Más allá de su carácter áspero, de los enfrentamientos con la prensa y de sus múltiples anécdotas en el pelotón, Federico Martín Bahamontes quedará para siempre como el primer español que se abrió camino en el Tour de Francia. El toledano se coronó de amarillo en París en 1959, y marcó la estela seguida después por Luis Ocaña, pedro Delgado, Miguel Indurain, Óscar Pereiro, Alberto contador y Carlos Sastre.
La ronda gala le tiene en estima. Y es por algo. Marcó una época. Y no fue un gran dominador de la clasificación general. Solo la ganó una vez. Pero las seis victorias en el gran premio de la montaña le hicieron acreedor del título de Mejor Escalador de la Historia del Tour para sus organizadores. Él siempre 'menospreció' los siete de Richard Virenque. Y el Tour le dio la razón.
El idilio con el país vecino arrancó en 1954. El seleccionador español había visto las dotes escaladoras de Bahamontes en el sur de Francia y lo incluyó en el equipo del Tour de ese año. Se centró en la lucha de la clasificación de la montaña, y la logró, tras imponerse también cimas míticas como el Aubisque.
El español que se abrió camino en FranciaAhí se forjó su leyenda de corredor excéntrico. El helado en la cita de La Romèyre fue malinterpretado como un gesto para remarcar su superioridad con el terreno empinado, pero la realidad es que sufrió una avería en una rueda y tenía que esperar a la asistencia para poder realizar el descenso en condiciones de seguridad.
En 1955 participó por primera vez en la Vuelta a España, con un modesto vigésimo primer puesto, mientras que destacó en la Vuelta a Asturias y la subida al Monte Agel. No corrió el Tour por una lesión en la rodilla.
Sin embargo, los focos se dirigieron hacia el Águila de Toledo definitivamente en 1956. Después de los rifirrafes con Jesús Loroño en la Vuelta a España, en la que acabó cuarto, Bahamontes no pudo terminar el Giro. Ya en el Tour, empezó a resaltar con un puñado de magníficas actuaciones en las etapas de montaña. También fue cuarto.
En otra encarnizada pelea con Jesús Loroño, este le quitó al toledano la Vuelta de 1958, aunque la montaña sí que fue para Bahamontes. Por lo demás, no pudo brillar en el Giro por una caída, mientras que en el Tour de aquel año, un mal arranque le colocó a más de media hora del primer clasificado, aunque comenzó una remontada en los Pirineos, con dos triunfos de etapa, que le llevó a ser primero en la clasificación de la montaña y octavo en la general. Además, se impuso en dos campeonatos de España: el de 100 kilómetros en línea, en el que batió el récord de Telmo García de 1928, y la carrera de montaña de Bermeo.
Ya en 1959, Fausto Coppu le aconsejó que fichara por el equipo que estaba formando, el Tricofillina Coppi, patrocinado por una marca de brillantina para el pelo. Años después, el toledano reconoció que la intervención del italiano fue fundamental para convencerle de que podía luchar por el jersey amarillo del Tour.
Pero su principal objetivo, la Vuelta de ese año, fue un fiasco. Abandonó en la segunda semana por una infección en una pierna. Tras reponerse, y sin partir como favorito, el Águila se convirtió en el primer español en inscribir su nombre en el palmarés de la ronda francesa. Una marga escapada en los Pirineos y la victoria en la cronoescalada de Puy de Dome le dieron una ventaja insalvable para sus rivales, así que el 18 de julio entró vestido de amarillo en París, donde le esperaba Fermina, su esposa, a quien entregó el ramo de flores. Por participar en una serie de carreras, el recibimiento en Toledo no se produjo hasta el 20 septiembre. Las calles abarrotadas con la multitud vitoreando a Federico Martín Bahamontes en un descapotable es historia de la ciudad.
Sin embargo, después del éxito, no hubo suerte para el de Val de Santo Domingo. 1960 fue un año discreo. Se fracturó el fémur en la Vuelta a Levante y, aunque fue convencido para participar en la Vuelta a España, se marchó cuando restaban dos etapas como forma de protesta por la exclusión de su gregario Julio San Emeterio. El trasfondo, de nuevo, un supuesto trato de favor a Loroño por parte de la organización. Jamás consiguieron enterrar sus rencillas. Bahamontes no estaba en forma, y fue presionado para que defendiera su título en el Tour. Abandonó en la segunda etapa.
En 1961 tampoco mejoró su situación. Solo hay que destacar los triunfos en Mont Agel y Arrate, pero el Giro no lo acabó y ni siquiera tomó la salida en Francia. Pero en 1962, el Águila levantó de nuevo las alas en las filas del equipo francés Margnat-Paloma. Ante el dominio de Jacques Anquetil, Bahamontes solo pudo ganar una etapa, otra clasificación de la montaña y un cuarto puesto en la general.
El francés tampoco le dejó triunfar un año después. El toledano fue segundo tras Anquetil, al verse relegado en la contrarreloj a más de tres minutos y medio. Y, un año después, concluyó tercero, por detrás de Anquetil y Raymond Poulidor. Eso sí, se trajo su sexto título de la montaña y dos triunfos de etapa.
La temporada 1965 fue la de la despedida de Federico Martín Bahamontes del ciclismo profesional. Acabó décimo en la Vuelta, pero no pudo mantener el ritmo de los mejores en el Tour de Francia. Perdió más de 50 minutos en Bagnères de Bogrre, y, al día siguiente, se bajó de la bicicleta entre unos matorrales. Su último primer puesto lo consiguió el 12 de octubre de ese año en la Escalada Ciclista Montjuïc.
En total, en sus 12 años como profesional, subió tres veces al podio del Tour del Francia: su victoria de 1959, el segundo puesto de 1963 y el tercero de 1964. Además, fue segundo en la Vuelta de 1957. En total, logró 11 victorias de etapa en las grandes vueltas: siete en el Tour, tres en la Vuelta y una en el Giro. Fue campeón de España en Ruta en 1958.
De participante a organizador
A la vez que gestionaba su tienda de bicicletas y ciclomotores en la toledana plaza de la Magdalena, Federico Martín Bahamontes pasó de participante de carreras a organizarlas. Con el apoyo de la Peña Club Bahamontes, impulsó la Vuelta Internacional a Toledo, que celebró su primera edición en 1966. Por ella pasaron equipos de los cinco continentes, con muchos de los mejores equipos amateur del pelotón nacional.
Habitualmente, constaba de cuatro etapas, con un total de unos 100 kilómetros, aproximadamente, y se disputaba durante la primera quincena del mes de agosto. Ha pasado por muchas localidades de la provincia de Toledo, pero también con algunos años por Madrid. A pesar de coincidir con otras pruebas de relevancia, como la Vuelta a León o el Tour de los Pirineos, la Vuelta a Toledo ganó mucho prestigio por la figura del Águila. Durante algunos años, se tuvo que dejar en espera a muchas escuadras por la alta demanda de participación.
La última edición se celebró en 2016. Bahamontes siempre dijo que quería retirarse al llegar a la edición 50. Y lo cumplió. Nadie cogió su testigo después. Mikel Aristi, Ibon Zugasti, Raúl García de Mateos, José Vicente Toribio, Daniel Moreno, Miguel Ángel Martín Perdiguero, Luis Pasamontes o Juan Antonio Flecha han sido algunos de los sus vencedores. Quedará para la posteridad, las imágenes del Águila de Toledo en su descapotable con la gorra de marinero. Historia del ciclismo. Historia de Toledo.