La columna de hoy debería estar centrada en todos los acontecimientos políticos vividos en la última semana. Seguramente, también estaría obligada a analizar todo lo visto y oído en este mes de Brumario en el que, como es ya tradición, se encienden prematuramente las luces (se entiende que las de Navidad).
La columna debería calificar de infames y vergonzosos los esfuerzos de parte de la clase política por mantenerse en el poder, como así ha quedado de manifiesto, especialmente, estos tristes días. Sería también oportuno escribir sobre la indignación que produce en una parte mayoritaria de la opinión pública, que esa clase política asuma el relato de aquellos que quieren marcharse y romper esta nación. Tragar con los argumentos de aquellos que han sido condenados por la justicia y que, lejos de pedir perdón, reiteran que volverán a delinquir de forma desafiante y supremacista. La columna, este martes, debería criticar a quienes quieren desvestir a los jueces de sus togas y puñetas, para juzgarlos y someterlos a la voluntad y mezquindad de sus oscuros y autocráticos intereses políticos.
Esta columna no hablará de la vergüenza que, para la nación más antigua de Europa, supone la imposición de un mediador (o relator, que lo del nombre es lo de menos). Una bofetada en la gran historia de un país admirado durante siglos. Especialmente, por su transición política que tantas bondades y bendiciones ha concedido a sus ciudadanos en los últimos cuarenta años.
Lo más lógico, para la columna de hoy, sería incluir varias preguntas con difícil respuesta: ¿Los españoles ya no seremos iguales?; ¿Veremos a los jueces sentarse en el banquillo de los acusados por aplicar la ley? Y quizá, la cuestión más importante: ¿cuándo y cómo terminará esto?
La columna de este penúltimo martes de mes, también podría ser un alegato en defensa de todos aquellos ciudadanos que, de forma pacífica y democrática, han decidido plantar cara a lo que consideran un atentado a sus intereses y derechos cívicos. Una columna reivindicativa de todos aquellos valores que hacen al colectivo que los defiende, sentirse ejército de la verdad y de la dignidad. Cada uno en sus diferentes responsabilidades laborales, familiares, privadas o públicas, pero unidos ante la amenaza de la desigualdad y la desunión.
La columna de hoy podría ser un aplauso para todos ellos. Especialmente, para los jueces y magistrados que quieren ser eso: gestores responsables de la justicia. Una columna-homenaje para todas aquellas organizaciones, asociaciones, colectivos e instituciones que, en las últimas semanas, se han visto obligadas a dar un paso al frente para defender los principios básicos de una democracia del siglo veintiuno.
Pero, no. La columna de hoy no va a hablar de lo arriba descrito. Quiere tener como epicentro al Black Friday. Le deseo, estimado lector, una buena compra el próximo viernes. Los anuncios que nos bombardean estos días deberían recordar, que no siempre lo más barato – y en ocasiones más populista-, es lo mejor. Vamos, que no se puede comprar cualquier cosa a cualquier precio, aunque parezca una ganga.
A la larga, lo barato, siempre sale caro.