Esta columna tenía que ser una defensa de la conservación del edificio del antiguo Cine Calderón pero por culpa de la procrastinación perpetua que me caracteriza, para mi desgracia, y por el tema que ahora ocupará este espacio, he tenido que dejarlo. Para otro día. Todo en orden.
Esta semana se han conocido los datos de natalidad del año 2023 y son los más bajos desde hace muchos años, desde 1941 exactamente. Si ya solo o en pareja la escasez de tiempo es el gran enemigo del ser humano en este afortunado, por otra parte, primer mundo, imaginar tu día a día con criaturas dependientes a tu alrededor, no invita a la reproducción. Y es, sin duda, incomparable, inimaginable, maravilloso…pero agotador y prácticamente incompatible con el ritmo de vida de este momento. Y lo es en nuestra familia, a pesar de que nuestros horarios son lo más acordes posibles con los pequeños, en otras, sin ayuda, sin abuelos, sin extraescolares por doquier, es imposible, directamente.
Para escribir es necesaria una concentración mínima, un poquito de silencio, seguir la idea, consultar datos, recordar qué pensaba yo de esto o de aquello, qué me cabrea y motiva…y con dos niños alrededor es absolutamente desquiciante. Porque, ya me perdonarán por contar sus intimidades, pero cada jueves, el papá de las adorables criaturas se los lleva toda la tarde para que yo haga algo medio decente, pero esta vez ha surgido un imprevisto y se han quedado con mamá. Entonces uno pinta la mesa, que se puso nueva este año, con rotulador permanente, otra quiere cenar a las seis de la tarde, cuando en su vida lo ha pedido antes de las nueve de la noche, ver los Minions, comer fresas y después que lo quite porque le dan miedo; el uno, otra vez, decide liarla con el bote de la sal, tomando cucharadas como si fuese un manjar y con unas consecuencias que no voy a detallar pero nada agradables ni para él ni para los que estábamos a su alrededor; a su vez, tenía que hacer una ficha de clase y debe ser que eran de canto porque cada palabra la vociferaba…y así, así, así decidí que adiós al Calderón y hola a normal, normal que cada vez seamos menos.