Sobre todo han recibido mensajes ofensivos a través del teléfono móvil o internet. Pero también han sufrido difamaciones y difusión de rumores sobre su persona, llamadas anónimas para intimidarles y el robo de las contraseñas de sus redes sociales. La mitad de los alumnos de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) ha sufrido o sufrirá durante sus estudios acoso escolar a través de las nuevas tecnologías, conocido como ciberbullying. El ciberbullying es una forma de acoso escolar que tiene unas secuelas más graves. Se puede padecer durante las veinticuatro horas al día, y sus víctimas tienen mayores índices de depresión y una posibilidad mayor de suicidio. Es un acoso no presencial que el niño por lo general vive en silencio, sin contarlo, y es muy difícil de detectar. Es un problema para el que ni es solución el cambio de centro, que sí funciona en ocasiones con el acoso directo.
La enfermera Blanca González ha elaborado en Toledo un estudio en dos centros educativos (un instituto y un colegio privado concertado) sobre la incidencia del ciberbullying. Y ha detectado que un 46,8 por ciento de los alumnos de primero y tercero de ESO dicen haber sufrido alguna vez acoso escolar a través de las nuevas tecnologías, y un 2,2 por ciento de los alumnos sufren acoso severo. Se trata de una cifra, advierte González, que está convencida de que se puede extrapolar al conjunto de los centros educativos de la región. Así lo quiere demostrar en un futuro a partir de la ampliación del estudio en una tesis doctoral con dos o tres colegios de cada provincial. «Pero estoy convencido de que los datos van a ser prácticamente iguales, porque estos centros no tienen ninguna característica especial», advierte.
El trabajo de González se enmarca dentro de un trabajo de fin de máster, y ha contado con la colaboración de la Consejería de Educación y los centros educativos objetos del estudio, y el asesoramiento del sindicato Satse. La enfermera cuenta con experiencia laboral en centros educativos, y había observado ya algunos casos de niños que acudían a ella con problemas motivados por el acoso escolar a través de las nuevas tecnologías. Unos contaban directamente el problema, y otros unas consecuencias claramente sintomáticas. A partir de ahí, comenzó a estudiar el problema, y decidió elaborar el trabajo sobre esta lacra. Hasta ahora no existían estudios sobre ciberbullying en Castilla-La Mancha, por lo que González tuvo que recurrir al asesoramiento de una catedrática universitaria del País Vasco, que fue quien la proporcionó el cuestionario básico.
Comenzó el trabajo en dos centros escogidos de forma aleatoria con el visto bueno de la Consejería y de las directivas de los mismos. Rellenaron el cuestionario de forma totalmente anónima un total de 190 niños de primero y tercero de ESO. Tras el análisis de los datos, estos comenzaron a mostrar cifrar alarmantes.
El prototipo de víctima de ciberbullying es el de un niño débil en cuanto a defectos físicos o sentimiento más a flor de piel. También son víctimas los hiperactivos, porque por su propia condición a veces incordian al resto.
Soluciones. Sólo el 37 por ciento de los niños acosados se lo comunican a sus padres. El 30 por ciento se lo cuentan a los compañeros. Y el 32 por ciento no se lo cuentan a nadie. Por lo general, lo primero que hacen es comentárselo a sus amigos, antes que a un adulto. Eso suele ocurrir, explica González, porque a veces los padres reaccionan de forma desproporcionada, quitando, por ejemplo, la conexión a internet o el móvil. «Esa no es la forma, evidentemente», advierte.
González apuesta para dar solución al ciberbullying por la concienciación temprana de los niños, la detección y la actuación. A raíz de este estudio, la enfermera está preparando un artículo destinado a la enfermería, centrado en la repercusión sanitaria del ciberbullying, y otro a la educación, que busca una respuesta contra esta conducta. A su juicio, los observadores tienen un papel muy importante a la hora de evitarla. Pero mayoritariamente se callan.
Los estudios dejan manifiesto que los niños que se dan cuenta de que un compañero está sufriendo acoso escolar no lo cuentan. No lo hacen, porque no saben diferenciar bien lo que es «ser un acusica», de denunciar algo que está dañando a una persona. Además, tienen miedo de que si abren la boca pueden ser los próximos blancos en el acoso. Para González, su papel es fundamental.
La sociedad española ya se va enterando de lo que son los malos tratos, pero no ha dado hasta el momento tanta importancia al acoso escolar, y menos cuando es a través de redes sociales. En consecuencia, hace falta educación, y no como algo aislada. En ese sentido, González apuesta por una asignatura específica, se llame como se llame, que explique este tipo de conductas.
El estudio propone entre sus soluciones para prevenir el ciberbullying comenzar a educar a los niños desde edades muy tempranas en el buen uso de las nuevas tecnologías. Más teniendo en cuenta que les dan ordenadores en quinto curso. Nadie les dice que no escriban lo que no dicen a la cara, que tapen la webcam o que no den sus claves a nadie. Hay que trabajar desde temprano, no sólo poner sanciones ejemplares cuando aparece el problema. Como no se puede evitar el contacto con estas, hay que comenzar desde Primaria a concienciar en torno a su uso, y siempre con el control de los padres.
Del estudio también se desprende que el 43,4 por ciento de los niños, desde edades muy tempranas, tienen el ordenador en su habitación, conectado a internet, y fuera del control parental, y hasta un 93,1 por ciento el móvil. Son los que tienen más riesgo.
En consecuencia es fundamental, determina González, que el entorno detecte los síntomas del niño que sufre ciberbullying. Es un pequeño que se vuelve retraído, duerme peor e intenta no hacer relaciones de familia puede estar sufriendo acoso escolar. También busca caminos más largos al colegio, y pone excusas para no acudir a clase. El ciberbullying se puede hacer las veinticuatro horas al día, y el niño que lo padece se sobresalta, por ejemplo, cuando suena el teléfono.
De ahí que sea necesario, concluye el estudio, no sólo educar en los buenos usos de las nuevas tecnologías a los niños, sino también a padres y profesores. Y hacer protocolos de actuación contra el ciberbullying dentro de los colegios, algo que en la actualidad no existe. De hecho, en la gran mayoría de los colegios no está ni contemplado dentro de las normas de convivencia. Lo que sí se está dando en estos momentos por parte de la Policía Nacional es una serie de charlas preventivas del uso de las nuevas tecnologías en los centros escolares que así se lo solicitan. González aplaude la iniciativa, pero pide más. A su juicio, «con una vez no vale, habría que hacer tres o cuatro sesiones al año, pero a profesores, alumnos y padres».
Porque muchas veces el propio profesorado y los padres tienen falta de preparación, una brecha digital, que les impide detectar y responder al problema. No se trata de desidia, advierte González, sino falta de entrenamiento y formación, y sobre todo de protocolos de actuación.
El ciberbullying, advierte González, es un problema serio, que puede llegar a suicidios. De ahí la necesidad de un protocolo de actuación por parte de la Consejería. Se necesita un clima de confianza por parte de las familias, profesores preparados, y actuar en cuanto que se detecte. Y que se apliquen las mismas normas a todo el mundo, y tratar de que no se dé publicidad. Cuando la cosa va a más, ahí están la policía y el juez de menores.