La capilla de Belén es un pequeño recinto realizado completamente en ladrillo con una planta octogonal al interior y cuadrada al exterior, situado al sudoeste del actual claustro del antiguo convento de Santa Fe. Fabiola Monzón y Concepción Martín así describen este desconocido espacio en el informe arqueológico promovido por el Instituto del Patrimonio Histórico Español a la sombra del proyecto de restauración que el Ministerio de Cultura desarrolló en el lugar en 1999. Las labores se ejecutaron desde julio de 2000 a julio de 2003.
Casi oculta a las miradas públicas y abordado sólo en el ámbito de la investigación, esta sala continúa manteniendo -sobre su fecha de construcción- un debate abierto acerca de su filiación islámica o mudéjar, enraizado en las fuentes históricas y las características arquitectónicas de este pequeño edificio. De hecho, al recinto se accede por el hueco central de la pared oeste, ampliado y resaltado con una fachada en yeso y un arco conopial mixtilíneo que, citan, podría fecharse entre el gótico final y el renacimiento.
Recogida esta situación en el informe citado, las dos investigadoras «gracias a los hallazgos islámicos registrados» ofrecen una nueva visión de esta capilla «al quedar ceñida al que originariamente fuera patio musulmán». Partiendo de esta base y de las similitudes que existen con respecto a la mezquita de Bad al-Mardúm (Cristo de la Luz), se atreven a plantear «una nueva cuestión: ¿Es posible que esta capilla sea una obra califal vinculada a esas primeras construcciones regias y, por lo tanto, el precedente de la mezquita toledana?».
Ante ello, Monzón y Martín aprecian ser conscientes de que, de ser cierta la premisa, «estaríamos ante uno de los ejemplos más antiguos de la península, construido a la par que los ejemplares cordobeses». Sin embargo, y recurriendo a la cautela, instan a seguir indagando. Eso aunque, sentencian, «obra taifa o califal, constituye uno de los ejemplares más expresivos del arte hispanomusulmán».
A modo de conclusión, el estudio recoge que la denominada capilla de Belén es «una pequeña qubba -espacio cuadrado cubierto con cúpula- de diseño califal fue concebida durante el período hispanomusulmán como recinto religioso con acceso a un jardín, siendo utilizado como mausoleo a partir del siglo XIII y, probablemente, con anterioridad teniendo en cuenta los restos hallados en el subsuelo». Finalmente, aluden a que estas dependencias fueron suplantadas por otras hasta transformarse en el convento cristiano conservado, cuya distribución espacial en gran parte fue adecuada a las estructuras preexistentes. De hecho, su interior se ha conservado exornado con «temas marianos, estilizados ángeles, y una profusa y coloreada vegetación encuadrada en torno al siglo XVI».
Destaca su sistema de cubierta proyectada mediante una cúpula de nervios paralelos cruzados siguiendo los cánones de un diseño califal, estilo al que también responde la estructura y esquema de sus paredes este, oeste y sur, conformadas cada una de ellas por tres arcos de herradura redonda enjarjados, de los cuales el central quedaría abierto y los laterales cegados. Añade el informe que los restos de molduras de yeso conservados en las fachadas parecen formar parte de un revestimiento original, quizá de un alfiz que remarcaba los tres arcos, un arquetipo presente en la arquitectura andalusí al menos desde mediados del siglo X.
teorías e interpretaciones. La acepción más admitida en torno a la función y atribución de la Capilla de Belén es la de oratorio, un edificio de carácter religioso atribuido al rey taifa al-Ma’mún. Este planteamiento fue defendido por Clara Delgado en sus numerosos artículos, si bien la infructuosa búsqueda del minhrab fue debilitando esta idea que, sin embargo, fue retomada por otros muchos autores, destacando a Susana Calvo que encuentra ineludibles paralelismos con otros edificios islámicos
Esta investigadora señala que el ejemplo más próximo se encuentra en la mezquita de Bad al-Mardúm construida en el año 999- 1000 por una notable familia de alfaquíes. El que esta mezquita no conserve el minhrab dificulta establecer prototipos en esta ciudad, si bien hay ejemplos de minhrab monolítico en la primera mezquita de Córdoba, fechada en la primera mitad del siglo VIII, en donde se traduce en una decoración de nicho avenerado y algo cóncavo que guarda similitudes con otros edificios de Bagdad.
Por su parte, Arturo Ruiz Taboada se basa en las fuentes documentales referidas a la construcción por alMa´mun de los Palacios de Galiana -donde se encuentra el oratorio-, así como en estudios tipológicos de los elementos y sobre todo su comparación con el oratorio de la Aljafería de Zaragoza, con igual traza que el oratorio de Toledo, fechado en los mismos años de gobierno de al-Ma´mun.
Por ello, considera que, por extensión, no sería raro que su construcción pudiera atribuirse tanto al fundador de la dinastía Du-l-Nun, Isma´il alZafir (después de 1018-1043), que emprendió algunas obras en la alhama toledana, como al sucesor de al-Ma´mun, Yahyà al-Qadir (1075-1085) quien, aun a pesar de su breve y turbado gobierno, heredó seguramente de su abuelo un prestigioso círculo de artistas.
En este sentido, el investigador relaciona la construcción del oratorio con la decadencia del poder cordobés, cuando Wadih, el general de la Marca Media, marchó allí, o un año después cuando fue asesinado, las grandes familias toledanas, como los Banu Mateo, o el cadí Ibn Yias, se unieron para regir su territorio de manera independiente.
Y puesto que, continúa Ruiz Taboada, la bóveda que cubre el oratorio es de piedra, material que denota el carácter palatino del edificio así como su función religiosa, la filiación es claramente cordobesa ya que el esquema compositivo es exactamente el mismo que el de las bóvedas laterales de la maxura de la Mezquita de Córdoba. Este modo de construcción se observa en los arcos de la ampliación de la Mezquita de Córdoba por Almanzor en el 980. Sobre la investigación tradicional que considera al Cristo de la Luz como la referencia directa del diseño de la bóveda, el arqueólogo se replantear esta cuestión apreciando que Bab al-Mardum fue concebida para un ámbito urbano, mientras que el oratorio se realizó para uno palatino.
De ahí que afirme que no parece probable que una edificación de menor categoría impusiera esquemas o sirviera como referencia a una de mayor. De nuevo, reitera, el paralelo debe ser Córdoba, no sólo porque en ésta se producen durante la época del califato todas las bases del arte hispanomusulmán, sino porque en la mente de todos los gobernantes durante las taifas estaba el esplendor del califato de Córdoba, y trataron de rememorarlo en todo aquello que pudieron.