Los visitantes que se acerquen al Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha, hasta el próximo 31 de diciembre, se verán sorprendidos por las inquietantes figuras escultóricas que van apareciendo de forma inesperada en distintas salas del antiguo Convento de Santa Fe, así como por una serie de vídeos que les invitarán a detenerse y plantearse preguntas. Forman parte de la muestra La cabeza incolora, de Bernardí Roig (Palma de Mallorca, 1965), uno de los artistas con mayor proyección internacional del actual panorama del arte español.
El creador muestra una selección de trabajos realizados en los últimos diez años que adquieren nuevos significados en los espacios de un lugar cargado de historia y de innovación, en el que el pasado y el presente se funden. A ellos se suman dos proyectos realizados específicamente para el museo: Una nueva y exclusiva versión del vídeo Naufragios del rostro (2015), postproducida por el centro de arte, que ocupa la gran pared lateral de entrada, y la instalación La luz que agoniza, una composición realizada con fluorescentes y acompañada de un autorretrato del artista hecho directamente sobre la pared, que se sitúa en el exterior, en un rincón cercano al claustro, que conecta dos patios y que se ha ganado recientemente para la exposición de obra.
Roig expone en Toledo después de tres muestras simultáneas en Málaga –en el Centre Pompidou, el Museo Casa Natal Picasso y la Colección del Museo Ruso–, donde rindió homenaje al creador del Guernica con motivo del 50 aniversario de su muerte, creando un relato artístico a partir de sus identidades y sus máscaras, con gran protagonismo de la figura del Minotauro, y antes de recalar, el próximo mes de mayo, en The Phillips Collection (Washington DC), con La cabeza de Goya, donde dialoga con la única figura del clásico en esta importante colección privada.
La obsesión por Goya, una fuente de inspiración permanente para él, se detecta en los 55 dibujos que le dedica, en los que explora el tema de la desaparición y de la permanencia, la influencia que determinados y geniales creadores siguen ejerciendo a través del tiempo en los amantes y hacedores de arte. La fijación intensa y feroz en la obra de Goya define a Bernardí Roig, un creador que trabaja con las obsesiones, que las explora hasta las últimas consecuencias. «Somos siempre el animal que perseguimos. Por eso hay que poner las obsesiones a buen resguardo del depredador que es uno mismo. Para mí son un nutriente continuo. Trabajo solo y en silencio, como la mayoría de la gente que se pasa todo el día dentro de su cabeza. Una cabeza finita y poblada de ausencias, como la de todo el mundo, aunque yo la intento rellenar con fantasmagorías, y a veces con purpurina», señala el artista.
Muchas de las obsesiones y búsquedas de Roig son compartidas con quienes recorren las salas del Convento de Santa Fe. La ceguera y la iluminación; la ausencia y la presencia; la ansiedad y la soledad contemporáneas; la memoria y el transcurrir del tiempo... De todo ello habla a través de sus hipnotizantes y perturbadores vídeos. Todo ello se refleja en las imponentes figuras blancas, realizadas en resina de poliéster y aluminio, calcos de personas reales, que se presentan en los lugares más insospechados del museo.
En el Centro de Arte Moderno y Contemporáneo de Castilla-La Mancha, se puede apreciar la amplitud y pluralidad del universo creativo del artista, abierto al dibujo, la escultura, la fotografía, el vídeo, la instalación..., así como su capacidad para transformar y transformarse con los espacios de acogida. Su obra dialoga con la de los artistas de vanguardia de la colección permanente, entabla complicidades con la arquitectura y la historia del lugar. «El espacio», explica Roig, «es la materia prima de mi trabajo. El lugar determina la elección de lo que lo ocupará y a partir de ahí hay que ir abonando lentamente la sintaxis entre el mismo, su memoria y las imágenes que lo van a habitar. Esculturas, dibujos, textos, películas, inéditas, o que ya han sido mostradas, se engastan ahora, por primera vez, juntas en el Convento, y yo soy el primer espectador de las nuevas rozaduras; en ese proceso es donde voy aprendiendo y creciendo».
Cuatro autorretratos del creador, que se van sucediendo; 365 instantes que discurren de forma ralentizada, componen el Naufragio del rostro, el espectacular montaje que saluda a los visitantes al comienzo del recorrido. Las imágenes fotográficas fueron tomadas entre el 24 de junio de 2013 y el 24 del mismo mes de 2024, a lo largo de un año en el que el artista se situó ante la cámara, una vez al día, siguiendo un mismo ritual; a primera hora de la mañana, con idéntica expresión de seriedad, pero con evidentes variaciones en el aspecto que dan cuenta de la evolución, de las transformaciones que ocasiona el paso del tiempo.
El vídeo indica ya el camino que marca el trayecto de La cabeza incolora, la exploración de la identidad, de la memoria, de los recuerdos, de las máscaras que el ser humano va adoptando en su discurrir. En un presente lleno de falsedades, donde tan difícil resulta alcanzar algún tipo de verdad, abocados al vértigo tecnológico, la obra de Bernardí Roig anima a reconocerse entre las incertidumbres, a perderse de mejor manera. «Una imagen es un espejo en el que vemos un rostro que arde, el nuestro. Es ese instante condensado que desmorona todas nuestras seguridades y donde nuestra mirada craquelada y fragmentada nos es devuelta para llevarnos a lugares que no habíamos imaginado nunca. Construye soledad, la centrífuga y luego la escupe en mil pedazos. Nosotros somos esos trozos», explica.
Poco a poco, tras el asombro inicial, en los distintos trechos del camino, se van mostrando las temáticas, las obsesiones, que han ido conformando el discurso del artista a lo largo del tiempo. La sorpresa aguarda al espectador en distintas salas del museo. Figuras y fragmentos de figuras salen a su paso sin previo aviso, haciéndole partícipe de una especie de juego en el que ha de ir encontrándose con las presencias. En la hermosa Capilla de Belén descubre una pieza clave, Autorretrato como espejo, que tanto dice de las búsquedas de Roig, y en la de Santa Fe no le queda más que dejarse cautivar por DSB, escultura realizada en 2018, a tamaño natural, de un hombre totalmente blanco, que, en el centro geométrico del ábside, se apoya en una estructura de contemplación desde la que mira y es mirado, con una luz que le atraviesa la boca y cancela toda posibilidad de habla, de comunicación.