Ejército y alfabetización

Antonio de la Cruz
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Las funciones de control de la enseñanza primaria estuvieron a cargo del Ministerio de la Guerra a través de los inspectores generales de las armas y cuerpos, pero al desaparecer este cuerpo en 1893, pasaron sus funciones a los capitanes generales

Ejército y alfabetización

Los fenómenos de educación de masas, no solo han tenido lugar en instituciones ligadas per se a la educación. En este sentido, son de destacar las acciones pedagógicas encaminadas a aumentar los niveles de alfabetización de las milicias, siendo una constante en los distintos ejércitos en Europa. En España, el primer intento constatado tiene lugar durante el trienio liberal (1820-1823), creándose unas escuelas inspiradas en el pedagogo inglés Joseph Lancaster, y que dio origen a centros establecidos en los regimientos para enseñar a leer, escribir y contar. 

La instrucción a analfabetos continuó con la iniciativa en 1844 del general Gutiérrez de la Concha (marqués del Duero) que con el apoyo de la Sociedad Económica Matritense instituyó en los regimientos escuelas denominadas 'escuelas regimentales de primeras letras' en las que la tropa aprendía a leer y escribir correctamente, y recibir conocimientos de aritmética.

Estas funciones de control de la enseñanza primaria estuvieron a cargo del propio Ministerio de la Guerra a través de los inspectores generales de las armas y cuerpos, pero al desaparecer este cuerpo en 1893, pasaron sus funciones a los capitanes generales de los distritos o regiones militares. 

Ejército y alfabetizaciónEjército y alfabetizaciónComenzado el siglo XX, se produjo un impulso de estas escuelas, incorporando la obligatoriedad, por ley de 1912, de que el soldado no debía salir de filas en estado analfabeto. Se reguló su funcionamiento y su método, se dotó de materiales pedagógicos adaptados, y el tiempo diario dedicado por el soldado alumno, así como el nivel exigido al instructor o maestro. Los capitanes generales inspeccionaban el resultado de los exámenes de tal manera que asegurasen que al terminar el año de servicio no hubiera ningún analfabeto. También se fomentó con premios basados en reducciones de cómputos de tiempo de servicio en filas. En este sentido también se favoreció el desarrollo de la gimnasia en base también a pruebas físicas.

La segunda república ahondó en temas de extensión cultural y la creación de bibliotecas para el soldado.

Pero la Guerra Civil y la posterior dureza de las condiciones de vida por la postguerra introdujo nuevos índices generales de analfabetismo y pobreza cultural. Fue a través de una acción conjunta estatal, en el marco de un ambicioso plan de extensión cultural para adultos, donde el Ejército lo integra en los cuarteles y por esta vía, los reclutas incorporados al servicio militar, clasificados según su nivel de instrucción, recibían clases para evitar, unos, el analfabetismo, otros, para completar la instrucción básica completa. 

Se pone, pues de relieve la fundamental acción del Ejército español en regular la educación reglada de adultos, en crear modelos y métodos de enseñanza, y siendo consciente de la situación de atraso cultural del soldado llegado a filas, poner todos los medios con los que contaba en aras de reducir dicha brecha y así hacer descender las tasas de analfabetos que causaban en sí mismas el propio atraso de la nación y la imposibilidad de su desarrollo económico y por ende de acceso y disfrute a las variadas formas de cultura.

Qué mejor manera de conmemorar el reciente Día de las Bibliotecas en nuestro Museo del Ejército que con el reconocimiento de la extraordinaria labor docente llevada a cabo por el mismo durante los siglos XIX y XX en beneficio de quienes, incorporados a filas, no habían tenido oportunidad de escolarización.