J. Guayerbas | TOLEDO
jguayerbas@diariolatribuna.com
Cuando la reivindicación de Guadalupe para la jurisdicción eclesiástica extremeña sigue en auge, aunque con menos peso que cinco años atrás, La Tribuna recupera la historia de este municipio de la mano del investigador Miguel Méndez y del historiador Fernando Jiménez de Gregorio (1911-2012) quienes en 2010 compartieron con este diario fechas y hechos que otorgan a tierras toledanas la siempre vinculación histórica y eclesiástica con Las Villuercas.
Año 1282, el rey Sancho IV decide conceder a Talavera de la Reina tres grandes dehesas para repoblarlas al sur de la Península. Desde entonces y hasta finales del siglo XIX, la ciudad de la cerámica hace valer su rango capitalicio, que olvida al perder de sus posesiones las tierras que históricamente estuvieron vinculadas a su territorio.
Fernando Jiménez de Gregorio, Catedrático Emérito y colaborador habitual de este diario, afirmaba en 2010 que Talavera fue la capital de La Puebla de Santa María de Guadalupe, poblada por talaveranos a raíz de la aparición en el siglo XIII de una efigie mariana en sus tierras.
Junto al factor fundacional, Jiménez de Gregorio señalaba que los argumentos históricos de la asociación que reivindica Guadalupe para la Iglesia de Extremadura son civiles, surgidos en 1833 con la división provincial de Javier de Burgos. El mismo punto de vista lo compartía entonces Miguel Méndez, buen conocedor de la historia y autor del libro ‘Caminos de Guadalupe y su Real Monasterio’.
El origen de Guadalupe se remonta así al conflicto entre Alfonso X de Castilla, conocido popularmente como «el Sabio», y su hijo, Sancho IV.
Como explicaba Méndez, en el conflicto entre padre e hijo la hidalguía talaverana apoyó a Alfonso X. Esta situación provocó que Sancho IV tomase represalias protagonizando los hechos de Puerta de Cuartos, donde se descuartizó a cuatrocientos caballeros y cuyos pedazos fueron colgados de la puerta homónima talaverana.
Algunos historiadores consideran que el deseo de reconciliarse con la ciudad llevó al rey Sancho a conceder tres grandes dehesas para repoblarlas al sur de la Península y entre estas tierras se encontraba la dehesa del Puerto de Juan Román, que abarcaba los términos de Valdecaballeros, Castilblanco, Alía y los bosques y montes cercanos al río Guadalupe, más tarde conocidos como dehesa de Los Guadalupes, según indica Méndez en su publicación.
Ubicados en el año 1282, año del conflicto entre Alfonso X y Sancho IV, Talavera ya poseía por orden del monarca un amplio territorio despoblado convertido en el núcleo de Guadalupe a raíz de la aparición en el territorio de la dehesa de Juan Román de la imagen de la Virgen.
Será en este siglo XIII cuando un pastor de Cáceres, llamado Gil Cordero, protagonice el hallazgo de la efigie mariana e instaure en territorio de Talavera una pequeña ermita para rendir culto a la venerada imagen.
Según afirmaba Méndez, los documentos históricos más antiguos que se conservan en los que se hace mención a una iglesia y hospital de Guadalupe se remontan a 1327 y 1329. Diez años más tarde, argumentaba el autor, el templo tiene medios económicos suficientes como para adquirir un batán. Pero será con Alfonso XI en 1340 cuando Guadalupe comience a expandirse como uno de los centros de peregrinación mariana de mayor relevancia.
Méndez, en su obra, señala que los primeros pobladores procedían de Alía, una aldea de Talavera en cuya demarcación se situaba el lugar de la aparición mariana, datos que vinculan Guadalupe con Talavera desde el origen de la actual localidad cacereña.
La victoria del rey en la batalla del Salado le lleva en agradecimiento hasta la imagen de la Virgen de Guadalupe. Así, y por un privilegio dado en Sevilla, Alfonso XI pone bajo su amparo a la iglesia y al hospital de Guadalupe, cuya existencia, como explica Méndez en su publicación, indica que los romeros con sus pertenencias y ganado ya eran numerosos a mediados del siglo XIV.
Un año más tarde, en 1341, Alfonso XI promueve un patronato real mediante una carta emitida en Cadalso para mejorar la primitiva ermita ubicada en el lugar donde Gil Cordero encontró la imagen mariana.
Talavera se opone. Alfonso XI no sólo promovió un patronato, sino que dispuso que la mejor forma de mantener al prior y a los clérigos del santuario, junto a la financiación del hospital, sería que los nuevos pobladores, naturales de Talavera, contribuyeran con Guadalupe el día de San Martín. Además, el rey dio permiso para que el ganado pudiese pastar libremente en las tierras de Talavera y Trujillo. Como última concesión, puso a disposición del prior y los clérigos el suelo necesario para su manutención y la de sus sirvientes.
Como explicaba Méndez, Talavera no vio con buenos ojos esta segregación territorial e intentó que prevalecieran sus antiguos derechos, tanto a través del Concejo y sus agentes, como protegiendo a los vecinos de su término que no respetaban los privilegios reales de la iglesia de Guadalupe.
Litigios y documentos. El Archivo Municipal de Talavera de la Reina guarda numerosos documentos de litigios y enfrentamientos que protagonizó la ciudad ante los privilegios que Alfonso XI concedió a los pobladores de Guadalupe y que prueban la estrecha y fuerte vinculación histórica.
Rafael Gómez, responsable del archivo, explicaba que a pesar de la postura del rey, la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera nunca perdió sus privilegios sobre la tierra.
Encargada de velar por la seguridad en el camino de peregrinación, así como en las ferias de Guadalupe, cada 8 de septiembre, los miembros de la Santa Hermandad Real y Vieja de Talavera mantuvieron multitud de pleitos con el Monasterio de Guadalupe cuyas sentencias se conservan en el archivo municipal.
En 1347 el rey segrega definitivamente la población de la Tierra de Talavera, constituyéndose, como señala Méndez, La Puebla de Santa María de Guadalupe, aunque ciertos vínculos permanecerían vigentes hasta el siglo XIX.
En este punto, cabe afirmar que Guadalupe desde sus orígenes se fundó en tierras de Talavera por pobladores procedentes de Alía, aldea talaverana en cuyo término el pastor cacereño halló la imagen de la Virgen de Guadalupe.
Además, y a pesar de la segregación de Alfonso XI, Guadalupe y las tierras concedidas a la ciudad por el rey Sancho IV pertenecieron a la ciudad hasta 1833, cuando Javier de Burgos realiza la división de provincias.