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Camino del coto de caza y el arroyo Ramabujas, van surgiendo diversos restos de fibromento. Se ven sin dificultad enormes trozos de tuberías, algunas enterradas, otras a ras de suelo. Al llegar a la finca, a escasos trescientos metros de algunas urbanizaciones de Vía Tarpeya, el espectáculo es dantesco. El espacio parece una elevación artificial. Hacia el cauce del arroyo, sobresalen un sinfín de tuberías. Y el suelo, en ocasiones gris, deja entrever los restos de amianto enterrados. Basta con el movimiento de la multitud de conejos que viven en la zona para ver ese polvo en movimiento. Dando la espalda al arroyo, se ven más elevaciones claramente artificiales. Sobre las capas grises, que parecen también polvo de amianto, aparece tierra de un color distinto al entorno. Pero lo peor está en el cauce del arroyo, dominio público, según advierten las cuatro entidades que han llevado el asunto a la Fiscalía del Estado. Allí no cabe duda: hay toneladas de amianto enterradas, ya sea en forma de tuberías, ya sea en polvo cancerígeno. El agua ha convertido parte de este polvo en lodos y parece que lo está arrastrando hasta el Tajo. De hecho, apunta el portavoz de la Asociación de Vecinos El Tajo, Víctor Villén, la situación es tal, que han surgido tres meandros nuevos en el cauce. No sólo eso, señala, sino que aguas arriba, la situación es peor, y hay depositados unos doscientos camiones de amianto.
Ecologistas en Acción, El Tajo e IU (la Plataforma en Defensa del Tajo excusó su ausencia) acudieron ayer a la zona para explicar su denuncia ante el Fiscal General del Estado. No les preocupa tanto las cantidades de amianto allí enterradas, como las repercusiones que puede tener para la salud y para el medio ambiente. Hay amianto enterrado cuanto menos, advirtieron, en el paraje de Ramabujas, el dominio público del cauce del arroyo y la finca Calabazas Altas.
La historia. Gracias a la presión de los vecinos del Polígono y de IU, en 2004 la Junta inició la limpieza de Ibertubo, para sacar de allí todo el material cancerígeno. Sin embargo, como explicó el edil de IU Aurelio San Emeterio, el depósito de todos estos restos es muy anterior. Los vecinos tienen constancia de que sobre 1998 la fábrica, «por su propia iniciativa se deshace de parte de ese material, que termina aquí». Aunque eran muchos los que tenían conocimiento de la situación, no ha sido hasta que se ha tomado consciencia de la peligrosidad del material cuando han saltado las alarmas. Ya en 2004, desde varios estamentos, como la Asociación de Vecinos o IU, se pidió a la Junta que también se limpiaran todas estas zonas.
Villén advirtió ayer que todas estas toneladas de amianto son peligrosas. No les vale a los vecinos la explicación de la Junta, de que no pasa nada si no se toca, dado que el paso de conejos y caballos, las inclemencias del tiempo y el arroyo están haciendo que los restos se deterioren y vayan al ambiente y al Tajo. Durante la anterior legislatura, recordó San Emeterio, los vecinos ya denunciaron esta situación y él como concejal se lo transmitió a la Junta, que es autoridad competente, así como a la Confederación Hidrográfica. Ante su falta de actuación, estos cuatro colectivos han decidido dar otro paso más y comunicar a la Fiscalía esta situación para evitar en el futuro afecciones a la población y el entorno.
Desde Ecologistas en Acción, Roberto Carlos Oliveros, advirtió sobre todo el peligro que estos elementos tiene para la salud pública, algo que será más acusado en cuanto más pase el tiempo y más afecten los agentes meteorológicos. Hay peligro para la salud pública de las viviendas del entorno. También trae importantes afecciones en los ecosistemas de la zona. El colapso de la biodiversidad en torno al arroyo es evidente.
Para los colectivos denunciantes, le corresponde a la Junta determinar responsabilidades sobre el amontonamiento de amianto en el medio ambiente. Pero a partir de ahí, las administraciones deberán tomar cartas en el asunto y limpiar todo el entorno, como hicieron con Ibertubo.