La convivencia con el TDAH marca el día a día de miles de familias. El trastorno es una realidad compleja, ardua y muchas veces difícil de encarar. La dolencia nunca se cura, pero es posible mejorar las manifestaciones más habituales que provoca en quienes la padecen. La respuesta de las familias, el personal sanitario y la comunidad educativa es determinante para mejorar la calidad de vida. Los menores en edad escolar constituyen un grupo especialmente sensible. «Los niños son los más perjudicados», remarca Gloria López, presidenta de la Federación de Asociaciones de Ayuda al TDAH de Castilla-La Mancha (Facam TDAH).
El aprendizaje de este grupo, el más afectado por el trastorno, es lento y costoso. Su falta de recorrido vital, además, les impide desarrollar fórmulas para adaptarse al entorno. «Los adultos van aprendiendo estrategias de manera autodidacta», cuenta López. Sin embargo, los niños y los adolescentes padecen esa dificultad de aprendizaje tanto escolar como social. «Con los años y la maduración cerebral, van aprendiendo». Pero hasta que no pasa el tiempo, los inconvenientes no cesan.
La escuela es el epicentro de buena parte de los conflictos. «Es el punto más vulnerable», asegura la responsable de Facam TDAH. La función de colegios e institutos como transmisores de conocimientos y centros para la generación de redes y roles sociales topa con la realidad de un trastorno que tiene en las dificultades del aprendizaje y en las complicaciones para tejer relaciones dos de sus más claros síntomas. Los alumnos hiperactivos padecen las rigideces de una estructura pensada para el estudiante promedio y que, aunque trata de atender a la diversidad, choca con determinadas carencias de tiempo y medios.
López pide extender las adaptaciones metodológicas como método para las pruebas de estos alumnos. El cambio no afectaría a los contenidos enseñados ni al nivel de los mismos (adaptación curricular), sino a pequeños cambios en el procedimiento con el que se realizan. Las modificaciones incluirían «más tiempo para que hagan los exámenes» o «señales como negritas o subrayado para que puedan detectar cuál es la idea clave de una pregunta».
La Consejería de Educación, Cultura y Deportes de Castilla-La Mancha creó en febrero de 2017 un nuevo protocolo para la intervención con el alumnado TDAH. La Junta lo define como «un instrumento que surge [para] mejorar la coordinación y el intercambio de información entre los profesionales de los ámbitos sanitario, social y educativo, así como de agilizar y potenciar los procesos de detección, intervención y seguimiento, y de garantizar una respuesta integral y de calidad».
Pese al esfuerzo de la administración, la experiencia educativa de los niños con TDAH no resulta sencilla. López lamenta «un sobreesfuerzo que ningún niño merece» para este colectivo. Los resultados académicos dependen «de una cantidad de horas increíbles». Los extras que han de asumir para obtener un aprobado mínimo redundan en «bajos autoestima y autoconcepto». Es «un camino cuesta arriba» para alumnos, docentes y progenitores.
Su condición de «impulsivos, inoportunos y poco dados a seguir las reglas» lastran las relaciones con sus compañeros. «Los hay con muchos amigos, pero también hay quienes apenan tienen». El papel del profesorado suele suponer una ayuda, aunque la falta de conocimiento sobre el protocolo para detectar a los alumnos TDAH o su no implementación en clase puede terminar agravando los problemas. En ocasiones, se les atribuye conductas de «vagos, peligrosos y que no quieren estudiar», en vez de investigar la probable existencia del trastorno.
Desde Facam TDAH defienden la intervención psicológica y la medicación siempre que «el profesional que está tratando al niño lo estime; aunque en muchos casos es muy recomendable». López recuerda «el diagnóstico es siempre clínico, pero no siempre es claro».