Hace ahora un año, España amanecía con un suceso que impactó en buena medida a gran parte de la sociedad: Daniel Sancho, el hijo del actor Rodolfo Sancho, que por aquel entonces se encontraba en Tailandia, fue acusado por la Justicia del país asiático del asesinato del cirujano colombiano Edwin Arrieta, que en un principio confesó. A la espera de conocer a finales de este mes la sentencia final por el presunto crimen, el joven español ha cumplido esta semana un año en prisión con una rutina de ejercicio, lectura y comida cocinada por las presas del centro penitenciario de Samui, al sur de la península.
Sancho ingresó en la cárcel el 7 de agosto de 2023, después de personarse ante un juez, que decretó su encarcelamiento provisional por el supuesto asesinato de Edwin Arrieta en la isla de Phangan, cinco días antes. Desde entonces, el acusado solo ha salido de allí para recorrer en un furgón los pocos minutos que separan la tranquila prisión del Tribunal Provincial de Samui, donde se celebró su mediático juicio del 9 de abril al 2 de mayo de este año.
Cuando solo quedan tres semanas para que el órgano haga pública la sentencia, Sancho mantiene una monótona rutina de ejercicios y lectura en unos días previos al fallo que se le están haciendo «largos». Durante meses y hasta que terminó la vista, el español dedicó la mayoría de su tiempo a preparar a diario su defensa con la tailandesa Alice Keartjareanlap, su asesora legal de confianza en el país asiático.
El acusado, hijo del actor Rodolfo Sancho y la analista de inversiones Silvia Bronchalo, afirma haber dedicado estos últimos meses a leer, hacer deporte, sobre todo Muay Thai (boxeo tailandés), además de yoga, y últimamente a jugar al ping pong, gracias a una mesa que han instalado hace pocas semanas.
La falta de actividades y ocupaciones en las prisiones es una de las carencias del sistema penitenciario del país, caracterizado también por una gran masificación. Según las últimas cifras, hay cuatro reclusos extranjeros (sin incluir el Sudeste Asiático) en el módulo de hombres, contando con Sancho, en una cárcel menos poblada que otras y que cuenta con 437 varones y 98 mujeres.
Pese a que en un principio los responsables de la prisión ofrecían entrevistas y contaban detalles de la vida entre rejas de Sancho, el cambio de gestión y el hartazgo de las autoridades por el seguimiento mediático del caso han dado paso a un mayor silencio por parte del centro penitenciario. El español, que siempre ha reconocido que le tratan bien y que en el módulo hospitalario en el que se encuentra nunca ha sido testigo de ningún tipo de violencia, comparte actualmente celda con cuatro presos -aunque en algunos momentos ha llegado a estar con medio centenar- y duerme sobre una colchoneta.
Sancho inicialmente confesó ante la Policía de Phangan el asesinato premeditado de Arrieta, pero después se declaró inocente de este delito, asegurando que la muerte del cirujano fue resultado de un accidente durante una pelea en la que actuó en defensa propia. Aun así, la Fiscalía mantiene que premeditó el crimen y le acusa además de ocultación del cadáver, por el descuartizamiento de la víctima, y de robar el pasaporte de Arrieta. El joven, de 30 años, solo ha aceptado haber desmembrado el cuerpo, cuyos restos fueron encontrados en varios lugares de Phangan, incluido el mar.
El fallo, el 29 de agosto
Ante esta situación, el joven español, que cumplió un papel bastante activo en su defensa durante el juicio, volverá a ser trasladado en un furgón a la corte de Samui el próximo 29 de agosto para escuchar su condena.
De ser hallado culpable de asesinato premeditado, podría ser condenado a la pena de muerte, castigo que Tailandia apenas aplica y que suele conmutar o rebajar. En caso de que el fallo final, tras posibles apelaciones que pueden extenderse hasta agosto de 2025, sea superior a 15 años de prisión, Sancho tendría que ser trasladado a una cárcel de mayor seguridad.