Es la selección llamada a romper el orden preestablecido en el Grupo E. Japón lleva mucho tiempo instalado en la élite mundial (esta será su séptima presencia consecutiva en el torneo, segunda racha más larga para una nación asiática, solo superada por la de Corea del Sur con 10) y estuvo a punto de realizar una machada en la pasada edición de Rusia. Y es que tuvo a Bélgica, que acabó tercera, contra las cuerdas.
El equipo de Hajime Moriyasu compite en casi cualquier situación y esperará agazapado su oportunidad de robarle puntos tanto a Alemania como a España, las dos favoritas a clasificarse a la siguiente ronda. La Roja tendrá que jugar su último encuentro de la fase de grupos contra Japón, algo que podría ser una mala noticia de llegar obligado a ganar el bloque de Luis Enrique.
Moriyasu fue el primer seleccionador que hizo oficial su lista de convocados, en la cual no figuraron los jugadores del Celtic Kyogo Furuhashi y Reo Matate, principales ausencias de la llamada junto a la de Yuya Osako. A pesar de todo, el cuadro nipón podría alinear un once de garantías dando cabida al mítico Kawashima en la portería, formar una defensa con experiencia a todos los niveles con Tomiyasu, Yoshida, Itakura y Nagatomo; una medular poblada con tres futbolistas como Endo, Tanaka y Morita y una línea ofensiva con la inspiración de Kubo y el olfato de Minamino, y que Asano podría completar.
Precisamente Minamino, actual jugador del Mónaco y que pasó por las filas del Liverpool tras destacar en el Salzburgo, es la principal referencia de Japón, tanto en ataque como a nivel general. El ariete acabó la fase de clasificación asiática con 10 goles y cuatro asistencias y, a sus 27 años, afronta su primera participación en un Mundial.
El paso del equipo por la edición pasada, la de Rusia'2018, fue realmente positivo. En un grupo muy competido formado por Colombia, Senegal y Polonia, los japoneses fueron capaces de comenzar con victoria ante el cuadro 'cafetero', que a la postre quedó primero.
Tras esto, empataron (2-2) contra Senegal y perdieron por la mínima frente a Polonia en la última jornada. Guiados por los 'incombustibles' Shinji Kagawa y Keisuke Honda, el combinado nipón avanzó de ronda a pesar de empatar a puntos, a goles a favor, en contra, diferencia de tantos y en su duelo en el cuarteto. El criterio del 'fair play' fue el que decidió, por primera vez en la historia, la clasificación final.
Duelo loco
La ronda de octavos de final fue el techo del conjunto de Akira Nishino, que se vio las caras con una Bélgica potentísima, con una generación de jugadores en su plenitud.
Pese a todo, los asiáticos dieron el primer y el segundo golpe, ambos en una segunda parte de locura del partido más emocionante, quizá, de toda la competición. Haraguchi e Inui pusieron a su equipo en ventaja de 0-2 en cinco minutos. Pero los 'diablos rojos' reaccionaron y los tantos de Vertonghen y Fellaini igualaron la cita.
Cuando parecía que todo se decidiría en la prórroga, Chadli colocó el 3-2 en el añadido que eliminó al combinado nipón. Esa gran imagen, compitiendo en la más absoluta élite, guiará a los de Hajime Moriyasu en un grupo donde quieren dar guerra a España y a Alemania.