Saltillos con mucho que torear

Dominguín
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Cierre de la feria del Alfarero con un pobre balance artísico. Sólo se vieron detalles de Andrés Manrique

Terminó la edición XVI del Alfarero de Oro de Villaseca de la Sagra y lo hizo con el balance más pobre en lo que se refiere a triunfos y a resultado ganadero. Como colofón estaba anunciada una novillada propiedad de José Joaquín Moreno de Silva, ganadería de Saltillo, de los llamados encastes minoritarios. Novillada un tanto desigual en la presentación, pero con seriedad y romana alguno de ellos.

El novillero Guillermo Valencia abrió plaza en sustitución de su compañero Ángel Sánchez, cogido el día anterior. Valencia estuvo precavido en su primer novillo, más por la mala actuación de su cuadrilla, que quiso ver un toro malo y peligroso donde había uno colaborador y sin peligro. El novillero se dio cuenta de la buena condición del utrero, que pasaba y tomaba los vuelos de la muleta sin codicia, pero pudiéndole instrumentar muletazos con ambas manos.

Destacaron dos tandas con la mano derecha que levantaron los olés del respetable, pero un mal uso de los aceros le privó de trofeos al novillero. En el segundo de su lote, Guillermo Valencia se topó con otro ejemplar serio y con cuajo de toro, por el que estuvo con oficio y voluntad. Mal uso de los aceros, quedando su labor en palmas del respetable.

Louis Husson se presentó en Villaseca como representante del país galo, pero la empresa a la que tenía que hacer frente le vino grande, tanto a él como a la lamentable cuadrilla que le acompañaba. Alguno de sus banderilleros ayer demostraron en Villaseca que no todo el mundo puede vestirse de torero, sobre todo cuando hay que dar la cara contra animales serios, con trapío y complicaciones. Las dos faenas de Husson fueron cortas, medidas y sin querer demostrar que se tiene ganas de ser figura del toreo. Mató mal a sus dos animales, incluso recibiendo algunos pitos del respetable.

Sólo Manrique se salvó, en parte, de la quema.En su primer animal, estuvo animoso con el capote y poniéndole mucho corazón desde que salió el utrero a la plaza. Ya con la pañosa en la mano, se le pudieron ver detalles de buen toreo al colombiano, aunque la faena fue intermitente, con falta de continuidad. No acertó con los aceros, lo que le privó de haber podido tocar pelo.

El último de la tarde y de la feria fue un novillo con cuajo y envergadura de toro, al que lanceó de forma maravillosa con el capote pegado a las tablas. Tras brindar su animal, se fue a los centros y llamó al de Saltillo, que se le vino como una exhalación, propinándole una tremenda voltereta que le hizo subir varios metros del suelo. Milagrosamente, se salvó de la cornada, aunque es posible que el colombiano pueda tener alguna lesión  no comprobada en el momento. A partir de ahí bajó la intensidad de la faena y entre que el animal necesitaba firmeza y el novillero estaba mermado de facultades, se dedicó a estar poco tiempo delante y abreviar en su labor.

Pobre balance el de la última tarde del Alfarero, en la que los novillos de Saltillo merecieron un mejor trato por parte de los toreros y menos labores de barreneros de los del Castoreño, que se dedicaron a picar de forma indiscriminada a los novillos de Silva, yendo algunos hasta en tres ocasiones al caballo.