Emilia, testigo presencial y protegida por un biombo, estaba temblorosa. Y pidió a la presidenta del jurado, la magistrada María Jiménez, sentarse en la silla durante la prueba testifical. Esta mujer rumana conoce perfectamente a Vasile. «Si sale fuera, yo estoy muerta», expresó en el inicio de un testimonio estremecedor que reveló que mantenía una relación sentimental con el acusado por puro miedo.
Así retrató al acusado del homicidio de Jesús, un hombre de 77 años con el que convivía Emilia junto con la hija común de tres años de edad. La relación con la víctima mortal comenzó en 2015 y quedó interrumpida por un periodo en prisión de la procesada. Más tarde, en 2018, conoció a Vasile. «Me pegaba y me sacó un cuchillo», afirmó sobre una relación agradable durante los dos primeros meses pero que devino en «calvario».
A Vasile, también rumano, se le acumularon denuncias por amenazas y lesiones a Emilia, aunque ella no denunciaba. Incluso ingresó en prisión por esas condenas.
«Vasile me amenazaba con que iba a matar a Jesús. Por eso yo lo iba a ver», explicó sobre su compatriota, un hombre fornido con unas manos enormes. Incluso la noche anterior al fatídico 19 de diciembre de 2021, Vasile y Emilia se vieron.
Un golpe fuerte asustó a Jesús, Emilia y Georgina, una amiga de la pareja. La niña dormía ajena al desenlace sangriento. La testigo vio a Vasile con un cuchillo en la mano e intentó evitar las puñaladas a Jesús. «Déjalo en paz, no lo mates», suplicó. Según su testimonio, el procesado había dictado ya sentencia contra el septuagenario: «Ahora te mueres».
Así, dos puñaladas acabaron en ese momento con la vida de Jesús. Emilia se protegió con el brazo y con una manta, pero resultó también lesionada. Afirmó que sí evitó un apuñalamiento en el cuello. Incluso se hizo la muerta para que Vasile terminara el ataque.
La acometida a ambos sucedió en apenas un minuto, pero las consecuencias duran ya dos años y medio. Y Emilia y su amiga Georgina viven en un sufrimiento: «Estamos seguras de que va a venir a por nosotras».
«Vasile tenía la intención de matar a Jesús y de matarme a mí», expresó Emilia, quien negó que el procesado estuviera borracho, tal y como trata de justificar la defensa.
Este ataque atribuido a Vasile era el segundo contra Jesús. En esta ocasión, con resultado de muerte. Además, había roto ya un año antes la puerta de entrada a la casa, cuyos daños mantenía aquel 19 de diciembre de 2021.
«Lo que ha hecho Vasile, que le perdone Dios; pero yo no», remató Emilia durante su testimonio estremecedor.
Georgina. Esta amiga acompañaba aquella noche a Emilia en la casa familiar de Gálvez. Y ratificó que fue Vasile quien apuñaló a Jesús y a Emilia. El procesado entró en la vivienda ya con el cuchillo en la mano. «Fue directamente a por Jesús. Emilia se tiró encima de él para quitarle el cuchillo», explicó Georgina, quien dedicó unas bonitas palabras a la víctima mortal. «Era una persona muy buena», describió.
«Cállate, tú no te metas», asegura que espetó Vasile. Y añadió: «Yo pensaba que iba a matar a Emilia, pero ella luchó mucho».
Ángel testificó como compañero de piso de Vasile en Menasalbas. A la casa llegó el procesado tras los hechos. «Estaba borracho», indicó. También asomaban manchas de sangre en la cara y en la vestimenta del ahora procesado.
Junto a Ángel aquel día estaba en la casa Belinda, quien se enteró por Ángel inmediatamente de que había una persona fallecida en Gálvez.
El acusado indicó a la Guardia Civil el cuchillo del crimen
El procesado afirmó a los agentes que había limpiado el arma. La defensa intentó sembrar dudas sobre la identificación del cuchillo
La Guardia Civil llegó rápido a la casa de Vasile en Menasalbas, a apenas siete kilómetros de Gálvez. Un recorrido que cubría en bicicleta el procesado. Ya en la casa, los agentes preguntaron por el cuchillo empleado en el crimen. «Él lo señaló. Estaba limpio el cuchillo, y Vasile dijo que lo había limpiado», explicó uno de los agentes. La defensa trataba de generar dudas sobre la identificación correcta del arma homicida.
El informe de la Guardia Civil sobre la inspección ocular del lugar del crimen reveló que el cuerpo de Jesús estaba boca abajo, con un corte en la espalda y otro en el hombro.
La prueba de las huellas evidenció sólo la presencia de una en la puerta de entrada. Concretamente, en el cuarterón derribado supuestamente por Vasile para entrar por las bravas. Efectivamente, la huella se correspondía con la mano del procesado, quien se enfrenta a una pena de 23 años de cárcel -la acusación particular pide 24 años- a solicitud del ministerio público por un delito de homicidio, otro de lesiones de género, uno de allanamiento de morada y un cuarto de quebrantamiento de condena.