Hoy me levantaré como muchos españoles y encenderé el televisor para ver la cabra. No tanto para contemplar los pitos o abucheos preventivos de Pedro Sánchez, que eso ya cansa de tanto saberlo. Del Día de la Hispanidad molan los trajes de Leticia, la barba del Rey y el atuendo de las infantas. Cuando tocan el himno de España, por supuesto, siempre que no haya una farola en el medio. Momentos como La muerte no es el final me erizan el vello y acabo con un nudo en la garganta. Pero, sin duda, lo que más me pone y espero es la cabra, la cabrita de la Legión, o el macho cabrío, carnero, que a veces también lo llaman. Es su presencia alegría viva, paso marcial, gorro militar. Corre que se las pela igual que sus amos, como si vinieran a invadirnos de África. Me enternece y hace sacar el biberón. Son estas asociaciones raras que tiene la vida sin apenas explicación. Qué hace un carnerito entre fusiles y escopetas. Norit pide la custodia internacional.
Y, sin embargo, no está mal elegido el animal para la causa. La cabra siempre tira al monte y España es de mucha montaña. Entre apriscos y roca parece verse mejor la situación política de los que hace ya mucho se echaron al monte. El macho cabrío era el icono de las brujas, lo inmolaban en sus aquelarres, era la representación viva del demonio en carne. De ahí que la cabra devenga en cabrón y toda su circunstancia. Pero es que no sé qué literatura tiene la cabra, cuando la insultan y hablan de la puta de la cabra y la madre que la parió. Es un final muy triste, porque se muere y nadie sabe por qué. Yo me acuerdo de las cabras que venían de pequeño a mi calle con la trompeta, la silla, el organillo y un embudo. Era una manera de decirle al mundo que las cosas no eran para tanto, si al final lográbamos que una cabra se sentara en una silla. Desde Heidi no he visto cabras tiernas que me hagan llorar.
Lo cierto es que la cabra no pasa por su mejor momento y mucho menos los ganaderos. El vaciado que se ha llevado a cabo en explotaciones a cuenta de la tuberculosis caprina ha sido estremecedor. Muchos han dejado el oficio, abocados a la ruina. Es cierto que la economía del agricultor no ha sido siempre boyante; pero es que la del ganadero ya cierra por derribo. Algo habrá que hacer si queremos comer carne, aunque igual los veganos lo solucionan todo con las plantas. Además, una pata de cabra siempre da buena suerte. O era de conejo, que ya no me acuerdo. Miraré la ley de bienestar animal, a ver qué dice.
La cabrita de la Legión me hará saltar las lágrimas nuevamente. Los niños la esperan como la estrella del desfile y es la que más aplausos concita de los asistentes. Luego llega la Guardia Mora, que va más lenta y se recrea. Cualquier día les aplican a todos la memoria histérica y dejan los uniformes para retales. La Hispanidad es una fiesta espléndida que hermana pueblos y recuerda lo grande de nuestra Historia, aunque algunos se empeñen en negarla o utilizarla para tapar sus vergüenzas y fracasos, como el populismo mexicano o bolivariano. Si hubieran llevado la cabra en la Pinta, la Niña o la Santa María, se la hubiesen comido de pura hambre, como bien saben nuestros amigos de Puy du Fou. Una visita por el parque también es buen plan de jueves festivo. La cabra es simpática por los cuernos… Quien más, quien menos ha tenido un ataque en su vida. Ponga un par de cuernos a su depresión. Y aplauda a la cabra cuando pase por la tele, poniéndose de pie.