La Tribuna | TOLEDO
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Medalla al Mérito Turístico (1965), Medalla de Plata al Mérito en la Hostelería (1973) y Estrella de Oro a la Calidad Internacional (Business Initiative Direction, 1991), la Venta de Aires, el establecimiento hostelero más veterano de la ciudad de Toledo, cuenta desde ayer con un nuevo reconocimiento: la dedicatoria del Paseo del Circo Romano, en donde lleva instalado desde el año 1891. Emplazada, en palabras del historiador y genealogista Ventura Leblic, «en un paraje a medio camino entre las riberas del Tajo y el recinto murado de la vieja Santa Leocadia (el Cristo de la Vega), los muñones del Circo Romano que afloran por los alrededores, alguna que otra granja y pocas casas humildes más», la Venta de Aires nació como modesta casa de comidas -potenciada con un frontón y espacios para juegos populares- y pronto se revistió de halo dominguero merced a quienes la visitaban procedentes de Madrid, entre ellos los alumnos de la Residencia de Estudiantes que fundaron la Orden de Toledo. Muchos de estos visitantes, algunos verdaderamente insólitos por su importancia política o cultural, han dejado su firma en el libro de honor del establecimiento.
Todo comenzó con el matrimonio formado por el zaragozano Dionisio Aires Glaria y la toledana Modesta García-Ochoa Juanes. Ocho años después de casarse, en 1891, decidieron abrir un negocio que vendría a sustituir, prosigue Leblic, a «una humilde taberna o ventorro donde servían unos exquisitos cocidos y tapas a los obreros de la Fábrica, a los paseantes y devotos del Cristo de la Vega, los pescadores o bañistas del puente de San Martín y algún que otro trajinante en busca de alivio, conocedor del buen hacer de la cocina de este primer ventorrillo». Conocido el establecimiento por el deán de la Catedral, José Polo Benito, pronto se inició allí una tertulia a la que acabaron acudiendo desde Antonio Maura hasta Gregorio Marañón.
Fallecidos los fundadores en 1936 -Dionisio Aires fue fusilado, a los 84 años de edad- y 1939, el establecimiento continuó su andadura en manos de su hija, Carmen Aires. La saga familiar concluyó con el nieto de los fundadores, Antonio Moreno Aires, que regentó el negocio hasta 1988. Sus actuales propietarios son conscientes de la importancia histórica del establecimiento y han contribuido a potenciar la difusión del legado durante los últimos treinta años.