Esta estación es una ruina

M.G
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La inseguridad, la suciedad y las deficiencias son la estampa habitual de un edificio que renovó su imagen hace 12 años

Las escaleras mecánicas de la estación llevan mucho tiempo sin repararse - Foto: Yolanda Lancha

Se suele decir en la arquitectura moderna que los edificios dialogan entre sí, también consigo mismo, pero lo cierto es que unos saben hablar y otros se quedan mudos ante el olvido y el abandono, como le ocurre a la estación de autobuses de la ciudad, que luce una renovada imagen exterior desde hace más de una década, gracias al proyecto del Estudio A.I.A. que diseñó una nueva piel exterior en acero cortén, pero ni con esas consiguió salir de la marginalidad en la que se encuentra desde hace  años. 

La estación de autobuses asoma sus problemas desde hace varias legislaturas, pero ni la Junta ni el Ayuntamiento terminan de dar con la tecla que garantice una prestación de servicio de calidad, acompañada de actividad comercial y seguridad a pesar de que el edificio es parada obligada de ida o de vuelta de miles de viajeros a diario.

La escasa vida del interior del edificio se centra en la oficina de información, la cafetería y dos pequeñas tiendas de comestibles que acompañan a varios locales cerrados sin expectativa de actividad aunque desde el Ayuntamiento se ha sacado a concurso en varias ocasiones su arrendamiento, pero el poco atractivo de la estación ha terminado por enterrar cualquier emprendimiento.

El mal que atañe a la estación de autobuses de Toledo no es singular, lo comparten las estaciones de Córdoba, Almuñécar, Benidorm, y de otras muchas ciudades, aunque mal de muchos no supone un consuelo y la de Toledo pide a gritos una solución que la permita salir de la situación de inseguridad, de las deficiencias que acumula y de una falta de vida que únicamente le correspondería si se hubiera planificado una nueva estación o intercambiador como ocurre en las ciudades que han abandonado las antiguas infraestructuras.

La estación de autobuses acumula sucesos y anécdotas como para publicar un libro. Su remodelación prometía y aseguraba su futuro, contando con que hace seis años la Junta planteó incluso poner en uso la primera planta como oficina de empleo. Sin embargo, la realidad ha jugado en contra y la estación sigue prestando servicio  diario en condiciones muy regulares, con las escaleras mecánicas averiadas y sin recambio por su antigüedad, averías frecuentes en el ascensor y otras deficiencias que condicionan la actividad. 

A esta situación se suma un creciente clima de inseguridad que ha saltado a los medios de comunicación varias veces y han obligado al sindicato UGT,  a los trabajadores y a los usuarios a solicitar vigilancia permanente a pesar de la presencia habitual de la Policía Nacional y Local.

Sin ir más lejos, el pasado 2 de febrero terminó siendo una jornada para recordar. Se produjeron un par de peleas en el interior de la estación por la tarde y alrededor de las diez de la noche los agentes de la Policía Local terminaron deteniendo a un individuo por robarle el móvil a una usuaria. Una estampa que no sorprende, pero sí inquieta desde hace tiempo. De estos capítulos violentos hay más,  se suman agresiones a conductores, consumo de drogas y otros sucesos relacionados con la falta de vigilancia. 

De momento, la estación no dialoga con el Casco ni con la del AVE, que se encuentra a un kilómetro, a pesar de que las administraciones conversan desde hace meses. Por ahora, esta estación es una ruina, como ocurría con la casa del célebre título de una película protagonizada por Tom Hanks hace treinta años.