Nuevas elecciones autonómicas, en este caso las vascas y nuevamente un caso de características nacionales ha irrumpido al mismo tiempo que el lehendakari, Íñigo Urkullu, anunciaba el fin de su tercera legislatura al frente del gobierno vasco. Si en las elecciones gallegas uno de los ejes de la campaña fue la tramitación de la ley de amnistía a los líderes del procés, en esta ocasión ha aparecido un caso de corrupción que afecta a la mano derecha del exministro de Transportes, José Luis Ábalos, con lo que el Partido Socialista comenzará la precampaña y la campaña electoral con una pesada mochila a cuestas, por una cuestión sobre la que la ciudadanía tiene poca tolerancia, la corrupción política.
Puede que ocurra como en las elecciones gallegas y que finalmente la foto finish de las elecciones se resuelva por las cuestiones que afectan a los ciudadanos, que fue lo que dio la victoria finalmente al PP gallego, aunque las elecciones vascas tienen unas peculiaridades que no las hacen ni parecidas a las del 18-F. Pero si tienen un punto en común: la posibilidad de que el partido hegemónico durante casi toda la etapa democrática, el PNV, pueda verse sobrepasado por los independentistas de EH Bildu, porque las encuestas y los resultados de los últimos comicios apuntan en esa dirección.
Lo que tampoco cambia es que el Partido Socialista de Euskadi también parte como la tercera fuerza política, a pesar de ser el partido que ganó las elecciones del 23-J, pero ante la imposibilidad de que cualquiera de los otros dos partidos alcance la mayoría absoluta será quien decida, en este caso sí, el sentido del próximo gobierno en Ajuria Enea. El candidato socialista ya ha afirmado que con sus votos el candidato independentista no llegará al poder y por tanto se mantendría el actual gobierno de coalición con los nacionalistas vascos.
Los tres principales partidos vascos han decidido acometer simultáneamente la renovación de sus liderazgos por causas bien distintas. Iñigo Urkullu no ha podido ocultar su decepción por no repetir tras una gestión que considera notable, pese al deterioro de los servicios públicos. Sus jefes del EBB consideran que Imanol Pradales puede dar un nuevo impulso a un gobierno que se percibe como acomodado y que se trata de un candidato más adecuado para hacer frente al de EH Bildu, Pello Otxandiano, sustituto de Arnaldo Otegi, con quien la formación abertzale radical pretende despojarse de una parte del estigma de la relación con ETA y, como en el caso del BNG blanquear su independentismo y ser atractivo para las nuevas generaciones, aprovechándose de paso del desbarajuste a la izquierda del PSE. El candidato socialista Eneko Andueza, es más una incógnita que una certeza, pero al menos es más conocido que Javier de Andrés que tiene el encargo de sacar al PP de su irrelevancia.
Las elecciones vascas del 21 de abril son la estación intermedia antes de las europeas de junio que cerrarían el ciclo electoral, si no pasa nada en Cataluña. Pero nada está escrito en una situación política tan inestable.