En la exposición temporal del Museo del Ejército 'Blancos, pardos y morenos. Cinco siglos de americanos de España en el Ejército', un cuadro al óleo del pintor Manuel Ramírez Ibáñez, pintado a finales del siglo XIX llamó mi atención por su composición. En el centro del cuadro, un guerrero con armadura, descubierto, está sentado al pie de un gran árbol y apoyado en una roca; sostiene su cabeza con la mano izquierda que a la vez tapa su frente y ojos en señal de abatimiento y reflexión; su mano derecha, caída sobre su pierna, refuerza la sensación de derrota. A su espalda, de pie, una bella mujer con plumas en el cabello y un pecho descubierto lo observa con compasión, mientras apoya su mano en el gran árbol que le da cobijo. A su derecha y un poco apartado, un soldado sujeta un caballo cansado y sudoroso; y en su brazal y casco se adivina la tenue luz de un amanecer.
Por la derecha, desfilan cabizbajos un grupo de soldados a caballo y a pie, con sus armaduras y alabardas bajo las primeras luces de un amanecer que anuncia una mañana grisácea. Sólo un caballero tiene fuerza para girar su cabeza y mirar a su capitán afligido.
Hay dos personajes que se adivinan a primera vista; Hernán Cortés y Malinche (Marina). Lo que describe el autor es la retirada de Tenochtitlan en la noche del 30 de junio al 1 de julio de 1520.
El recogimiento de Cortés parece revivir, de manera silenciosa, las fechas de su gesta, el 19 de febrero de 1519 cuando partió de la isla de Cuba; el 21 de abril cuando desembarcó en Villa Rica de la Vera Cruz; el 16 de agosto, cuando inició la marcha al interior para encontrase con Moctezuma; el 23 de septiembre cuando entró en Tlaxcala; el 8 de noviembre, cuando hizo su entrada triunfal en Tenochtitlan y se encontró con Moctezuma el rey del imperio mexica.
Cuando Moctezuma ya había realizado el solemne vasallaje al rey Carlos I y con la paz reinando en su imperio, apenas ocho meses después de su llegada, Cortés se ve obligado a salir de Tenochtitlan por la noche, en silencio, luchando a muerte, perdiendo el tesoro del rey, la honra y la gloria ganada. Pero eso ya es tiempo pasado. Su abatimiento nace de una profunda tristeza y dolor al saber por Alvarado, que iba en la retaguardia, que ya no viene nadie más, desde los dos puentes que han tenido que atravesar luchando. Han muerto «doscientos cristianos…y más de dos mil indios».
Quizás ha cruzado la mirada con el caballero que continúa la marcha y sabe que tiene que reponerse y reagrupar a su hueste dispersa y a los aliados tlaxcaltecas porque siguen en territorio enemigo y los mexicas le pisan los talones.
Su cabeza sigue trabajando…todo está sumido en una espesa niebla… ¿Qué había pasado? ¿Cuándo se produjo el cambio de situación? ¿Por qué se rebelaron los mexicas? ¿Tal vez cuándo desembarcó Pánfilo Narváez? ¿Por qué apedrearon a Moctezuma?
La noche ha terminado, y cada día tiene su afán. De los 80 caballos y yeguas de los que disponía sólo quedan 24 y desconoce si Tlaxcala sigue siendo su aliada, pues hacia allí se dirigen. 'Vae Victis'