En muchas ocasiones a los autores les cuesta reunir en un libro muchos de artículos ya escritos. En este caso, el sacerdote, politólogo e historiador, Miguel Ángel Dionisio, ha simplificado el proceso. Y es que desde hace cuatro años es columnista de este medio de comunicación que usted está leyendo. Concretamente, ofrece su punto de vista desde una atalaya, la del torreón de San Martín. No porque escriba sus artículos desde este punto icónico de la ciudad, sino porque su hueco cada miércoles en el periódico se llama así. Y también su libro. Porque este ejemplar editado por Ledoria recoge nada más y nada menos que las primeras 150 columnas de Dionisio en La Tribuna. Artículos que como él mismo dice, mencionan personajes históricos, episodios de actualidad e incluso relatos o libros, pero todos con una banda sonora en común, la ciudad de Toledo.
El lugar elegido para la presentación en sociedad de este libro fue otro lugar que cuenta con torreones, pero no un puente, sino el Castillo de San Servando. Según cuenta Jesús Muñoz -el editor- lo eligió porque «aún es un lugar desconocido para muchos toledanos». En cualquier caso, Muñoz aprovechó esta presentación para que, entre elogio y elogio a Miguel Ángel Dionisio, lanzar una crítica constructiva a la prensa. Y es que el representante de la editorial Ledoria solicitó que «los artistas, los autores y otros representantes de la cultura aparezcamos más en los medios de comunicación».
Precisamente, y no cuanto menos curioso, en la misma atalaya que Muñoz y Dionisio estaba sentado Fernando Franco, director de La Tribuna, que como amigo del autor fue elegido para liderar esta presentación. El caso es que Franco recogió amablemente el guante de Jesús Muñoz y se comprometió a ello, pese a que destacó que las páginas de este diario siempre tienen un hueco para la cultura.
Volviendo al que hoy fue protagonista, Franco se dirigió a Dionisio como uno de los artífices del éxito que hoy registra este medio de comunicación que ha cumplido sus bodas de plata, «una efeméride que créanme es casi un milagro para una publicación en papel» señaló. Asimismo, el director siguió refiriéndose al autor como una persona de la que aprende cada día, entre otros elogios, pero también desveló que en su momento, allá por la primavera de 2019, le sorprendió leer la primera columna de opinión que entregó al periódico. Franco narró como Dionisio eligió el contenido de su primer artículo para ponderar el papel olvidado de mujeres toledanas en la historia, en aquel estreno llamado '(Des)Memoria mujeril'. Años después, Fernando Franco se sinceró afirmando que está enganchado a sus artículos en los que hace referencia a la situación política del país, porque «acostumbrados a leer o escuchar a diario en medios de comunicación a hooligans de todos los colores es de agradecer que alguien dé su opinión sin estridencias», finalizando este guiño al autor destacando su forma de entender su columna como «un puente y no como una trinchera».
Llegó el turno de Miguel Ángel Dionisio que, tras deshacerse en agradecimientos a sus compañeros de mesa, reveló que pese a estar acostumbrado a escribrir artículos académicos de «20 o 30 páginas», le costó acostumbrarse al hueco de 485 palabras que debe llenar en La Tribuna cada miércoles. En cualquier caso, Dionisio ya está más que curtido en esta batalla, pero le faltaba la de los libros como buen amante del olor a ejemplar nuevo que dice ser. Por ello, decidió reunir sus columnas en 'El torreón de San Martín', porque «pese a lo fácil que es recurrir a internet para buscar algo, sigo pensando que los libros son insustituibles» apuntó.
De ahí el transfondo que no esconde que tiene este libro. La lucha por la lectura. Como profesor de universidad, Dionisio aprecia como el lenguaje y la forma de escribir de las últimas generaciones ha ido empobreciendo por la falta de lectura, entre otros motivos. Por ello, el autor apuesta por este ejemplar como reivindicación y porque, a su juicio, «los libros han existido desde el inicio de la civilización, ya sea en tablillas de barro o en papiros de junco». Para concluir, Dionisio no cerró la puerta a un segundo libro porque le quedan columnas de opinión para rato. Pese a que bromeó diciendo que «los griegos y los romanos ya dijeron todo», él y sus lectores saben que Toledo le otorga un lienzo ilimitado para expresar su talento. O su perspectiva, desde lo alto del torreón.