En nuestro último artículo del 2024 hablamos de la primera parte de algunos apuntes sobre la historia de Madridejos según el interrogatorio que se envió en el siglo XVIII a Tomás López y por ello continuamos en este nuevo año rastreando la historia y el pasado de nuestra provincia, en este caso profundizando un poco más en la villa de Madridejos.
Por aquella época, además del convento de frailes franciscanos que ya citamos, la localidad contaba también con otro de monjas franciscanas recoletas y uno más de dominicos, titulado de San Jacinto, fundado en 1570, desde donde contestaron a Tomás López informando de varios aspectos interesantes, como por ejemplo la existencia del cuerpo del venerable fray Melchor Cano y Pliego, fundador del convento, el cual se conservaba incorrupto y era objeto de mucha veneración por los vecinos y gentes de la comarca. Este convento de predicadores se componía en 1788 de doce religiosos y en él se veneraba la imagen de Nuestra Señora del Rosario con el niño en sus brazos, a la cual profesaban mucha devoción los vecinos. En su interior se conservaba como reliquia una de las cabezas de las once mil vírgenes.
En Madridejos había además nueve ermitas, siendo la principal la del Santo Cristo del Prado, siendo el resto la de San Bartolomé, la Caridad, Santiago el Mayor, Santa María Magdalena, San Sebastián, el Santísimo Cristo del Humilladero, Nuestra Señora de Alta Gracia y a media legua de distancia la de Santa Ana, la mayoría de ellas muy capaces y amplias, en las cuales se bautizaron en el pasado muchos vecinos. En la de San Sebastián y en la de Nuestra Señora de Altagracia se realizaron enterramientos. Las parroquias se llaman Santa María de la Asunción y la del Salvador, esta última agregada a la de San Juan de Letrán de Roma; sus patronos son San Jacinto y San Sebastián. En el interior de Santa María se conservaban los cuerpos de los mártires San Celso y San Faustino, los cuales fueron traídos desde Roma hasta Madridejos gracias a fray Alonso de la Paz, franciscano descalzo y natural de la villa, que fue hijo de Gonzalo Martín Palomo y de María Pérez, como así consta en una carta datada en 20 de junio de 1607 y en otros documentos que se conservaban en el archivo municipal de Madridejos. También se veneraba en la citada iglesia de Santa María una «considerable porción del sagrado leño de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo», la cual poseía diversos documentos que la autentificaban y gracias a ella la villa obtenía diversos beneficios, que se notaban sobre todo, en tiempos de tempestades y otras aflicciones.
Había en aquellos años tres hospitales de escasas rentas, llamados el de la Plaza donde se recogían los pobres forasteros y transeúntes de ambos sexos, el de Nuestra Señora de la Asunción, conocido vulgarmente como el de la Virgen de Agosto, en el que vivían y se recogían algunas mujeres viudas sin recursos y en tercer lugar el hospital del Resucitado, también conocido como la casa de los Peinado y destinado a mujeres pobres. Los tres tuvieron oratorio para celebrar las correspondientes misas.
La villa de Madridejos se sitúa a dieciocho leguas de Madrid y a once de Toledo que es capital de este arzobispado; por otro lado, a cinco leguas de Alcázar de San Juan, que era la cabeza de partido y al poniente se encuentra Consuegra, distante una legua, donde está la contaduría general de diezmos del infante gran prior y la vicaría de la orden de San Juan. El diámetro del termino ocupará ocho o nueve leguas y al mediodía lindando con el pueblo, hay una alameda de una media legua y por ella cruza un rio (el Amarguillo) con el que muelen tres molinos harineros, el cual nace en una sierra que llaman Calderina que está a la parte del poniente y tiene dos puentes uno llamado «el antiguo», que se fabricó a costa del vecindario y el otro conocido como «el nuevo», que se pagó por la Real Hacienda para el tránsito de las gentes que desde Madrid van a Andalucía; este rio desde la población hasta una distancia de tres leguas y media, se une con el rio Cigüela, donde toma el curso regular. Había muchas sierras con leña y fuentes de aguas muy exquisitas, de donde viene encañada para el surtido de este pueblo y no las cruza ningún camino.
El escudo de armas de Madridejos posee un moral y una atalaya o torre. Se ignora quién fue el fundador y es tradición, que habiendo los reyes dado a la orden de San Juan el castillo y villa de Consuegra, el gran prior dio este suelo para que lo poblase quien gustase; pasaban por aquí los ganados merinos a la ida y vuelta de Andalucía, con sus mayorales correspondientes.
Por lo que respecta a la economía madridejense de aquel momento, encontramos a una buena parte de la población dedicada al sector textil, empleados en la preparación de paños, lana y estameñas que se vendían en Madrid, en Toledo y en Andalucía. Había una fábrica «de vedriado común» para el uso de los vecinos de Madridejos y otros pueblos de alrededor. Había varias familias importantes tanto por las letras como por las armas, destacándose don Nicolás de Mayorga, mariscal de campo que falleció en la guerra de Italia o don Martín de Mayorga que fue teniente de virrey. Se citan otros vecinos importantes como don Lázaro Fernández Rabadán, don Bartolomé de Losa, don Esteban López de Cervantes, todos alumnos que fueron del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá. Otros apellidos ilustres de la localidad eran los Almansa, Arellano y García-Escalona. En el siglo XVIII aun permanecían los linajes de los Cervantes, Pando, Pacheco, Pérez de la Serna, Pliego, Moncada, Infante, Panzano, Moreno y Oliva. Y hasta aquí este resumen de los datos que se enviaron desde Madridejos, para cumplir con el interrogatorio del geógrafo Tomás López, allá por 1788 que nos ayudan a entender un poco mejor la historia de esta población toledana.