El actor José Prada de la Vega nació en la ciudad de Toledo un 15 de noviembre de 1891, apenas dos meses después de la terrible inundación que asoló la toledana ciudad de Consuegra, donde aún resonaban los terribles gritos de lamento de los vecinos que sufrieron aquella tragedia. Precisamente tragedias, pero también escenas de humor, de cotidianeidad, de seriedad y a veces de naturalidad, fueron las que protagonizó nuestro actor protagonista de esta entrega, quien en sus 115 películas supo como pocos de su época, transmitir sentimientos, pasión y dramatismo.
Su primera película fue Carmen la de Triana (1938), dirigida por Florián Rey, quien descubrió a José Prada como actor, motivo por el cual nuestro protagonista trabajó en diversas ocasiones para este consagrado director. Continuó su carrera artística con la película Mariquilla Terremoto (Benito Perojo, 1938) y con La canción de Aixa (Florián Rey, 1939). En 1940 aparecerá en dos nuevos trabajos: Gloria del Moncayo y La florista de la Reina. Después de trabajar en dos películas en el año 1941 (El hombre que se quiso matar y La doncella de la duquesa, le encontramos en 1942 trabajando en nada más y nada menos que en nueve películas, de las que destacamos Mi adorable secretaria (Pedro Puche, 1942), Malvaloca (Luis Marquina, 1942) y Un marido a precio fijo (Gonzalo Delgrás, 1942). Al año siguiente aparece en Café de París (Edgar Neville, 1943) y en Eloísa está debajo de un almendro (Rafael Gil, 1943). Ya en 1946 José Prada trabaja en una curiosa película basada en un trágico suceso real que ocurrió en Madrid, el conocido crimen de la calle Fuencarral, el cual hubo que ubicar por necesidades de producción en la calle de Bordadores y de ahí su título final, que fue El crimen de la calle Bordadores (cosas que tiene el cine) que escribió y dirigió Edgar Neville el cual refleja un bonito Madrid castizo de finales del siglo XIX.
Otro prolífico año de trabajo para Prada fue 1947, año en el que aparece en La dama del armiño (Eusebio Fernández Ardavín), en La princesa de los Ursinos (Luis Lucía) y en otras ocho películas. En 1948 lo encontramos en el estreno de Don Quijote de la Mancha (Rafael Gil, 1947) la versión más larga de la novela de Cervantes para aquella época y una más, de las muchísimas que se han hecho del ingenioso hidalgo.
Toledanos de cine (XI)Como sería demasiado extenso recordar todos los títulos en los que apareció José Prada, citaremos entre otros, Currito de la Cruz (Luis Lucía, 1949), Sangre en Castilla (Benito Perojo, 1950), Teatro Apolo (Rafael Gil, 1950) y El negro que tenía el alma blanca (Hugo del Carril, 1951). Aquel mismo año 1951, José Prada va a participar en dos películas muy aclamadas por la crítica como fueron Día tras día (Antonio del Amo, 1951), donde tenía el papel de un sacerdote que como dijo la crítica "conmueve al espectador, con respetuoso empaque y bondadosa prestancia", el cual ayudaba y cuidaba de un jovencísimo Manuel Zarzo que también se llevó muy buenas críticas del público; y la segunda sería Surcos (José Antonio Nieves Conde, 1951), donde realizó magistralmente el papel de don José, patriarca de la familia protagonista, siendo esta una dura película que mostró una realidad social que hoy vemos muy lejana, pero que fue la vida real de nuestros padres y abuelos hace no tantos años.
En la década de los 50, José Prada trabajó de nuevo con el director Rafael Gil en De Madrid al cielo (1951), con Antonio del Amo en Puebla de las mujeres (1953), con José María Forqué en El diablo toca la flauta (1954) y con José Gutiérrez Maesso en El alcalde de Zalamea (1954). De aquél mismo año 1954 recordamos dos películas más en la filmografía de Prada: la famosa El pescador de coplas, dirigida por Antonio del Amo y protagonizada por el cantante y actor Antonio Molina y la más famosa aún, Marcelino, pan y vino (Ladislao Vajda), donde Prada hacía el papel de fraile comprensivo y cariñoso, con aquel joven Marcelino. No podemos olvidar otro título importante en el cine español y en la filmografía de Prada, como fue Muerte de un ciclista (Juan Antonio Bardem, 1955), donde la espléndida Lucía Bosé y el genial Alberto Closas completaban un casting fantástico en esta joya del cine negro español. Al año siguiente Prada participó en El pequeño ruiseñor (1956) donde el pequeño Joselito fue dirigido por Antonio del Amo, quien descubrió a este niño prodigio de la canción; por otro lado, ese mismo año Prada participaría en otras diez películas, siendo uno de los años más prolíficos en su vida artística. En 1958 en la película La venganza (Juan Antonio Bardem) Prada tuvo el papel de Santiago "el viejo", si bien esta película fue considerada por algún periodista de la época, como gafada, debido a los diversos accidentes ocurridos durante su rodaje, como el que le sucedió a nuestro paisano al caer de un caballo en una de las escenas por lo que le tuvieron que echar seis puntos de sutura en la cabeza o el percance ocurrido al actor Raf Vallone, quien con una hoz se destrozó un dedo en otra escena. Por si no fuera poco y debido al tremendo calor manchego, el equipo de aquel rodaje sufrió una insolación por la que tuvieron que ser atendidas varias personas. Ya en los años 60, encontramos a José Prada de la Vega en las últimas películas en las que participó como El balcón de la luna (Luis Saslavsky, 1962) con Lola Flores y Carmen Sevilla, Samba (Rafael Gil, 1965) con la inolvidable Sarita Montiel y por último Fray Torero (José Luis Sáenz de Heredia, 1966).
Prada se casó con la voz de Gina Lollobrigida, es decir, que se unió en matrimonio con Carmen Morando, conocida actriz de cine, teatro y doblaje de aquellos tiempos, que dobló entre otras, a la citada Gina Lollobrigida, a Jennifer Jones o a Mirna Loy. Se la considera una de las precursoras del cine de doblaje en España. El matrimonio tuvo dos hijas.
José de Prada fue un actor al que la crítica siempre ha considerado como muy poco valorado por los directores con los que ha trabajado, ya que en determinadas películas demostró su valía y capacidad de interpretación (como por ejemplo en Surcos), aunque en otras ocasiones desarrolló papeles muy poco significativos, como ocurrió en El hombre que viajaba despacito. Como contraste, fue un actor requerido por algunos importantes directores del momento como Rafael gil, Ladislao Vajda (del que ya hemos hablado en esta sección) o Nieves conde. No podemos olvidar que otros tantos directores y de muy dispares estilos entre ellos, también contaron con el carismático Prada, como los citados Juan Antonio Bardem, Edgar Neville o Joaquín Romero Marchent. Precisamente por el bagaje profesional y su dilatada carrera como actor, sorprende a algunos críticos el hecho de que a José Prada no se le concediese ningún premio ni reconocimiento, demostrando –una vez más–, que sigue habiendo muchísima gente olvidada en el mundo del cine español, que esperan ese reconocimiento del gran público, aunque sea tardíamente a título póstumo.
José Prada llegó al mundo con inundaciones terribles y también se fue con otras riadas (19 de agosto de 1983) en esta ocasión en el norte, concretamente en Bilbao, donde se sufrieron unas terribles riadas provocadas por la gota fría, algo similar a lo ocurrido 91 años atrás, cuando nació nuestro protagonista de hoy. Falleció en Madrid, lugar donde desarrolló prácticamente su vida laboral y donde se consagraría como uno de los más recurrentes actores de reparto de la historia del cine español, cuyo rostro –aún hoy- nos despierta cariño, ternura y mil recuerdos casi olvidados de nuestra infancia.