Hotusa, promotor de la profunda rehabilitación. El presidente de la compañía, Amancio López, defiende la restauración de edificios de tan singulares «características» como un valor añadido para la experiencia del visitante. Para inmuebles tan longevos como los que acogen a Aurea «sería difícil encontrar una rentabilidad» si no se destinarán a usos relacionados con un turismo de alta calidad. «Hemos apostado por esta marca, por la cultura, la literatura y el arte». López refiere como «costosísimo» el renovado ejecutado.
«El turismo ha transformado nuestro país y es una oportunidad para la transformación de las ciudades, también para aquellas de tamaño medio como Toledo que tienen algo permanente e histórico», asegura. La empresa hotelera reivindica la necesidad de recuperar el patrimonio colectivo. «Que no haya un castillo ni un cigarral sin ocupar».
Unos mil años contemplan los cimientos sobre los que se yergue Aurea Toledo. Se trata de una estructura anterior a la llegada de Alfonso VI a la ciudad, en el año 1085, a partir de una «trama tumultuosa de viviendas comunales». En cada uno de estos hogares podían habitar varias decenas de personas. Partes del edificio, distribuido en cuatro plantes, presentaban un «estado muy degradado». La propuesta de rehabilitación ha pretendido «retener las esencias de esas siete casas sobre muros árabes del siglo XI», explica uno de las arquitectos. Durante la obra, fueron apareciendo «tesoros, elementos que no se sabían que estaban».
Entre los elementos que la renovación ha hecho aflorar hay columnas en la patio, techumbres de madera, bóvedas de cañón, yesería, frescos con inscripciones en latín, murales con letras árabes, atauriques, aljibes o brocales de pozo.