Querido y odiado al mismo tiempo. No es necesario ser un lince para darse cuenta de que es un forofo del Madrid y un admirador del Quijote. «Siempre he dicho que soy madrileño de adopción, pero con espíritu manchego. Y eso no me lo va a quitar nadie. Cuando tengo que defenderme en las tertulias y debates, digo que me siento como Don Quijote luchando contra los molinos de viento».
Cuando tenía un año y dos meses, su familia se trasladó a Madrid y su padre, Félix, que vivía del taxi, adquirió con su hermano Reyes un autobús. Tomás Roncero tenía siete u ocho años cuando decidió, leyendo en su domicilio de Carabanchel la prensa deportiva que traía su padre, que iba a ser como esos periodistas que entrevistaban en el «As» a Pirri y a Juanito.
En su mente de adolescente no podía haber nada más fascinante que un trabajo que te permite estar al lado de tus ídolos. «Siempre he sido muy mitómano. Pensaba que estar al lado de esos jugadores que yo veía desde las gradas del Estadio Santiago Bernabéu los domingos tenía que ser algo increíble. Aquellos jugadores de camisa blanca impoluta, porque entonces no llevaban publicidad en la camiseta, me parecían vírgenes del estadio. Entonces, yo decía: ese curro es la leche; yo quiero hacer ese trabajo».
Celebración del cumpleaños de uno de los miembros del grupo Vandecopas, con Tomás Roncero, primero por abajo.La tarea no le iba a resultar fácil. Sacaba buenas notas en el instituto, tenía buena memoria, pero estudiar le daba dolor de cabeza. «Mis padres estaban obsesionados con que hiciera Medicina, Derecho o Arquitectura. Una carrera socialmente bien vista. Pero yo insistía en que había nacido para ser periodista. Es lo único que voy a saber hacer en la vida. Si hago otra carrera, seré un desastre».
Su principal referencia fue José María García. «La vida nos ha enfrentado después, pero entonces me asombraba la capacidad de García. Yo decía: ¡qué poder tiene este tío para que se le ponga al teléfono hasta el rey Juan Carlos! Majestad, buenas noches. Me parecía admirable. Luego, cuando apareció José Ramón de la Morena, me gustó su estilo refrescante. La profesión periodística es fascinante y hay también que disfrutarla. Llegó un momento en que García agrió mucho su discurso y De la Morena era un golpe de aire fresco».
«Mi abuelo me decía: 'El Athletic de Bilbao es el único club con un par de cojones porque tiene once españoles en el campo'»
Tomás Roncero prefiere no hablar de la guerra entre De la Morena y García. En aquellos años, él estaba en otra batalla: cumplir su sueño de ejercer el periodismo deportivo. Trabajó tres años en la Agencia Colpisa y once en el diario El Mundo. Antes, con 20 años, un pecado de juventud: colaborador en Mundo Deportivo y corresponsal en Madrid de La Vanguardia. La alusión a estos dos periódicos catalanes requiere, a su juicio, una explicación que no deje lugar a equívocos. «Colaboré en Mundo Deportivo en 1985 – dice – porque el entonces corresponsal en Madrid, Jesús Alcaide, ahora director de Real Madrid TV, me dijo que si podía sustituirle en verano. Yo tenía entonces 20 años y ese trabajo me permitía ir a los entrenamientos del Real Madrid y Atlético de Madrid; hacer relaciones y conocer gente».
La corresponsalía de La Vanguardia la ejerció desde 1989 a 1992. «Era un trabajo muy bien remunerado, pero sólo mandaba información muy concreta del Real Madrid cuando pasaba algo gordo. Del Atleti, de Pascuas a Ramos, y el Rayo entonces estaba en categorías inferiores. Recuerdo que una vez, el redactor jefe de Deportes, Enric Bañeres, me dijo que había estado tibio con el Madrid. Yo me hacía el loco. No podía decirles que era hincha del equipo porque me hubieran echado. Al final, cuando me fui para incorporarme a El Mundo, le confesé la verdad a Bañeres. Y él me contestó: 'siempre lo he sospechado, pero tus escritos eran correctos y, si había que ser crítico con el equipo blanco, lo eras con respeto».
Roncero dice que en las tertulias a veces se siente como el Quijote luchando contra los molinos - Foto: Juan LázaroEstas dos incursiones en la prensa catalana, dice, le ayudaron a conocer mejor al enemigo deportivo. Tomás era el caballo de Troya, el infiltrado que escuchaba lo que se cocía en los ambientes barcelonistas. Hasta que llegó el momento de poner las cartas bocarriba y gritar a los cuatro vientos su fervor madridista. Eso ocurrió el día 20 de mayo de 1998, cuando el Real Madrid ganó la séptima con un gol de Mijatovic. «Canté en la radio el 'You are the champions' y al día siguiente el jefe de Deportes de El Mundo me dijo que iba a despedirme porque estaba avergonzado. Se fue a hablar con el director, Pedro J. Ramírez, y no sólo no me despidieron, sino que le echaron a él al año siguiente».
En su defensa, argumenta que no le duelen prendas si tiene que criticar al equipo de Carlo Ancelotti cuando hay motivos para ello. «Es como cuando un hijo tuyo saca malas notas. Si he tenido que ser severo con el Madrid, lo he sido», afirma. Otra cosa es que se emocione y llore cada vez que el Real Madrid hace algo grande. «He llorado mucho cuando el equipo ha ganado de manera épica. No lo puedo evitar. Me sale el sentimiento del escudo y la grandeza de ser madridista. Sin embargo, cuando pierde, la rabia me impide llorar. Con la rabia no lloras, porque la ira te ciega. Los memes que se publican de mí llorando después de una derrota son falsos. Solo lloro con las victorias».
«Villarrubia tiene un sitio muy recomendable, 'El Mirador de La Mancha', con un Quijote de madera de 10 metros de alto»
Cuando le pregunto por los momentos más felices – en los que más ha llorado – se queda con estos tres: el gol de Sergio Ramos en Lisboa, cuando se ganó la décima contra el Atlético de Madrid; el gol de Mijatovic de la séptima en Ámsterdam, y la remontada en el Bernabéu contra el Borussia Montchengladbach, después haber perdido 5-1 en Alemania.
«En Lisboa, mi hijo mayor, que entonces tenía 10 años, estaba a mi lado y me decía: 'desde que nací, me has hablado de la décima y nunca llega'. Aquello me llegó al alma, no como madridista, sino como padre fracasado. Creo que le dije: aunque sea con el culo o con la mano, pero verás como la pelota acabará entrando. Cuando marcó Ramos en el 93, lloré como una magdalena y me sentí liberado como padre».
En el gol de Mijatovic le costó más tiempo romper a llorar. «Cuando marcó, me puse a reflexionar sobre todas las frustraciones vividas en la Copa de Europa con mi padre. Siempre nos eliminaba el Bayer de Múnich. Luego, pasados diez minutos, empecé a llorar». La noche de la remontada al Borussia (1984), al marcar Santillana el cuarto gol en el minuto 90, acabé abrazado a un señor que me decía: 'yo soy de Alcobendas'. 'Y yo de Carabanchel', le contesté. En aquel tumulto, como no había móviles, perdí a mi padre. Llegué a casa a la una y pico de la madrugada y me encontré a mi madre gritándole: '¡el niño!, ¿dónde está el niño?'. Estos tres grandes momentos que te acabo de contar se los agradeceré al Real Madrid toda mi vida».
Su primer hijo nació a las 13:30 horas y a las 18.00 horas le llevaron una bolsa a la habitación con el carnet de socio del Real Madrid y una camiseta pequeñita con su nombre: Marcos Santiago. Tuvo más suerte que el progenitor. «Yo tuve que esperar hasta los 16 años, porque había lista de espera. Mi padre tuvo que recurrir al alcalde de Villarrubia, que tenía amistad con un directivo del Real Madrid, porque no había manera. Lo pasé muy bien yendo al fútbol con él».
Como suele ocurrir en las mejores familias, no todos sentían esa pasión blanca que embarga a Tomás Roncero. Su abuelo paterno, Fernando, era del Athletic Club y le decía de pequeñito: «No hay nadie como el Athletic de Bilbao; el único club con un par de cojones, porque tiene a once españoles en el campo». No sé cómo se puede interpretar esto ahora, pero estaba muy orgulloso de su Athletic, el rey de Copas. También en la familia de su mujer hay algunos seguidores del Atlético de Madrid, pero ella prefiere que gane el Madrid porque «cuando pierde estoy unos días con el humor cambiado».
Podríamos estar hablando de fútbol con Roncero una semana, pero abrimos un paréntesis para hacerlo de los lugares de Villarrubia de los Ojos y de Herencia que le tienen cautivado. «Villarrubia (11.000 habitantes), además del Santuario de la Virgen de la Sierra, tiene un sitio muy recomendable, que se llama 'El Mirador de La Mancha', con un Quijote de madera de 10 metros de alto, cabañas bien equipadas, piscina, mini-zoo, un tentadero y un restaurante espectacular. Un carpintero, Valentín Rodríguez, decidió en su tiempo libre construir allí su sueño. Es un sitio increíble, con unas vistas preciosas de la vega». En Herencia (8.000 habitantes) recomienda pasear por su parque principal, diseñado en 1945, y visitar Los Pozos del Agua, en un paraje llamado La Pedriza, a cinco kilómetros del pueblo, con varias ermitas a las que se va en romería.
«El Real Madrid ha sido víctima del sistema arbitral. Lo digo así y me quedo tan ancho»
Sin salirnos de La Mancha, pero alejándonos de sus dos referencias familiares, anima a visitar las Lagunas de Ruidera, las Tablas de Daimiel, la plaza de Almagro, San Carlos del Valle, Campo de Criptana, Valdepeñas, Villarrobledo y Almansa, la ciudad donde nació Santiago Bernabéu.
¿Es cierto que el Real Madrid era el equipo de Franco? «Eso es un mantra. Franco era del Barça. Quería tener contentos a los aficionados culés y les daba todo lo que le pedían. Les quitó una deuda de 222 millones de pesetas y, cuando el club estaba a punto de desaparecer, les recalificó los terrenos de Les Corts… Mientras que el estadio Santiago Bernabéu lo hicimos los madridistas con una emisión de obligaciones del Banco Mercantil e Industrial. Sin ningún apoyo de Franco. Franco sólo iba al Bernabéu en la final de la Copa del Generalísimo porque tenía que entregarla. Pasaba olímpicamente del Madrid».
¿También es un mantra que al Madrid le favorecen los árbitros? «Por supuesto. El Real Madrid ha sido víctima del sistema arbitral. Lo digo así y me quedo tan ancho. Raúl García de Loza y Gracia Redondo, al que yo llamo 'Desgracia Redondo', nos mangaron dos ligas en Tenerife. El escándalo Negreira lo ha confirmado. Pagar siete millones de euros al vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros es decirle claramente: ayúdanos. Y claro que le ayudaron con dopaje arbitral».
«No me molesta que me llamen idiota. Me preocupa que me digan que saben a qué hora llegan mis hijos a casa»
Con casi dos millones de seguidores en Twitter (ahora 'X'), sólo ha bloqueado a tres o cuatro por insultos graves y amenazas. «A mí no me molesta que me llamen idiota. Me da igual. Me preocupa, eso sí, que me digan que saben dónde vivo y a qué hora llegan mis hijos a casa».
¿Quién es el mejor deportista español de todos los tiempos? «Rafa Nadal, con mucha diferencia del resto. Su grandeza como deportista me parece inigualable y su grandeza en valores, como persona, también me parece inigualable».
¿El mejor jugador del Real Madrid? «El más completo, decisivo y determinante, Cristiano Ronaldo. Ha habido otros jugadores ejemplares, como Zidane, Rául o Butragueño. A Di Stefano, Puskas y Gento les tengo admiración, pero no puedo opinar porque no los he visto jugar».
¿Juanito? «Está en mi corazón todos los días, como mi padre. Juanito era un hincha del Real Madrid que cumplió su sueño de vestir esa camiseta. Le conocí en el Mundial de Italia de 1990, y estuvimos hablando dos horas. Hubo un momento en el que me dijo: 'niño, me has contado goles míos de los que ni yo me acuerdo'. En aquel momento, ni Miss Italia me hubiera apartado de él. Siempre será un mito y una leyenda».
«Mi eslogan preferido: el que conoce La Mancha se engancha»
Los padres de Tomás Roncero se conocieron en las fiestas de Villarrubia de los Ojos (Ciudad Real) y a su familia paterna les llamaban 'Los Felisillos'. Eran los taxistas de la comarca y conducían unos coches Ford, de color negro, más conocidos como 'foritos'. Años después, decidieron comprar un autobús y emigrar al madrileño barrio de Carabanchel con sus tres hijos: Amparo, Rosalina y el pequeño Tomás.
«Volvíamos todos los veranos al pueblo. Al principio –recuerda Tomás –, pasábamos dos semanas en Villarrubia y otras dos en Herencia, pero, como las mujeres mandan, nos decantamos por Herencia, el pueblo de mi madre». Aquellas vacaciones marcaron su adolescencia. Lo que no podía hacer en Madrid lo hacía con total libertad en ese pueblo manchego, cuyo parque principal le traslada a momentos inolvidables.
El Madrid de los años setenta tenía sus riesgos. «Era la época de El Vaquilla y El Jaro y había bastante delincuencia. Algunos amigos acabaron enganchados a la droga. Yo sólo salía los fines de semana para ir con mi padre al Santiago Bernabéu, pero luego, en verano, con 16 años, tuve en Herencia mi primera novia y mi primera borrachera sana. Formamos un grupo que se llamaba 'Vandecopas' y llegamos a tener un equipo de fútbol sala, con más de doscientos socios. Todavía seguimos siendo amigos y celebrando cenas. Nos damos los buenos días y nos contamos nuestras cosas en un grupo de WhatsApp. Que si me voy a operar de una hernia, que si fulanito tiene problemas con la espalda…».
En Villarrubia dio en 2011 el pregón de sus fiestas patronales, como desagravio por sus ausencias y porque hablaba más de Herencia que de Villarrubia en sus escritos y tertulias. «Siempre he sido muy manchego. Recuerdo ese pregón con mucha emoción. Además, vino mi padre a acompañarme. Delante de dos mil personas pedí públicamente disculpas por mis ausencias del pueblo que me vio nacer y la gente estuvo muy cariñosa conmigo». También utilizó palabras y vocablos propios de esta zona de La Mancha: tuso, bacín, pachorra, galbana o pitorra.
«Herencia es el pueblo de la pitorra, un término comodín que sirve para todo. «Ahí va el tonto de la pitorra, ¡anda pitorra!, ¡vete a hacer pitorras! Como verás, es una palabra a la que le damos diferentes acepciones. Me encanta el humor manchego. Nosotros, en lugar de Lepe, tenemos Tomelloso. Un día, en 'El Chiringuito', un jugador retirado que había estado en el Atlético Manchego me hablaba muy bien de La Mancha. Y yo le dije: 'el que conoce La Mancha se engancha'». Desde entonces, es su eslogan preferido.
Su hijo mayor iba a llamarse Santiago, en homenaje a Bernabéu, pero topó con la resistencia de la madre. «A ella le gustaba Marcos – recuerda Roncero -, así que tuve que ponerle Santiago de segundo. Quería corresponderle a Don Santiago por manchego – nació en Almansa, Albacete – y por ser el artífice de la obra maravillosa del Real Madrid».