Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Antonio Casado Poyales

13/11/2023

Este pasado viernes se ha distinguido con la condición de académico numerario de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo a Antonio Casado Poyales: historiador, bibliotecario, escritor y muchas cosas más.
Antonio Casado es una persona culta, afable y accesible con la que se puede hablar largamente sin renunciar a pasar un rato agradable, divertido e instructivo. Un señor que, sin ser ni un comercial ni un político, te saluda desde lejos y te sonríe antes de darte la mano con ánimo sincero de charlar y ocuparte un rato.
Un talante muy de agradecer en tiempos en los que tendemos a acercarnos a la gente sin más alta mira que hablar de nosotros mismos para desahogarnos, contar alguna desgracia, hacer algún traspaso emocional o vender lotería; para volver a irnos antes de que nuestra víctima propiciatoria abra el pico sin acertar a decir más allá del socorrido: bien, sin entrar en detalles.
Lo bueno de Antonio Casado, lo cual es especialmente atractivo para tipos vampíricos como yo, es que puedes hablar con él y/o simple y llanamente deleitarte escuchándole. Yo, reconozco que soy muy de escuchar, lo que aparte de convertirme en alguien indefectiblemente aburrido, reconózcame que tiene su punto y su público en una época en la que nos pone tanto oírnos sin dejar de mirarnos al ombligo.
Pero lo mejor es que con Antonio Casado siempre se extienden las escuchas y las conversaciones; y uno acaba abriéndose, sincerándose sobre esas cosas irrelevantes que dan sentido a nuestras vidas: libros, Historia, historias, cuadros, vino, comida, el siglo XVI, cine, viajes…
Por eso, y no quiero parecer objetivo, escribo con la única pretensión de no serlo, si no han leído sus libros, escritos, o no han asistido a sus charlas y conferencias, es un buen momento para acercarse a ellos; no se van a aburrir y van a despertar su curiosidad y ganas de indagar sobre esas pequeñas cosas que hacen interesantes a las personas.
Solo concluir diciendo que me gusta que este reconocimiento coincida con la concesión del Premio Cervantes a un dignísimo heredero de la escritura cervantina como es Luis Mateo Díez.
Estos galardones me hacen reflexionar sobre los caminos tan inefables que recorre la posteridad; y me congratula que, por muy vanidosa y caprichosa que sea, en ocasiones se encapriche de gente mesurada y sabia. Esa clase media de la discreción que serenamente cimenta camino al andar, sin sectarismos, sin dogmas a cara perro, sin ningunear ni despreciar a los que no piensan como ellos, sin más estilete que el buen hacer. Tipos corrientes que hacen cosas hermosas, sin estridencias ni dobleces, respetables.
Tipos que saben ganar y perder escribiendo sin concesiones, día a día, ese libro tan duro y poco ponderado que es el elogio a la normalidad y a la dignidad. Ese ensayo que últimamente tanto funambulista de las palabras vende apócrifamente escrito en humo, porque no se atreve a publicarlo, negro sobre blanco, con su nombre.