Señalan varias presuntas irregularidades en la residencia de ancianos Benquerencia

J. Monroy | TOLEDO
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El centro no quiso admitir una reclamación oficial fuera de horario de oficina, y los familiares de una usuaria tuvieron que recurrir a la Policía para que levantara acta, y recurrir a la Consejería

Fachada de la residencia Benquerencia en el Polígono - Foto: David Pérez

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En esta ocasión fue un problema con la ropa de su abuela. Cuando Ana Isabel Escolante llegó a la residencia Benquerencia, se encontró a la anciana helada de frío y con sólo un vestido de verano. Con una enfermedad que la hace tener la hemoglobina muy baja, y sin calefacción, la mujer tiene más frío siempre. La familia ha pedido en varias ocasiones que no le pongan un vestido de verano. De forma que al ir a buscar su ropa, Ana Isabel no la encontró en su armario, y al final descubrió que estaban en el armario de otra interna, todo ello, cuando las prendas están marcadas. Así que fue a presentar otra reclamación, no para que enciendan la calefacción, sino «para que abriguen a mi abuela con su ropa». Ya ha presentado un buen número de ellas. Pero en esta ocasión se percató de algo de lo que hasta ahora no se había dado cuenta: lo que hasta el momento había presentado no eran otra cosa que sugerencias, no hojas de reclamación oficiales. Ahí empezó otro nuevo calvario.

Ana Isabel exigió una hoja de reclamaciones y sugerencias oficial. Pero no se la quisieron admitir. La persona que estaba en recepción le dijo que la dirección no le daba permiso para poner el sello de entrada, y que necesitaba la autorización de un superior para hacerlo. Se lo consultaron por teléfono y la respuesta fue que no podía presentar la reclamación si no era en horario de oficina. Era en torno a las ocho de la tarde. Ana Isabel explica que «si en un centro oficial que está abierto pides una reclamación oficial, te la tienen que sellar». Así que llamó a la Policía, que levantó acta. Pero aunque los agentes advirtieron de que en el centro estaban obligados a admitir la reclamación, siguieron sin hacerlo «porque hay una directora nueva y está de vacaciones». Finalmente, Ana Isabel ha tenido que presentar dos impresos oficiales ante los Servicios Periféricos de la Consejería de Sanidad y Asuntos Sociales, uno por el mar servicio con la ropa, y otro por no haberle admitido la queja.

Suma y sigue. Lo ocurrido esta semana viene tras un sinfín de quejas por escrito de la familia de Ana Isabel Escolante por lo que a su juicio es un mal servio por parte de la residencia Benquerencia hacia su abuela. Hasta ahora, sólo le habían facilitado impresos internos sin ningún valor legal, y de los que no se quedaban con copia. Los familiares los presentaban y al día siguiente les llamaban por teléfono, asegurando que se iba a arreglar la situación, cosa que pasaba, o no. De hecho, ya se llegó a producir una reunión con la antigua doctora, asistente social y auxiliares «porque había un montón de quejas». A partir de estas, asegura Ana Isabel, se impidió el paso a los familiares al comedor y la planta superior de la residencia. «Te tapan los ojos para que no veas», se lamenta.

Hace unos ocho años que los dos abuelos de Ana Isabel entraron en la residencia. Cuatro después, murió su abuelo. Los problemas comenzaron «casi desde el principio, porque con mi abuelo ya había cosas que no nos gustaban». Pero fue cuando él falleció, cuando se agravó todo. Ella comenzó a quejarse de malas contestaciones por parte de los empleados. Después tuvo un problema de salud con un ojo en el que al final perdió la visión. Cuando le salió una úlcera, necesitó lágrima artificial. En la residencia, denuncia Ana Isabel, «no le echaban las gotas, según las enfermeras, porque mi abuela se salía al jardín y al patio». El ojo empeoró y la familia llevó a la mujer a Urgencias, donde les dijeron que la úlcera se había reproducido por no echarle las gotas. Al final, la anciana quedó ingresada, y en el hospital mejoró. Pero al volver a la residencia, empeoró de nuevo, hasta que dejó de ver.

Con el otro ojo también ha habido problemas con una operación de cataratas. El primer día de la operación, no le pudieron intervenir, porque la mujer había desayunado. En la segunda ocasión, el problema fue que en la residencia le echaron las gotas en el ojo equivocado. Todavía no se ha producido la operación.

En otra ocasión, denuncian los familiares, la mujer se cayó de la cama por la noche, y no recogieron hasta por la mañana en turno de la siete de la mañana. Se puso mala por el frío y se quedó afónica. «¿Dónde estaban hasta esa hora?», advierte Ana Isabel.

Otra queja presentada por la familia tiene que ver con los pañales. En estos momentos, advierten, sólo les dan tres pañales al día, y no dejan a los familiares cambiárselos, a no ser que traigan su paquete propio. El problema es que «cuando mi abuela dice que por favor la lleven al servicio, le dicen que se lo hagan en los pañales», denuncia Ana Isabel. Han hablado con otros residentes y todos están en la misma situación.

También han detectado problemas con las pastillas. Hay que tener en cuenta que personas como la abuela de Ana Isabel están muy delicadas de salud. En ocasiones, sus familiares han detectado la falta de pastillas. Al requerirlas, la respuesta ha sido que se han acabado, y que están esperándolas. Otras veces, han descubierto las pastillas de una semana en el bolso de la abuela. La respuesta de los enfermeros es que hay poco personal, y que sólo pueden facilitar las pastillas, no estar pendientes de que los ancianos se las tomen.

Las quejas de la familia con enfermería van más allá. Denuncian que en ocasiones han solicitado su ayuda al ver a la mujer tiritando con fiebre, y la respuesta de la enfermera ha sido que iba a merendar, y ya la atendería cuando vuelva.

Este diario ha intentado ponerse en contacto con la residencia Benquerencia para escuchar su versión de lo ocurrido, y desde allí se han limitado a remitirse a la Consejería de Sanidad y Asuntos Sociales. Esta sí se ha comprometido a estudiar lo ocurrido y dar explicaciones.