Se cumple este mes de mayo una década desde que Fernando Franco me llamara para escribir unas letras cada jueves en La Tribuna. Creo que no fallé ninguno, porque tengo dicho que escribir es vivir y sentirte despierto. Así han pasado cientos de artículos, lector, que ya valdrían para envolver una piscifactoría entera. La década que cambiamos peligrosamente y apareció Pedro Sánchez en nuestras vidas. O aquella en que triunfó una moción de censura y nos metió de lleno en la progresía triunfante y sin igual. La década en que cambió Toledo con El Greco y llegó el Rey Nuevo… Alto, guapo, distinto, preparado… La Familia Real más republicana que tuvo nunca España y que ahora se reinventa en la sonrisa y los cabellos de Leonor. La década de Page, su increíble forma de hacer política y poner a Castilla-La Mancha en el candelero de los noticieros nacionales. Una década, en fin, de periodismo local sin estridencias, donde me he sentido cómodo, muy cómodo, saludando desde esta ventana cada semana.
Elegí el jueves porque era el día justo en mitad de la semana. Algo parecido por lo que el Papa Urbano IV pensó en él para instituir el Corpus. O ya de manera más laica pero divertida, Chesterton escribió una de las mejores novelitas del siglo XX… El hombre que fue Jueves. El Jueves es también el día de la Eucaristía y el Amor Fraterno y, como dijo luego San Agustín, el cristianismo es una cosmogonía de amor, por lo que puedes amar y hacer lo que quieras. La Tribuna es un ejemplo de buen periodismo, sentido y comprometido con su entorno. Hacer periodismo local o regional en estos días de ruido y furia en las redes no es sencillo. Cuando nos acosan los poderes desde todos sus entornos, abrir un espacio de reflexión y dimensión de la realidad, no resulta fácil. Un periódico es la ordenación del mundo para los lectores que confían en él. Y La Tribuna lo hace con profesionalidad, delicadeza y conocimiento. Cuando se habla de las cosas, hay que hacerlo con fundamento y determinación. Los patrones de los hechos comunes no valen para fenómenos locales. Y esto La Tribuna lo tiene claro. Por eso lleva tantos años en la región y le ha cogido el pulso de manera tan clara y serena. Nuestro mundo en las dos Castillas no se entendería sin La Tribuna. Y eso ahora debe ser un acicate para los compañeros que diariamente la elaboran.
La nueva etapa que echó a andar con Paco Rodríguez hace algunos meses está llena de ilusión y ganas de trabajar. Ahora que uno se encuentra también en el papel de los editores, no hay que dejar de reconocer su labor, a veces ardua y complicada. En este sentido, Míchel Méndez Pozo ha sido uno de los hombres comprometidos con la tierra que ha seguido reinvirtiendo en ella contra viento y marea. Y luego, el equipo, con mi incansable Lucía al frente y su impresionante capacidad de trabajo. No me gusta hablar en exceso de medios ni periodistas, pues no somos noticia. Pero una década escribiendo juntos, es para celebrarlo. Gracias.