Tatiana Bezrucova Vilkova, nacida en Bielorrusia, desde donde se marchó a Ucrania y tiempo después, hace ya más de 20 años a España para trabajar, reside desde hace tiempo en Talavera de la Reina, donde vive con mucha preocupación la situación que sufre su país tras la invasión de Rusia el pasado 24 de febrero. Un conflicto que está viviendo en primera persona su propia familia, parte de la cual permanece en Ucrania para defender el país, así como numerosos amigos que, por decisión o por falta de medios o la imposibilidad de viajar continúan allí pese al temor causado por el avance de las tropas rusas y los constantes bombardeos.
Bezrucova recuerda a La Tribuna cómo se enteró nada más despertarse el pasado 24 de febrero que había comenzado el ataque ruso. Cuando ese momento llegó, su hermana Svietlana Pinzar, que vive en Ucrania, «ya tenía la maleta preparada desde hacía semanas porque ya les habían informado a ellos de que iba a suceder y estaban preparados». Pese a su deseo de permanecer en su país junto a sus hijos, finalmente abandonó Ucrania junto a su hija Nicol, de 14 años, con el dolor de dejar allí a sus otros dos hijos, mayores de edad, quienes permanecen en su país «apoyando en todo lo que pueden».
Svietlana y Nicol, ante la insistencia del padre de la niña, se pusieron en camino y «tardaron dos días en salir de Kiev y llegar a Rumanía», desde donde cogieron un vuelo para España, cuando lo normal es cubrir este trayecto en 11 horas. «Yo no dormía estos días, llamaba cada hora para preguntar dónde estaban, cómo estaban», explica Bezrucova, quien está viviendo con «angustia» esta situación.
«Me duele mi pueblo y me da miedo lo que puede hacer Putin» - Foto: Manu ReinoLa llegada de su hermana y su sobrina fue un momento «agridulce» puesto que a la tranquilidad de tenerlas ya a salvo se suma la preocupación de tener aún familiares y amigos en Ucrania, en pleno conflicto bélico. «Muchos no tienen medios, no tienen ni pasaporte», señala Bezrucova, quien pone el caso de una amiga con una hija con problemas de movilidad que no puede «coger en brazos a la niña y correr» y se refugia junto a otras familias en una vivienda que les han proporcionado unos conocidos. Otros permanecen en sus pisos, con el peligro que conlleva, y se plantean ahora intentar dejar el país.
Lo que les trasladan sus amigos es que la situación es cada vez más preocupante, con desabastecimiento de alimentos en los supermercados, donde se forman largas filas para intentar hacerse con los productos más básicos. Aprovechando esta coyuntura hay quienes han empezado a «saquear» las tiendas en ciudades como Kiev, donde no cesan de sonar las sirenas. Hay constantes cortes del suministro eléctrico, lo que impide incluso cocinar, aunque lo más grave, según les trasladan, es que se ataca por igual a «hospitales, donde están los niños, las madres, en la Universidad, donde se esconden» y a los autobuses donde subían civiles tras pedir un cordón humanitario para facilitar su salida.
«Yo estoy alucinando, es una masacre totalmente, a Putin le da igual, ¿cómo intenta entrar en Ucrania y poner sus normas?, ¿piensa que todos los ucranianos, la gente que vive en esta tierra, vamos a agacharnos y a hacer como que no pasa nada y a vivir con sus reglas?, es imposible, a la altura que estamos es imposible», reconoce Bezrucova.
Una visión que difiere de quienes viven por ejemplo en Bielorrusia, como otro hermano de Bezrucova, donde aseguran que los rusos han ido a Ucrania «a hacer limpieza, porque los ucranianos son terroristas», algo que «no es así», niega tajante Bezrucova.
Su hermana ha podido escapar de allí pero esta «persona alegre, a la que le gusta arreglarse», estos días es «como un fantasma andando por casa». «No duerme apenas, solo reza, solo habla con la gente, apoyando a su gente porque se quedaron sus dos hijos y muchísimas amigas en Kiev», explica Bezrucova.
Sus sobrinos se han quedado «para ayudar» de la mano de una ONG que cuenta con colaboración también de ciudadanos de Alemania y Rumanía. «Mandan vídeos todos los días, apenas hablamos con ellos porque dicen que no tienen tiempo ni para dormir, ni hablar, ni escribir, solo nos dicen hola, hola y corriendo cortan», indica esta talaverana de adopción.
Lo hacen para tranquilizar a su familia, pese a que en estos breves vídeos su madre ha visto cómo en apenas unos días han adelgazado «porque no duermen apenas». «Ella está preocupada, dice que hasta que no abrace a sus hijos no puede estar tranquila», indica Bezrucova, quien señala que su propia hermana tampoco duerme apenas y se dedica a hablar con sus amigos de Ucrania y a rezar.
Conscientes de las necesidades del país y de las ganas de ayudar de numerosas personas, Bezrucova invita a llevar alimentos no perecederos; material como linternas, mecheros o silbatos;medicamentos; y prendas térmicas como calcetines y guantes para ayudar a la población ucraniana.
Además, para Bezrucova, «lo más importante que pueden hacer los talaveranos es rezar, pedir a Dios, porque está por encima de todas las cosas». «Pido a la gente que rece, porque si Putin no para esto puede llegar aquí, esto va a afectar a toda Europa porque no va a parar con Ucrania», subraya, asegurando que este conflicto «puede salpicar a todos».
«Me duele mi pueblo pero me da muchísimo miedo lo que puede hacer Putin», sostiene, para añadir que los ucranianos quieren «paz y tranquilidad, vivir, disfrutar, viajar, no tener ninguna frontera, no vivir como Putin quiere, a base de control».
En cualquier caso, insiste en que «el pueblo ucraniano no odia a los rusos». «Cuando veo las muertes, me duelen los chicos rusos igual que ucranianos, son hijos de alguna madre», apostilla, para insistir en que «no podemos odiarnos» porque «el odio trae el odio». «perdonamos al pueblo ruso pero tememos que luchar porque queremos sobrevivir».