Santa Cruz de la Zarza también ha sido escenario de episodios mágicos y extraños, como el ocurrido en 1636 a una vecina llamada María de la Cruz, beata franciscana a la cual se la conocía comúnmente como la Beata de Campos, la cual consiguió que todos los vecinos y vecinas la siguieran, apoyaran y creyeran en sus visiones. Uno de sus primeros defensores fue el padre Barranco el cual dentro de su devoción y creencia a la Beata de Campos redactó una biografía de la 'iluminada' dando a conocer sus peripecias, visiones y profecías. María no se perdía ni uno solo de los sermones de la iglesia y eso aumentaba en ella el temor por las penas del infierno. Finalmente, la Inquisición tomó cartas en el asunto y fue procesada por el Santo Oficio de Cuenca por iluminada. Lo que está claro es que alrededor de estas personas y de sus supuestos poderes había mucho miedo y desconocimiento. Parte de ese miedo era atribuido a los propios sermones que se escuchaban en misa y en los que se hablaba del demonio, de satanás y de las supuestas brujas que pululaban por nuestros pueblos. Tal es el caso ocurrido en Quintanar de la Orden, donde a mediados del siglo XVII atravesaban una crisis económica y laboral, que se dejaba ver en el estado de la población; casas arruinadas, edificios sin reparar, la propia cárcel de la localidad también hundida, etc., etc. Dentro del miedo que los vecinos tenían a la situación, a la hambruna y a las enfermedades, hay que sumar el miedo a que ciertas vecinas -supuestas brujas- hicieran de las suyas. Ese fue el caso de una quintanareña llamada María de Rueda, a la que los vecinos temían encontrase por las noches por la mala fama que despertaba. Ocurrió un caso curioso cierto día cuando María acudió al horno de cocer pan de otra vecina llamada María Pérez; a ésta se le quemó parte del pan de la supuesta bruja, a lo cual gritó «a mí me han de llevar los diablos…». Rápidamente la panadera la respondió que no pasaba nada ya que le cambiaría el pan quemado por otro. María Rueda se marchó del horno con otras dos amigas y compañeras en asuntos brujeriles y al poco rato, la panadera comenzó a escuchar unos ruidos extraños sobre tu tejado, así como aullidos que claramente no eran producidos por ninguna persona, a lo cual le entró un ataque de miedo y de pánico. Al día siguiente María Rueda fue a por el pan que le faltaba y con sorna le preguntó a la panadera si había pasado buena noche, a lo cual la pobre vecina entendió que lo ocurrido se debía a los poderes y sortilegios de María de Rueda y sus compinches. Pero la cosa no terminó ahí, ya que la panadera comenzó a sufrir extraños episodios, como notar que alguien entraba en su aposento para darle una serie de golpes que la dejaron dolorida y apaleada. Aprovechándose de ese miedo María de Rueda siguió pidiéndole pan a su vecina, así como otras cosas que veía conveniente, comprendiendo que la otra María comería de su mano ante el terror que le provocaba su presencia. En otra ocasión otra mujer de Quintanar propuso a María Rueda que fuera la madrina de su hijo recién nacido, aunque poco después cambió de idea (seguramente ante la mala fama de María), a lo que la bruja la respondió con gritos, voces y conjuros. Lo más cruel del asunto, es que al día siguiente la pobre criatura amaneció muerta en su domicilio, cosa que no extrañó a nadie ante el miedo que todos tenían a la bruja. Al intervenir la Inquisición determinaron que no había delito en el asunto y opinaron que todo se debía al miedo que se tenía a esta vecina, no llegando a procesarla ante la falta de pruebas.
Pero no dejamos Quintanar de la Orden porque es importante recordar otro caso ocurrido allí en 1532, que, si bien no habla propiamente de hechicería, si trae a colación otro ejemplo de persona iluminada o alumbrada. La protagonista es Francisca Bravo, conocida como la Brava y esposa de Pedro García de la Romera, la cual cierto día aseguró a todos que había visto nada más y nada menos que a la Virgen María en el corral de su casa. La Virgen le dijo que ella era «el pilar que la sustentaba en la tierra», llegando a abrazarla muy emotivamente, incluso le echó su manto por los hombros. Francisca le dijo a la Virgen que nadie la creería en el pueblo cuando contase esa aparición, a lo que la Reina de los Cielos la entregó una candela y un pedazo de tela, así como una piedra imán, para que con todo ello demostrara que la aparición era real. Parece ser que la Virgen también le había pedido a Francisca que preparase una procesión de rogativas, presidida por las autoridades locales, que recorriese todos los templos del pueblo y finalizase en la ermita de la Virgen de la Piedad. No podemos hacernos una idea del revuelo que se formó no solo en Quintanar de la Orden, sino en toda la comarca cuando la noticia se extendió. Centenares de personas acudieron a comprobar si aquello era cierto y a intentar ver de nuevo a la Madre de Dios. La propia Inquisición determinó que la aparición no fue auténtica y la desautorizó, aunque en el contexto popular y ante la opinión de los vecinos del contorno, aquello fue verídico y durante años, se siguió hablando de la aparición de la Virgen en Quintanar. El veredicto y la condena que la Inquisición de Cuenca determino para Francisca fue el siguiente: «... fallamos que para que a la dicha Francisca la Brava sea castigo e a otros ejemplo de no cometer semejantes cosas, que la debemos condenar e condenamos en pena de los suso dicho a que sea apuesta en un asno y le sean dados cien azotes publicamente por las calles acostumbradas desta villa de Belmonte, desnuda de medio cuerpo arriba e otros tantos en la villa del Quintanar de la manera que como dicho es…».
*José García Cano es académico correspondiente en Consuegra de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.