"La vida de escritor no la cambio por nada"

María Albilla (SPC)
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"La vida de escritor no la cambio por nada" - Foto: Iván Giménez

Es fácil leer La última función (Tusquets) de Luis Landero del tirón, como lo es imaginar al escritor de Alburquerque (1948, Badajoz) deslizando el plumín por el papel de alto gramaje escribiendo sin pausa de principio a fin la historia de Tito Gil, amigo con el que en los 80 se subió a los escenarios tocando la guitarra mientras Gil declamaba a García Lorca. Bien es cierto que es una fantasía pensar que la tinta pueda dar cuerpo a una obra sin pausa tal y como sugiere la imaginación, pero no lo es el acto romántico de que Landero siga escribiendo a mano pese a la robótica eficacia de un ordenador.

Y jugando con maestría con las palabras, el escritor vuelve a ese espacio tan suyo que discurre entre lo que es real y lo que es quizás soñado para hablar de esperanza y de segundas oportunidades, de la luz que puede surgir de las grietas de la derrota y de la cultura, la cultura como medio redentor de las personas y de los pueblos, muchos suspendidos hoy en el tiempo y despojados de su alma propia bajo la llamada España vaciada. 

Me ha parecido que ha escrito una novela que transita por un camino feliz. ¿Me equivoco? 

Yo creo que sí, que es una novela que tiene luz y tiene alegría y, mientras la escribía, yo lo sentía así. Es optimista, aunque tiene todos los elementos agridulces y melancólicos de la vida, pero aún así sentí esa luz y alegría aquí y allá.

Y en la que se ensalzan lo maravillosas que pueden ser las segundas oportunidades en la vida...

La vida ofrece segundas oportunidades, pero, a veces, hay que buscárselas, claro. Pero es verdad que nunca, nunca es tarde para cumplir pequeños o grandes sueños, en cualquier momento puede aparecer la chispa de esa segunda oportunidad o de los anhelos que no se cumplieron durante muchos años pero que, a una edad un poco tardía, de pronto aparecen las opciones.

En este caso, es verdad, los dos personajes principales tienen ya una edad, están en la primera madurez cuando, cosas que desearon en la juventud y que no hallaron, encuentran ahora su el camino. La vida a veces se saca de la chistera estas sorpresas.

Bueno, conseguir algo a la segunda es lograrlo casi a la primera.

Conseguirlo a la segunda puede ser incluso mejor, sobre todo en el amor. A veces se convierte en un modo más dulce, más consciente y humano. Y en el arte, también. Lograr las cosas en la madurez supone una ventaja, es más sereno, hay más humanidad que cuando uno es joven.

Y Ernesto, Tito Gil, el protagonista de La última función, es de los que busca esa segunda oportunidad... Es un romántico de manual.

Es un romántico en el sentido más inocente y puro del término. Es alguien que cree en el arte como un adolescente puede creer en el amor. Es un romántico primario, cree en el arte como... como... ¡Es que se me está cruzando, estoy recordándome a mí mismo cuando escribía poemas con 15 o 16 años! Tito tiene una visión profundamente romántica de la vida y elemental también.

Es una pena que en la vida no se pueda rebobinar"

Él vive para el arte.

Él es un artista completamente desinteresado que no le pide nada al arte a cambio de su entrega absoluta. Ni siquiera le pide éxito, ni fama, ni recompensa material. Es una entrega desinteresada, el arte por el arte. Es una cosa muy bonita que parece que no dice nada, pero dice mucho.

¿Y Tito, que es en realidad es un amigo suyo, es así?

¡Tito era así y es así con 86 años! El arte le da una plenitud que no necesita más que eso. Si hubiera conseguido algo de éxito, algún aplauso más y unas palmadas en el hombro, él lo hubiera agradecido, claro está, pero si no viene, no importa. El arte le recompensa todos los esfuerzos que puede hacer.

La gran pasión de Ernesto ha sido siempre el arte y, en concreto Federico García Lorca, por el que sentía un enamoramiento absoluto. Yo le conocí en los 70 y a todos los amigos nos admiraba su voz potente y profunda. Recitaba fenomenal a Lorca y también a otros. Lo sentía en lo más profundo. 

Yo a veces le hacía un fondo de guitarra, que era un divertimento para mí, pero él se lo tomó muy en serio y quiso que actuáramos ante el público y consiguió en el 86, en el cincuentenario de la muerte de Lorca, que nos contrataran para hacer una gira por EEUU, Francia, Marruecos... Entonces yo ya era profesor de instituto y llevaba muy avanzada mi primera novela, pero le acompañé por ahí.

¡Qué epílogo la novela para esta historia!

A él le ha gustado mucho porque de algún modo se siente pagado. Esta novela de algún modo le gratifica, le recompensa que alguien diga que fue un gran artista. Fue un artista puro e insobornable. Esto le ha dado mucha vidilla, ya lo creo.

Entre el conformismo y la fatalidad es fácil tomar el camino equivocado"

Y luego está Paula. Una mujer conformista, que sabe que tiene que romper el círculo por el que camina. Ella es ficción, pero puede haber tantas Paulas en el mundo...

En la realidad pasa muchas veces, que uno se deja llevar por lo que la vida le ofrece y dice, 'bueno, vale, pues así está bien'. Y luego, cuando pasan los años y ya es tarde para una segunda oportunidad, cuando las cosas son inapelables, es cuando viene el lamento de pero qué he hecho con mi vida, por qué no he hecho algo mejor, por qué no cumplí yo con mis afanes o, por lo menos, por qué no lo intenté... Ahí es donde aparece el demonio de la culpa, del fracaso, del remordimiento... Y eso es lo que le pasa a Paula. Es una pena que en la vida no se pueda rebobinar. 

Es que, como en la novela, a veces «el miedo hace lo que no puede hacer el amor».

En el amor, muchas veces se busca un refugio, alguien que te proteja o que te acompañe y esto se puede confundir con el sentimiento. Porque, ¿qué es el amor? En el fragor de la vida, a veces no sabes muy bien qué hacer y aparece alguien que te pone una mano en el hombro, que te ayuda y dices 'pues esto está bien, esto es lo que hay' porque la vida tampoco te ofrece más. Entre el conformismo y la fatalidad es fácil tomar el camino equivocado. 

Y sí, Paula es una malcasada que, de repente se ve en un matrimonio que no quiere y en una rutina odiosa. 

Pero ella es capaz de ver la oportunidad que le da vida y asume el riesgo, se sube a la moto. ¿Hay que ser valiente para cambiar de vida?

Me gustó la moto como en los cuentos aparece el hada madrina que te da con la varita y, de pronto, te ves metido en una aventura magnífica. Es que creo que esta novela tiene algo de cuento de hadas.

La novela tiene algo de cuento de hadas"

Pues yo lo primero que pensé es '¿dónde vas insensata, que no sabes quién es el de la moto'?

Es que ella está ávida de aventuras... así que de perdidos al río.

Esta novela es un homenaje al mundo de la farándula. ¿Qué es para usted el teatro?

El teatro es algo muy querido y cercano para mí. Yo fui profesor de la Escuela de Arte Dramático durante 18 años y siempre me ha gustado mucho el teatro porque siempre me ha gustado la ficción, el cine...

Es que a mí me hubiera encantado ser actor. Mis maestros eran John Wayne, Humphrey Bogart... Creo que desde la adolescencia me quedó todo ese mundo de ficción maravilloso de subirse a un escenario y que de repente te cambie la vida y te metas en el pellejo de otro y encarnar a otra persona. Es mágico. Todo lo relacionado con el cine y el teatro lo es.

El teatro, como todo lo que tiene que ver con el arte, tiene la capacidad de redimir a la gente de la rutina de la vida, puede desquiciarlos, sacar a la luz cualidades que no había ellos, puede obrar un especie de pequeños milagros...

¿No es ese el fin último del arte?

El del arte, la educación, el del conocimiento... Esto es lo que nos hace mejores. ¿Qué nos va a hacer mejores si no? Si en algo hemos avanzado moralmente las personas, la humanidad, se lo debemos al conocimiento, al arte. Se lo debemos a ello. Y, por supuesto, también a la educación, no solo en la escuela. También en la familia. Los valores que nos transmiten nuestros padres, esas cosas sencillas que a veces parecen tontas, la cordialidad, la amabilidad con el prójimo... Eso también es cultura, es una forma de arte de la convivencia. Todas estas cosas son las que nos hacen buenas personas.

Todos tenemos un mundo muy rico dentro que a veces no conocemos"

Tito Gil vuelve a su pueblo y no tarda en proponer a los vecinos hacer una gran representación colectiva con la que revitalizar el turismo y atraer a gente. ¿Volvemos a la cultura como salvación, pero esta vez de la España vaciada que pone como telón de fondo en esta trama?

No solo de los pueblos, sino de las personas una a una porque, de pronto, la gente tiene su momento estelar, personas que nunca han subido a un escenario lo hacen y descubren de ellas cosas que ni sospechaban que estaban ahí. Todos tenemos un mundo muy rico dentro que a veces no conocemos. El arte ayuda a que esto salga. Y luego está, claro, la ilusión colectiva.

Decía que, de joven, le tentó la interpretación. No llegó a subirse a los escenarios como actor, pero al menos tuvo la gira del 86.

Claro, claro. Lo que pasa es que empecé muy tarde a tocar la guitarra, con 16 años, lo que es una anomalía. Un instrumentista a esa edad tiene que estar ya prácticamente hecho, tener muy avanzado su oficio. Pero en el mundo del flamenco en esos días ocurrían estas cosas y, bueno, sí, fui guitarrista. ¡Y buen guitarrista a pesar de haber empezado tarde!

No me hubiera importado en otra vida ser músico y componer, quizá en el piano. Me gustaría vivir otra vida para ser músico y otra más para ser aventurero, del tipo Darwin o Livingstone, pero la vida de escritor no la cambio por nada.

De momento vamos por tres vidas, si sigue así me cuenta sus planes para las siete.

Una de las cosas estupendas de la vida es no cansarse de vivir. Eso es una de las cosas que más me admira por ejemplo de Don Quijote, que con sus 50 años de aquellos tiempos no se cansaba de vivir y se levantaba cada mañana y se ponía en marcha junto a Sancho pensando en qué le depararía el día. Esa pasión, ese no cansarse de vivir es una de las cosas más apasionantes que transmite ese libro.

Conseguirlo a la segunda es incluso mejor, sobre todo en el amor"

Y siempre inasequible al desaliento, con la valentía que imprime tantas veces la temeridad.

Lo suyo es renovar el sueño cada día y eso es lo maravilloso de Alonso Quijano y de tantos otros. Es una cosa que deberíamos aprender y practicar, pero, claro, una cosa es decirlo y otra cosa es hacerlo.

Y, probablemente, nos haría más felices.

Es verdad... vivir con ganas es clave para una razonable felicidad. Es que decir felicidad es demasiada palabra. Es una palabra que de tanto que quiere decir no dice nada.

La historia de Tito y Paula lleva la marca Landero, ese espacio tan suyo en el que no se sabe muy bien si lo que sucede es real o solo un deseo de lo que uno quiere que sea.

Sí, es esa zona difusa en la que la realidad y la ficción mezclan sus aguas. Es una cosa muy mía. 

Y también hay humor e ironía, otros dos clásicos de la casa.

Son dos herramientas maravillosas. Uno conoce desde la distancia y un modo de distanciar son el humor y la ironía. Hacen que las emociones cesen y queden en suspenso. Así te puedes alejar y ver las cosas con una lucidez nueva. Son un arma de conocimiento de primera magnitud.

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