Marruecos gana el pulso en el Sáhara

Agencias
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Francia es el último en sumarse a la lista de países que apoyan el plan de gestión de Rabat para el territorio al considerar que es la única solución a una disputa enquistada desde 1975

Un grupo de soldados recorre una zona de Bir Lahlou, en el noroeste del Sáhara Occidental - Foto: Zohra Bensemra (Reuters)

En un nuevo capítulo en su relación con Marruecos, Francia decidió hace unos días mover ficha a favor de Rabat. Lo hizo para avalar el plan de autonomía para el Sáhara Occidental bajo soberanía alauita, apoyado por países como España y presentado en 2007 ante la ONU como la «única» vía para lograr la paz en una región que lleva décadas en disputa con el Frente Polisario, respaldado por Argelia, que reclama su independencia. 

Este territorio ubicado en el norte de África, a orillas del océano Atlántico, fue una colonia española desde el siglo XIX hasta 1975, cuando el Ejército anunció su retirada, cediendo el enclave a los vecinos Marruecos y Mauritania. No obstante, este último se vio obligado a desistir en sus aspiraciones tras la guerra que inició el Movimiento Nacional de Liberación Saharaui (Frente Polisario) para expulsar a todas las tropas.

Las hostilidades continuaron hasta que la ONU anunció en 1991 un alto el fuego bajo la promesa de crear una misión para mantener la paz en el territorio y preparar, en un futuro, un referéndum pospuesto en incontables ocasiones.

Y es que el conflicto del Sáhara -que fue inscrito en 1965 en la lista de territorios no autónomos de Naciones Unidas- forma parte de las instancias del Consejo de Seguridad, que ha debatido y aprobado (de forma anual, bianual o trimestral) una batería de resoluciones sobre el territorio que, de momento, no han conseguido erradicar el problema.

Fue a partir de 2001 cuando se empezó a hablar en la ONU de «una tercera vía» que tomaba en cuenta la postura marroquí sobre una autonomía amplia para el pueblo nómada, pero bajo su soberanía. En su propuesta, Rabat plantea delegar algunas competencias a la población saharaui, dentro de un Estado fuertemente centralista que en los últimos años está implementando una regionalización, siempre dentro de un Gobierno central que siga asumiendo la mayor parte del poder.

Según el texto de la iniciativa, la «región autónoma del Sáhara» tendría competencias administrativas, jurídicas y judiciales propias, y facultades en el ámbito económico, tributario, de infraestructuras, cultural y social. Pero los asuntos relacionados con la defensa, exteriores, moneda, bandera y religión se quedarían en manos del Estado central.

La población tendría también un gobierno y un presidente investido por el rey. Eso sí, sería previamente elegido por el parlamento del territorio.

Asegurando que «garantiza a los saharauis, tanto los que están dentro como fuera, su posición y su pleno papel en las diferentes instancias e instituciones de la región, fuera de cualquier discriminación o exclusión», Marruecos solo concibe esta iniciativa como solución al conflicto, en el que tiene un papel importante su rival, Argelia, que acoge en su territorio a los refugiados saharauis y al Frente Polisario, y que nunca ha aceptado la propuesta.

Aun así, el plan de autonomía del reino alauita ha ido ganando terreno con el paso del tiempo ante la comunidad internacional y las grandes potencias, hasta el punto de que el Consejo de Seguridad de la ONU -que reconoce al Polisario como representante legítimo del pueblo saharaui- empezó a calificarla en sus resoluciones de «seria, creíble y realista».

Camino para la paz

El último en evidenciar su respaldo es Francia, que aunque siempre ha apoyado de alguna manera este plan, desde la semana pasada considera la iniciativa como la «única base» para solucionar el conflicto. Pero no ha sido el único en hacerlo.

En la misma línea que el Elíseo, el expresidente estadounidense Donald Trump reconoció en diciembre de 2020 la soberanía marroquí. Lo hizo en un movimiento a tres bandas con Israel y el mismo día anunció que Tel Aviv y Rabat habían acordado restablecer sus relaciones diplomáticas, dentro de los llamados Acuerdos de Abraham de acercamiento del Estado judío a los países árabes. 

Dos años después, España emuló a Washington. Tras una crisis diplomática de un año, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció en marzo de 2022 un cambio en su política respecto a la excolonia, que inició una nueva etapa de acercamiento entre ambas naciones.

Asimismo, Alemania, Bélgica, Guatemala o El Salvador son otros países que también apoyan la propuesta, que cuenta con un respaldo contundente en el mundo árabe, mientras divide a África.

En la Unión Africana (UA), las tesis de Marruecos gozan de popularidad en Estados como Costa de Marfil, Senegal y Gabón. Pero otros como Sudáfrica y Argelia insisten en el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.