«La obra es una documentada muestra más de esas muchas intrahistorias del Cuerpo, de las muchas que ya conozco, de complicidad y participación en la vida cotidiana de los pueblos de España por parte de los hombres y mujeres de la Guardia Civil, y hasta de sus familias. Con ello, el autor refrenda lo que ha venido siendo el mayor anhelo de la Institución desde su fundación: fusionarse en el tejido social de la comunidad a la que sirve hasta confundirse y ser parte indisoluble de él». Son estas palabras de autoría de la Directora General de la Guardia Civil, María Gámez, dentro del prólogo que ha escrito para la obra La Guardia Civil en Lillo, de mi querido amigo Juan Gómez Díaz. Un nuevo título, el séptimo de este autor y Cronista Oficial, que fue presentado el pasado sábado en Lillo ante más de un centenar de personas, entre las que era palmaria la presencia de militares, guardias civiles y legionarios, y publicado por el prestigioso Foro para el Estudio de la Historia Militar de España.
Dedicar un libro a la Guardia Civil es algo que se hace necesario en nuestros tiempos. Esta necesidad reside en la idea de que la Benemérita constituye una parte imprescindible de la historia de España y, aunque algunos no quieran verlo así, es un elemento insustituible de nuestra autoestima nacional. Primero, porque desde su fundación el 13 de mayo de 1844 por el II Duque de Ahumada, la Guardia Civil no ha cejado en sus empeños fundacionales de defender a las personas y a las propiedades, conservación del orden público y auxiliar en el cumplimiento que reclame la ejecución de las leyes. Y segundo, para mí lo más destacable, es que la Guardia Civil se rige, antes que por cualquier normativa, por un estricto código deontológico que sus agentes llevan muy marcado en su actividad diaria, con la misma frescura con que lo hacía cuando se editó la Cartilla del Guardia Civil, publicada en 1845: «El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil; debe por consiguiente conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás». Este Instituto no es, ni más ni menos, que un garante de los valores esenciales que inspiran el recto comportamiento de los ciudadanos, una institución que ha sabido ir adaptándose de forma progresiva a cada tiempo renovando el mismo compromiso con el que comenzaron su actividad. Después de ciento setenta y siete años de labor, son una defensa eficaz de los derechos fundamentales y libertades públicas y un elemento estabilizador de la España democrática.
En cuanto al libro, que es de lo que hoy quiero hablarles, debo decirles que Juan me lo regaló dedicado hace ya algún tiempo. Sabe que me unen a él grandes afectos por todo lo militar, si bien es cierto que él se ha dedicado mucho más en profundidad que yo a estos menesteres. En un primer momento, pensé en esperar a leerlo en fechas cercanas a su presentación y al día de la Patrona, que celebraremos mañana. Finalmente, me decidí a leerlo la misma noche del día en que me lo dio. Es un libro breve, pero sustancioso, en el que los datos precisos y documentados que su autor nos aporta vienen acompañados de un corpus documental y fotográfico por medio del cual se comprende de una forma mucho más ilustrada el contenido de su texto. Juan Gómez ha tenido el acierto y la delicadeza de escribir un libro que compendia dos realidades a las que no se presta atención por considerarlas a veces muy cotidianas: la intrahistoria de un municipio y la intrahistoria del Instituto en su relación con el ciudadano. Y es que la vida de los guardias civiles que dieron vida al Puesto de Lillo, de cuya mayoría el autor da cumplida cuenta biográfica y fotográfica, terminaron por hacerse también vecinos del pueblo con todo lo que ello conlleva: desde los más cotidianos avatares de la vida de cada día hasta la implicación de estos guardias en el tejido social del municipio. Por tanto, la Guardia Civil cuenta con una intrahistoria que se concreta en lo más profundo del ámbito local y que Juan Gómez ha logrado, no sin esfuerzo, compilar, sistematizar y hacer atractiva a un amplio espectro de lectores. Quizá, por este motivo, haya querido elegir la estructura de libro que nos ofrece, y que va de lo más amplio a lo más concreto: la seguridad pública en el Antiguo Régimen, la fundación de la Guardia Civil, la Benemérita, la casa-cuartel, la Guardia Nacional Republicana, el Puesto de la Guardia Civil de Lillo y los guardias del Puesto de Lillo.
Y un detalle más: el libro es, además de un estudio documentado y sistematizado con muchas horas de trabajo, una vindicación sentimental cargada de un sincero respeto y de un auténtico y aquilatado afecto no solo a la Benemérita, sino también al Ejército y, por ende, a los principios fundamentales que inspiran nuestro ordenamiento jurídico en clave democrática y que nos hacen, hoy más que nunca, un poco más Patria. El libro de mi buen amigo Juan Gómez Díaz, así como sus muchos actos organizados y conferencias impartidas en pro del Instituto, son una muestra palmaria de su amor a España, y un ejemplo de lealtad a la tierra que nos ha visto nacer y que, por lo tanto, nos une a todos desde nuestra raíz.
Mañana, volveremos a celebrar un año más el Día de la Hispanidad. Y la Guardia Civil celebrará a la Virgen del Pilar, su patrona. La Benemérita sigue siendo un ejemplo de patriotismo y de integridad, de actualización y de tradición en el honor. Juan Gómez nos lo ha demostrado con su obra. Los guardias que salen a la calle cada día para defender nuestros derechos, también.