En política es aconsejable no hacer lo que no se puede explicar. Un principio que a la vista de sus andanzas no ha tenido ni tiene en cuenta el socialista y expresidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, transmutado en patético blanqueador del régimen chavista venezolano.
Es un personaje que nunca estuvo en la política impulsado por la pulsión ideológica, a la manera como hemos conocido en otros líderes desde Felipe González a José María Aznar o Pablo Iglesias. Llegó a la primera fila desde un papel de figurante al que favoreció la suerte y la circunstancia de que dos personajes que en aquel momento tenían mucho poder -Alfonso Guerra y Pasqual Maragall- le utilizaron para cerrar el paso de José Bono a la Secretaria General del PSOE. El primero lleva años arrepintiéndose de aquella maniobra porque, creyendo que habían elegido a Bambi, pronto descubrieron que aquel «bobo solemne» -calificación del propio Guerra- no se dejaba manejar y empezó a desarrollar ideas propias. Algunas de ellas como la de prometer a Maragall que el PSOE haría suyo lo que decidiera el Parlamento de Cataluña - iniciativa que desembocó en el fiasco del Estatut- y fue el germen de toda la marea política que desembocó en el golpe del procés, cuyos flecos llegan aún hasta nuestros días.
Ahora, desdoblado de viajante defensor de los intereses del Grupo de Puebla y apologista de Nicolás Maduro -el autócrata venezolano que viene de perpetrar un escandaloso pucherazo electoral-, Zapatero no tiene un explicación decorosa para justificar su vasallaje al dictador. Desde que se celebraron los comicios y las escuadras motorizadas del chavismo desencadenaron una ola de terror, al menos una veintena de personas han sido asesinadas y se acercan al millar los detenidos, muchos de ellos menores de edad.
María Corina Machado, líder de la oposición en Venezuela y clara vencedora en los comicios del 28 de julio, le ha señalado con palabras que lo dicen todo: «Sobre Zapatero: el silencio es tomar partido. Y aquí no hay lugar para la indiferencia». Puesto que en la práctica actúa como un empleado llevando las relaciones públicas del régimen de Venezuela parece llegada la hora de desenmascarar a un farsante que iba por la vida dando lecciones de talante y buenismo pero parece que ahora las cobra.