El pasado lunes se celebró el Día Mundial de la Agricultura, fecha que conmemora la creación, en 1945, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Pero este día también trata de dar la importancia que merece a una actividad esencial para la humanidad, pues nos provee de alimentos, y que además fue la que facilitó que las primeras comunidades comenzaran a sedentarizarse, inciándose así un desarrollo que ha llegado hasta nuestros días. A la celebración se han unido desde organismos como la propia FAO hasta diversas universidades y organizaciones internacionales
Y esta es una jornada en la que se hacen más evidentes las necesidades de un sector que no es solo vital para la alimentación mundial, sino también en otros aspectos importantes como son el desarrollo de las zonas rurales y la conservación del medio ambiente, tres asuntos que los agricultores han hecho especialmente visibles este año durante las movilizaciones organizadas por toda España (y Europa). No hay que olvidar que los agricultores, junto con los ganaderos, son los mejores custodios de los valores naturales.
En datos, España cuenta con 16.783.025 hectáreas de tierra de cultivo, según los últimos datos de la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos Cultivos, es líder destacado en producciones como la de aceite de oliva y un referente mundial en alimentos como las frutas y hortalizas o el vino. En todo ese territorio trabajan unas 705.000 personas, según los datos de la Encuesta de Población Activa del INE del segundo trimestre de 2024, una cifra que se eleva hasta las 820.600 si se tiene en cuenta la población activa desempleada.
La relevancia del sector primario en general y de la agricultura en particular en la economía española se puede ver en los propios datos del sector en el capítulo de exportaciones. Durante el primer trimestre del año, el superávit comercial de la alimentación y bebidas en valor ha sumado 10.609 millones de euros, un 25,5 % más que en el mismo periodo del ejercicio anterior, resultado de unas exportaciones de 37.117 millones y unas importaciones de 26.508,2 millones. Al detalle, España tiene un saldo positivo en el comercio de productos cárnicos, frutas, hortalizas y legumbres, aceites y grasas y bebidas.
Pero para mantener la solidez de estos datos son necesarios trabajadores que participen en un sector con repercusión internacional, aunque, según alertan las organizaciones agrarias, la mano de obra está cada vez más envejecida y es más complicado encontrar personal. Según los datos oficiales, en España sólo hay un 37% de agricultores jóvenes, una tasa que ha descendido un 11% desde 2009. Por ello, la cuestión del empleo se ha convertido en un eje central tanto de las políticas agrícolas como de las reivindicaciones que ponen sobre las mesa las organizaciones.
Tanto ASAJA, como COAG, UPA y Unión de Uniones señalan este problema como una de las tres principales preocupaciones del sector y piden más ayudas para fomentar el empleo entre los jóvenes y, en general, una mayor concienciación sobre esta coyuntura. «No hay unas políticas de relevo generacional adecuadas para el sector», señala el secretario de organización de ASAJA, Juan José Álvarez, mientras que el representante de COAG, Miguel Padilla, advierte de la concentración de la tierra en manos de pocas corporaciones y cómo eso dificulta la incorporación de jóvenes.
Soluciones.
La incorporación de inmigrantes es una solución ante las dificultades para encontrar mano de obra, plantea el secretario general de UPA, Lorenzo Ramos. De hecho, a día de hoy el 30% de los trabajadores del campo español son extranjeros y su importancia aumenta año a año dada la dificultad de encontrar empleados españoles. Esta realidad deja claro que es necesario articular instrumentos para que los empresarios agrarios puedan contratar en origen la mano de obra que no son capaces de encontrar en localizar país. La vicesecretaria general de UPA, Montserrat Cortiñas, ha subrayado que la contratación en origen funciona y como ejemplo ha citado la campaña de frutos rojos de Huelva, a la que acuden temporeras marroquíes y que se ha abierto a otros países, con experiencias de empresarios que viajaron a Honduras y Ecuador para contratar en anteriores campañas.
Por su parte, las administraciones también tratan de encontrar medidas para solventar esta situación; por ejemplo, este verano se ha celebrado un foro promovido por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación sobre el relevo generacional con el objetivo de generar un debate en el que puedan participar los jóvenes y en el que se propongan soluciones para paliar un problema que, a medio plazo, puede condenar al sector primario.
Por otra parte, cada año, los efectos del clima -tanto las sequías como otros fenómenos como el pedrisco o las danas- dejan en el campo pérdidas materiales y económicas que merman la rentabilidad de las explotaciones. Por ello las organizaciones agrarias señalan a este factor como otro de los que más preocupa al sector. Por ejemplo, solo en 2023, la entidad de seguros agrarios Agroseguro registró una siniestralidad «récord» que se vio reflejada en los 1.241 millones de euros en indemnizaciones, lo que supone un 56% más respecto al año anterior, debido sobre todo a la sequía y el constante paso de frentes tormentosos.
Bien sea a los cultivos hortofrutícolas, como el melón, la sandía o la patata, o a los cereales, cultivo mayoritario en España, la falta de agua afecta a la mayoría de la actividad agrícola y empuja al sector a buscar nuevos modelos productivos ante esta situación, como la modernización de los regadíos propuesta por el Ministerio y demandada históricamente por los propios regantes.
El campo español y el mundial han celebrado el papel principal de su actividad económica, la agricultura, una nueva ocasión para alzar la voz y exigir ayuda para dar soluciones a sus desafíos.