El siglo del Renacimiento

Leticia G. Colao
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Junto a Ruiz de Luna surgen magníficos ceramistas en la primera mitad de siglo como los Niveiro, Montemayor, Ginestal o Machuca que sobreviven a la industrialización y la Guerra Civil

EL SIGLO DEL RENACIMIENTO - Foto: Manuel Reino Berengui

La cerámica de Talavera desde finales del siglo XIX hasta el tercer cuarto del pasado siglo vivió las consecuencias de la crisis económica, las influencias de las lozas valencianas, la llegada de la industrialización al sector e incluso la Guerra Civil Española. La unión de todo ello la avocaron casi a la desaparición, con la existencia de dos únicos alfares, ‘La Menora’ y ‘El Carmen’ en los primeros años del siglo XX, y de la que consiguió salir con aires renovados pero siempre bebiendo de fuentes pasadas.

Esta etapa de la artesanía más talaverana se muestra en la planta baja de la tercera sede de ‘aTempora Talavera. 6.000 años de cerámica en Castilla-La Mancha’, en el centro cultural Rafael Morales, dirigida por el historiador, arqueólogo y ceramólogo Domingo Portela, miembro del Comité de Expertos. En ella, paralelos a Juan Ruiz de Luna, destacaron los Niveiro, Montemayor y Henche, Ginestal,Machuca y Broncano, Sosa y las cooperativas cerámicas.

Se exponen por su importancia los últimos años del siglo XIX del Alfar del Carmen y la familia Niveiro, fundada en 1849. En esta fábrica -actual biblioteca municipal Niveiro-Alfar del Carmen en la plaza de San Andrés- «no se monta un alfar tradicional, sino que acorde a los tiempos, se abre por un lado un taller de piezas de Talavera más populares, y por otro, de loza al estilo Valencia, para intentar competir con las lozas de pedernal inglesas que entraron en ese momento», explica Portela.

EL SIGLO DEL RENACIMIENTOEL SIGLO DEL RENACIMIENTO - Foto: Manuel Reino BerenguiAsí, en la primera parte de esta etapa se muestran ejemplos de la influencia valenciana con piezas como benditeras o platos de encargo que podrían confundirse con la producción de Manises si no fuera por la firma de Talavera. Juan Niveiro Paje se trasladó incluso a Valencia a buscar pintores, lo que queda reflejado en los colores azules, verdes e incluso algún rojo, típicos de esta cerámica.

A la vez, del Carmen salieron piezas talaveranas de carácter popular y más económicas, con el tradicional azul y blanco pero con un uso más doméstico, entre ellas las jarras veneradas con la imagen de la Virgen del Prado así como platos de rosilla.

Los Niveiro continúan haciendo frente a los malos tiempos buscando su nicho de mercado, labor que continúa el hijo de Paje, Emilio Niveiro Gil de Rozas. Fue él quien no supo ver el negocio que le ofreció Enrique Guijo para revitalizar nuevamente la cerámica de los siglos XVI y XVII, por lo que finalmente se asoció a Juan Ruiz de Luna en lo que supuso el renacer de la artesanía talaverana, en paralelo a movimientos culturales e ideológicos como el Revival, Arts Crafts o el Regeneracionismo.

La evolución en las piezas comienza a verse con Gil de Rozas pero mucho más con su hijo Emilio Niveiro Romo, que tomó el testigo del Alfar en 1919 y que ya cuenta con una formación de la Escuela de Cerámica de Madrid. En esta etapa se moderniza el producto con fotos y catálogo de piezas, como ha hecho previamente Ruiz de Luna.

Ya en esta época está también el taller de Julián Montemayor, que abandona la fábrica ‘Nuestra Señora del Prado’ de Ruiz de Luna en 1914 para formar el Alfar ‘San Antonio’, al que posteriormente se unió el doctor Henche con sus tejidos pintados. Duró poco esta unión, pero la producción cerámica fue prolífica, como el ánfora de 1925 con un cuidado detalle en la pintura y dos cabezas de leones.

Junto a Montemayor, Julián, se ha conocido recientemente que su hermano Francisco también tuvo una fábrica cerámica de la que no se tenía constancia.

Gracias a la actividad de estos alfares que dotaron de vida nuevamente a la actividad cerámica en las primeras décadas del pasado siglo, surgió una de las mejores generaciones de ceramistas pintores. Enrique Ginestal, Francisco de la Cruz Machuca y Fernando Broncano ponen el nombre a una serie de artistas que dejaron auténticas maravillas con la cerámica como base. Entre ellos, destaca  una obra que se expone en ‘aTempora’ por primera vez, el panel de azulejos con el Entierro del Conde Orgaz, de El Greco, firmado por los dos primeros entre 1928-29. Un año después, esta obra consiguió la Medalla de Oro en la Exposición Internacional de Lieja.

Ginestal y Machuca alquilan en 1920 la fábrica de Cerámica ‘Nuestra Señora del Pilar’, a la que se une  Broncano una década después.

tras la guerra civil. La situación social y económica empeora durante y tras la Guerra Civil Española, lo que complica la continuidad de los alfares y favorece su conversión en cooperativas. En el año 38 Niveiro Romo vende su fábrica a Elidio Sánchez Sosa y Manuel García Serrano, quienes poco después ‘fichan’ a Francisco Arroyo, yerno y gran maestro del alfar de Ruiz de Luna. No mejora la situación, la crisis económica de la posguerra y el incremento de fabricación de objetos cotidianos en hierro, vidrio o plástico son demasiado fuertes.

Por ello, Sosa ‘devuelve’ nuevamente su parte a Niveiro y éste a su hijo, Niveiro Díaz, quien empieza a dirigir El Alfar del Carmen desde 1946.La falta de rentabilidad provoca que ese mismo año se incorporen más socios y tres años más tarde se constituya en cooperativa bajo el nombre ‘El Carmen’ y una quincena de socios, funcionando desde 1950 hasta 1998.

De forma paralela, y tras lo obtenido por vender El Carmen, Sosa compra el Alfar de Montemayor y funda La Purísima, donde trabajó, entre otros, Mauricio Delgado, que posteriormente fundó  ‘Artesanía Talaverana’. La Purísima se convierte igualmente en cooperativa en 1961.

La fábrica ‘Nuestra Señora del Prado’ de Ruiz de Luna pasa a sus hijos, Juan, Rafael y Antonio en 1942 pasando a llamarse ‘Cerámicas Ruiz de Luna S.L.’. Sus obras, de gran calidad, no pudieron hacer frente a las numerosas deudas del taller lo que les llevó a finalizar su actividad en el 61 y a vender su colección de cerámica antigua dos años después al Estado, Diputación y Ayuntamiento, con lo que se crearía después el Museo ‘Ruiz de Luna’.